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 Después del interrogatorio Yeosang volvió a su habitación, estaba aterrado, temblaba y tenía los labios secos, hasta podía sentir un leve dolor estomacal por los nervios, realmente sentía que era culpable de algo que, evidentemente, no había hecho. Al entrar a su cuarto soltó un suspiro de alivio, no había nadie ahí, así que supuso que Wooyoung estaba paseando por ahí con Mingi, ya que andaban muy pegados vigilando al compañero del pelirrojo. Se tiró a su cama y observó el techo, ahora parecía estar mejor, el aire regresó a sus pulmones y podía sentir su pulso normal.

El castaño se sentó y tomó de su mesita de luz un cuaderno, era uno viejo, sus hojas ya estaban amarillentas. En él había dibujos de Yeosang cuando era pequeño y cortos cuentos que escribía cuando iba al psicólogo.

Sonrió al encontrar una fotografía de él junto a sus padres, ellos estaban recostados en una manta rosa con el castaño en medio, este último dormido en los brazos de su madre, quien lo observaba con amor, mientras que su padre miraba a la cámara con una enorme sonrisa. Los extrañaba, realmente lo hacía y odiaba olvidarse sus rostros, por eso, cuando lo olvida siempre veía esa foto, no queriendo dejar ir esos recuerdos que se iban borrando de a poco.

No se había dado cuenta cuando ya estaba llorando, sus lágrimas caían sobre la vieja fotografía y de su boca sollozos incontrolables. Hace tanto no lloraba, ni siquiera cuando sus compañeros lo golpeaban o le decían cosas hirientes que dañaban su autoestima.

- ¿Por qué? – le preguntaba a la nada, porque no obtendría una respuesta jamás.

No sabía cuánto había pasado, pero ya se encontraba echo bolita sobre su cama, tapado hasta la cabeza con la foto en el centro de su pecho. Sus párpados estaban cansados y su respiración ya no estaba agitada, se encontraba más tranquilo, después de todo, había recordado ese día, tenía cinco, habían ido de picnic por el cumpleaños de su madre y habían jugado con él hasta el cansancio, por eso él había caído primero.

El dolor de la pérdida de sus padres nunca se fue y sentía que jamás se iría, pero debía hacerlo, curar sus heridas y en algún momento avanzar, ellos siempre estarían con él, en su corazón, en esos pequeños recuerdos, en esa fotografía, los recordaría con ese día, no con el último.

- Quisiera borrar ese día. – susurro. – Puedes hacerlo. – la mujer de bellos ojos azules se encontraba a un lado de él, sonriente y sostenía una linterna entre sus manos. – Debes aprender a controlarlo. – él no entendía ni una sola palabra ¿qué quería decir? ¿por qué aparecía en todas partes? - ¿Quién eres? – ella tomo su mano, la de ella se encontraba helada, parecía un cuerpo muerto pero vivo. – Soy tu guía. – sus ojos lo hipnotizaban, parecían llevarlo a otro lado, sentía que todo daba vueltas. - ¿Qué quieres? – pregunto el castaño. Ella dejó sus manos. Estaba frío. – Enseñarte, pero aún no es el momento, debes esperar por los otros, ellos serán tu apoyo, tus guardianes.

Despertó, era de día, podía notar el cielo nublado y escuchaba los ronquidos de su compañero, Woo se encontraba dormido profundamente, boca abajo con todos los cabellos despeinados y hasta pudo notar un hilo de baba salir de su boca, sus pies sobresalían debajo de las sabanas y sus brazos se encontraban extendidos.

Cuando vio el reloj este indicaba las ocho y media de la mañana del sábado, día de la salida grupal con Mingi y su compañero de habitación con quien no interactuó ni vio ya que esa semana se basó en exámenes y la policía yendo de acá para allá. Yeosang fue hasta la cama del pelinegro para despertarlo, dentro de un rato tendrían que estar en la entrada, donde los autos del "internado" los llevarían al pueblo y de ahí, según Mingi, irían a comer y luego a la feria.

- Woo, levántate, debemos irnos. – este ni se movió. – Wooyoung, debes levantarte, llegaremos tarde. – el castaño rodó los ojos, su amigo tenía el sueño muy pesado. Tomó la almohada y lo golpeó. - ¡Yeosang! – gruño, parecía enojado pero el castaño sabía que no. – Arriba, llegamos tarde. – después de eso se fue al baño donde se dio una ducha rápida y se lavó los dientes. Cuando salió su amigo entró rápidamente con su ropa en brazos. Yeo se colocó una campera grande negro y sus zapatillas viejas.

