Estaba tan seguro del rostro que encontraría al otro lado de la puerta, que no pudo contener su sorpresa cuando una expresión fría lo miró en respuesta. Mikoto se sobresaltó más de lo que debería, sin embargo, ni en sus más improbables sueños se imaginaba que en algún punto, Harry iría a su casa por voluntad propia.

El hombre se veía más guapo que de costumbre, mucho más que la última vez que se encontraron. Cuando sus miradas se cruzaron fue como si la sangre se congelara en sus venas, no sabía qué hacer o que decir. En cambio, Harry sonrió y le miró con una expresión que pocas veces había visto en su rostro, parecía casi feliz.

—Oh... —Mikoto abrió la boca, pero las palabras se le escaparon. Desde la cocina su madre se asomaba con una sonrisa satisfecha. Mikoto debió haberlo adivinado, pero no se imaginaba que ella fuera capaz de traerlo a su casa sabiendo lo mucho que la presencia del hombre podría afectarle.

Mirarlo otra vez lo dejó sin respiración.

—Cuanto tiempo —Harry dio un paso hacia él y le besó la mejilla. Sorprendido, Mikoto retrocedió, pero no pudo evitar el contacto.

Cuando su corazón saltó, una parte de él se inundó de felicidad, la otra se odió por ello.

—Harry, querido, ven acá, hace mucho tiempo que no nos vemos —su madre consideró que la buena educación le exigía saludar al hombre de la manera más afectuosa posible. Harry le sonrió con ese rostro que tanto les gustaba a las personas como su madre.

—Demasiado diría yo.

Ellos se enfrascaron en una plática banal, que duró varios minutos hasta que terminaron arrastrando a Mikoto a la mesa. El chico estaba tan sorprendido que no opuso resistencia alguna. Casi no notó que su acogedora mesa se había transformado en un mueble elegantemente decorado. Incluso había un cubo con hielo y una botella de vino, estaba tan ensimismado que no supo que decir.

Harry lo tomó de la mano y le sentó a su lado, el roce fue tan suave que su corazón se estrujó. Apretó los labios, de repente había perdido toda su valentía.

—Te cortaste el cabello —Natsuki se le quedó viendo, mientras interrumpía sin ningún reparo la conversación entre Harry y su madre.

Mikoto se llevó una mano al pelo, acomodándose un mechón detrás de la oreja.

—Necesitaba un cambio —comentó bajando la mirada. La atención de todos en la mesa se centró en él. Harry ladeo el rostro.

—Es un lindo corte —dijo, pasando el dorso de su mano por la mejilla de Mikoto—. Aunque el anterior pegaba más con tu personalidad.

Mikoto se sintió automáticamente avergonzado y cohibido, tuvo ganas de correr hacia los espejos y mirarse para comprobar si el corte le hacía ver extraño.

—Aunque Mikoto es lindo de nacimiento, como su madre —explicó y la mujer sonrió alagada, a ella le encantaba que le hicieran cumplidos, mucho más que al resto de la gente.

—Oh, que caballero —dijo, haciendo un gesto con la mano. Mikoto no pudo evitar estar de acuerdo con ella, Harry era un especialista haciendo cumplidos y a veces daba la impresión de que podía encontrar algo bello hasta en la persona más horrenda.

—Es la verdad —el hombre le acarició la cabeza—. Eres como una figurita de porcelana —prosiguió, maravillando a su madre. Harry tenía un acento inglés tan sensual que Mikoto casi se derritió en su lugar—. Tu personalidad también es un sueño, dulce, sencillo y muy elegante.

—Es que Mikoto recibió la mejor educación, por supuesto que sabe cómo comportarse —su madre sonaba muy feliz, pero él no podía escucharla, estaba demasiado ocupado tratando de que su corazón se calmara—. Aunque, al parecer también es fácil de engañar, si no, no veo otra razón por la que terminaría relacionado con un hombre tan desagradable como el de la última vez —su madre no dio nombres, pero era obvio a quien se estaba refiriendo.

El instante más hermoso de la vidaWhere stories live. Discover now