No logro entender cómo un rostro tan angelical es capaz de hacer tanto daño sin pensar en las consecuencias de sus actos. Eso confirma una vez más que las apariencias engañan. Y eso era Camila Anderson Smith, un rostro angelical al cual muy pocas ve...
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CAMILA
Generalmente el último año en High school para todos es importante puesto a que será la ultima vez que hagamos muchas cosas excusándonos por ser tontos adolescentes que inevitablemente cometemos locuras porque es como si fuera parte de nosotros involucrarnos en un sinfín de problemas. Algunos comienzan a sentir una extraña melancolía al caer en cuenta que no volveremos a ver a la mayoría, no volveremos a compartir clases con aquellos compañeros o amistades que nos agradaban, no habrá más hora del almuerzo para reunirse con su grupito, aquellos que pertenecían a algún equipo deportivo u otras actividades para representar la escuela y, en fin, todas esas cosas que hacíamos pero que no valoramos hasta el último momento. Muchos al principio aseguran querer terminar para salir de aquí y encaminarse al mundo universitario, pero en el fondo, les entristece y se llenan de melancolía al entender que extrañaran muchas cosas. Que la vida adulta y las responsabilidades nos esperan al salir por esa puerta por última vez. Que es hora de salir y enfrentarnos al mundo por nosotros mismos.
Por mi parte, este último año está resultando ser más miserable que cualquier otro.
Ojalá pudiera decir que la estaba pasando de maravilla, que iba a extrañar todo esto, pero la realidad es que no, espero con ansias salir de este puto lugar de una vez.
Claramente no quería pasar mi último año recibiendo anónimos y sintiendo todo el tiempo que me observaban y que existen personas capaces de lastimarme.
Así que concluí que este último año desde mi perspectiva es una mierda.
Recogí mi cabello en una pequeña coleta tratando de no dejar rastro de una sola hebra caer a los lados. Me senté sobre mi cama nuevamente después de haber tenido ese pequeño enfrentamiento con Jayden y atestiguar como se marchaba de mi habitación con la seguridad de que alguno de los dos terminaría quemado en este tonto juego.
Y ese serás tú, imbécil.
Bufé intentando despojarlo de mi mente y saqué el celular nuevo de la caja poniéndole el chip del anterior y en la medida que pude intenté distraerme mientras lo configuraba porque en esos momentos no hallaba nada mejor que hacer. Sobre todo, debía despejar mi mente un poco a base de todos los acontecimientos que parecían venir a golpe.