- ¡Ya estoy! – el mayor frunció el ceño, apenas habían pasado unos cinco minutos. – Que rápido. – dijo. - ¿No querías que me apurara? – ya cambiados y listos salieron de su habitación para ir prácticamente corriendo hasta la entrada.

En la entrada los pudo ver, el pelirrojo estaba junto a uno de menor estatura, este llevaba un sombrero y su cabello era algo rosado, estaba de brazos cruzados y Mingi sonreía y hablaba.

- ¡Estamos aquí! – Woo saltó de emoción al ver al otro chico, ya que no lo había visto de cerca. - ¿Eres Hongjoong? – el pelinegro preguntó, el mayor de todos asintió, ni siquiera los miro más de cinco segundos. – ¡Allá está el auto! – Mingi agarró el brazo de su compañero y con Woo caminaron detrás de ellos.

Los cuatro chicos subieron al auto y el chofer sin preguntar emprendió camino al pueblo. Yeosang nunca había ido más que una vez para comprar un pedazo de torta para su cumpleaños número catorce, el cumpleaños más triste de todos.

Cuando llegaron fueron directo a un pequeño restaurante, era rustico, tenía mesas de madera de cuatro y dos personas, había cuadros de época y pinturas fascinantes, los manteles eran blancos y algunos rojos, en las sillas había almohadones negros y había tres lámparas araña colgadas del techo que le daban un toque más acogedor, había una barra y hasta juegos para los más pequeños. Tomaron asiento en una de las mesas que daban a la calle y un hombre vino a dejarle el menú.

- Pidan lo que quieran, yo invito. – hablo Mingi, quien no despegaba los ojos de Hongjoong, este ni se inmutaba, solo leía la carta. – Yo quiero kimchi bokkeumbap y agua sin gas. – dijo Wooyoung dejando la carta sobre la mesa. – Si, yo igual. - expresó Yeosang. – y una sevena sin azúcar. Mingi había llamado al mozo y pidió todos los platos. Una vez que empezaron a comer, el pelirrojo comenzó a hablar y hablar, parecía que no se callaría nunca y pudo notar que a Hong no le molestaba, es más, lo ignoraba por completo, solo absorto en su comida. – Entonces mi mejor amigo, San, se cayó de la bicicleta y se rompió el brazo, aunque sano muy rápido. – nadie lo escuchaba, va, Wooyoung si, él comentaba divertido e ignoraban al castaño y al pelirosa. - ¿Postre? – Mingi les preguntó. – Estoy bastante lleno. – hablo el castaño, realmente le daba pena que su menor tuviera que pagar su almuerzo. – Si, vamos a la feria hyung. – el menor de todos ya se quería ir. – De acuerdo, pago y nos vamos.

Cuando salieron del restaurante vio bastantes caras conocidas, sobre todo la de sus compañeros, el pueblo se encontraba mucho más vivo que esa vez, había niños correteando y familias almorzando, incluso había un parque que no había notado. Hasta que sus ojos se cruzaron con un poste, en él estaban los rostros de Woomi, Jaeyul y Daehyun.

- ¡La feria! – grito el menor quien corrió al primer puesto que vio, este vendía piedras preciosas y de todos los colores, al parecer cada una representaba algo diferente. – Quiero el cuarzo rosado. – el pelinegro señaló la hermosa piedra color rosado, el hombre la tomó y la guardó en una pequeña bolsita. - ¿Qué significa? – el castaño, sorprendentemente pregunto. – Es la piedra del amor, extrae la energía negativa reemplazándola por vibraciones amorosas. – también colocó una cadenita dentro y Woo con el poco dinero que tenía le pago. Más allá estaba Mingi comprando algo para su mayor y Yeosang solo admiraba esa pequeña roca de color negro que se encontraba en una caja roja. – Esa es una turmalina negra, es un escudo contra las energías negativas, las transforma en positiva también disipa tus miedos y angustias, etcétera. – estaba encantado con ella, la quería llevar, pero no tenía dinero y no le pediría a Mingi. – Es tuya. – el hombre se la entrego ya con cadenita incluida. – Esto es tuyo Yeosang. – la tomó y se la colocó sin pensar, sin inmutarse que el hombre sabía su nombre. – Gracias señor. – le regalo una sonrisa sincera, esas que nunca daba. Se alejó a paso lento, yendo con sus amigos, hasta que cayó en la realidad, ese hombre sabía quién era, pero ¿cómo? Al voltear ya no había nadie, ni siquiera estaba el puesto. Una sensación extraña recorrió el cuerpo de Kang, algo raro sucedía y estaba dispuesto a ir más allá para descubrirlo. 

El elegido¹;; seongsang [ateez!]Where stories live. Discover now