No logro entender cómo un rostro tan angelical es capaz de hacer tanto daño sin pensar en las consecuencias de sus actos. Eso confirma una vez más que las apariencias engañan. Y eso era Camila Anderson Smith, un rostro angelical al cual muy pocas ve...
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CAMILA
—¿Y cómo lo estás manejando? —me preguntó Jayden mientras caminábamos en busca de una de mis boutiques favoritas. Fruncí la nariz sin entender a que se refería. —Hablo de que posiblemente tendrás madrastra y hermanastros.
—¿Cómo sabes eso?
—Tu papá me contó antes de que llegaras ese día. Estaba algo nervioso temiendo a tu reacción. —emitió una risa como recordando ese momento.
—Pues la verdad es que sigo asimilándolo. Pero no es fácil...
—Nadie dice que es fácil y aun así debemos aprender a enfrentar este tipo de cosas con madurez, ¿no crees?
Hice una mueca pensativa. Nos adentramos a la sofisticada boutique y comencé a observar varios vestidos. Tenía vestidos de sobra en mi casa, pero no sabía a que tipo de personas me estaría enfrentando, quería lucir radiante y más perra que nunca y sobre todo dejarles los puntos claros desde el inicio, como por ejemplo que no me voy a dejar de ninguno en caso de que lo piensen.
—Lo sé. Honestamente haría cualquier cosa por mi papá para que sea feliz. Es por eso que no me puse como histérica cuando me lo contó. —suspiré pensando en aquella charla, pero él estaba tan feliz que yo no sería capaz de esfumar esa alegría que había perdido desde la muerte de mamá—. No tengo otro remedio que aceptarlo.
—Lo que sucede es que también debemos pensar en nuestros padres así como dices. Sería egoísta de nuestra parte recamarles el simple hecho de que hagan algo que los haga felices. Si lo piensas, algún día nos iremos y haremos de nuestras vidas lo que queramos y sería injusto no permitirles a ellos hacer lo mismo con las suyas. ¿Cierto?
Asentí dándole la razón aunque odiaba hacerlo. Le mostré un vestido color morado un poco extraño y ambos hicimos una mueca de desaprobación y milagrosamente reímos. Si, damas y caballeros, Jayden y yo reímos juntos. Era de las pocas veces en las que ambos no parecíamos querer matarnos.
—Se que es lo que mamá hubiera querido, ¿sabes? —continué con nuestro tema de conversación—. Que él fuera feliz y que continuara su vida. Porque no es sano quedarse estancado en el pasado —como yo—. Solo espero que papá haya encontrado a una mujer adecuada y no a una casa fortunas. Entonces estaré tranquila.
