—Voy a echarte mucho de menos. No te olvides de escribirme y de llamarme a diario, por favor. Odio no poder ir contigo —habló con la voz rota por el llanto.

Me sentí contagiada por su tristeza. Yo también la extrañaría muchísimo.

La abracé con todo el cariño que sentía por ella y, así como estábamos, ambas lloramos hasta que no pudimos más. Éramos unas sentimentales; nos veríamos en dos meses, pero para nosotras ahora mismo aquello era un mundo. De todas las personas que conocía era a la que más apreciaba y de la que más me costaba alejarme.

—Siento que ahora que no voy a estar tu madre se comporte como una idiota contigo —pronuncié en cuanto nos separamos. Agarré su teléfono móvil y se lo puse en las manos a la vez que expresaba en voz alta—: Llámame siempre que lo necesites. Si no te contesto, ya sabes que estaré ocupada por las mañanas y gran parte de las tardes, pero te devolveré la llamada cuando pueda. ¿Me prometes que me dirás si sucede cualquier imprevisto?

Mi hermana pequeña tragó saliva con fuerza, pero acabó asintiendo levemente con la cabeza.

—Te lo prometo. No te preocupes por mí. Disfruta de tu libertad, de estos dos meses bajo el sol. —Se puso seria de pronto, aunque por el brillo burlesco en su mirada supe que sus palabras no iban muy en serio—: Y espero que este año te pongas morena de una vez por todas. No he visto a persona más pálida, aunque he de decir que tienes un cuerpo envidiable y que no me extraña que hayas despertado el interés de más de uno.

Le di un codazo.

—Hablando de chicos... —Le guiñé un ojo cómplice—. ¿No tienes algo que decirme?

Se puso roja hasta la raíz del pelo.

—No sé a qué viene esto.

Se tumbó en la cama boca arriba y yo la imité. Su pelo perfecto se unió al mío. Volteé la cabeza a ella y la miré con una sonrisa pilla.

—Vi cómo mirabas al hijo mediano de la señorita Cathrine, cómo coqueteabas con él. Te gusta, te gusta mucho —la acusé, como si fuera una niña pequeña a quien le gusta su mejor amigo. Me encantaba picarla.

—¿Hablas de Kai? ¡Qué va! No me gusta.

Sí, claro, y yo me chupaba el dedo.

—Así que se llama Kai. Interesante. Para no gustarte bien roja que te has puesto.

Dana me tiró un cojín a traición y me dio de lleno en toda la cara.

—¡Eres mala! No seas cruel conmigo.

Pero no podía borrar de mi cara esa sonrisa de listilla. Como hermana mayor que era, era mi deber hacerla pasar por ese tipo de situaciones. Además, no os voy a negar que no me estuviera divirtiendo de lo lindo a su costa.

—¿Te tengo que recordar que fuiste tú quien me hizo pasar un mal trago cuando empecé a salir con el idiota de mi ex?

—No fue para tanto. Te hice un favor, ¿sabes? —Dana se incorporó en la cama y yo hice lo mismo. Me arrastré hasta que quedé apoyada contra el cabecero y esperé a que volviera a hablar, cosa que hizo unos minutos después tras coger un cojín de color pastel y colocárselo en el regazo—. Kai me gusta mucho. No sé qué tiene, pero no puedo dejar de hablar como si me hubiesen dado cuerda y él parece interesado en lo que le digo.

Le tomé ambas manos y le di un ligero apretón.

—Seguro que le pareces una mujer hermosa y atrayente.

Pero ella parecía no estar de acuerdo con mis palabras. Estrujó aquel cojín contra sí misma, abrazándose a él.

—No creo. Si solo soy una chica del montón. No es como si fuera mi hermana. Estoy convencida que de ser la mitad de guapa que ella Kai se sentiría atraído por mí.

No es una historia de amor (Bilogía Alas II)Where stories live. Discover now