Otra de las ventajas es que tenía la posibilidad de obtener un primer plano del príncipe Aiden, ese bombón de apariencia mujeriego y Don Juan que tenía enamoradas a más de la mitad de las mujeres del reino. No os lo voy a negar: era atractivo y guapo como el que más, con ese pelo castaño y esos ojazos grises enigmáticos; aunque lo que más llamaba la atención de él eran las dos grandes alas que tenía, preciosas y majestuosas, como las de su madre, nuestra querida reina Amberly.

Estaba muy agradecida de haberme criado en una sociedad bajo su reinado, donde todas las personas que tuvieran algún rasgo que los diferenciara del resto ya no eran tachadas de bichos raros ni excluidas. Ella había creado un gran cambio de mentalidad y había provocado que más de un veinte por ciento de los habitantes mostraran sus alas, orgullosos de ser iguales que su líder.

—No sé por qué me da que ambas traman algo —dijo Dana. Sus palabras me devolvieron a la realidad.

—¿Cuándo no están maquinando nada cuyo único fin sea beneficioso para ellas? —objeté.

Estaba cansada de ser tratada como la escoria de la familia, la indeseada. Katrina no dejaba de recordarme a diario lo mucho que lamentaba haberse hecho cargo de mí acogiéndome. Pensaba que estaba siendo solidaria conmigo cuando la realidad distaba de ser esa: era su sirvienta, la chica de los recados, el último mono.

Por suerte, no todo en mi vida era tan malo porque gracias a que vivía con esa despreciable mujer había tenido la oportunidad de crear lazos con mi hermanastra más joven, la que se había convertido en mi confidente y cómplice.

Dana me cogió de las manos y jugueteó con mis dedos de manera distraída.

—Hoy tienes la tarde libre, ¿verdad?

Hice una mueca.

—Si te refieres a que no trabajo, sí, pero tu madre seguro que se ha encargado de ponerme una larga lista de tareas para que me mantenga ocupada durante mi tiempo libre.

—Siento que sea tan perra. No sé por qué la ha tomado contigo. Ojalá pudiera hacerle frente, pero ya sabes que nunca me escucha.

—No te preocupes por ello. Ya es algo que tengo asimilado. Además, solo me quedan unos meses para poder ser, por fin, mayor de edad y largarme de esta casa de locos... no te ofendas.

Dana echó la cabeza hacia atrás y emitió una serie de carcajadas a las que me uní.

—Estando en tu lugar también querría marcharme cuanto antes.

Me tumbé en la cama con la vista clavada en el techo de vigas desnudas y aquella muchacha de pelo castaño y ojos color tierra hizo lo mismo. Solté un pequeño suspiro.

—Tengo ganas de que llegue el verano y perderla de vista aunque sea solo dos meses.

Al estar en acogida todos los veranos debía asistir obligatoriamente a las colonias Sunshine y desde que me había quedado sola en el mundo eran mi respiro en toda esa tormenta anual. Allí podía ser yo misma, una niña y ahora mujer con sueños y aspiraciones. No solo había actividades deportivas, sino que también a los interesados nos daban clases de aquellas asignaturas que más nos atrajeran. Estaba deseando que llegara julio.

—Te escribiré y te llamaré todos los días —me prometió ella.

—Más te vale. Te echaré muchísimo de menos. Ya sabes que no es lo mismo sin ti.

—Tonterías. Seguro que estás deseando ver a Sophia y a Allison.

Ellas dos eran dos amigas que, como yo, vivían en casas de acogida. Por desgracia, durante el año apenas podíamos vernos, ya que vivían a varios kilómetros de distancia y como yo no era capaz de coger el coche o subirme a un autobús... Digamos que nos veíamos muy poco y que los dos meses que duraba el campamento disfrutaba al máximo de su compañía.

No es una historia de amor (Bilogía Alas II)Where stories live. Discover now