capítulo 63

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En la oscuridad Bulma se encontraba en el piso frío curvo, al tratar de levantarse golpeó su cuerpo con el asiento de la nave esférica. El ozaru gritaba a lo lejos en una noche de luna tiñendo el piso de carmesí. Bulma despertó en ese momento. La luz de ambas lámparas seguía iluminando la habitación, por esa luz pudo determinar de inmediato su localización: estaba en su recámara, en su cama, con su esposo. Las ropas dispersas causaban un desorden casi gracioso que la luz hacía demasiado evidente, Bulma agradeció por esta luz, se levantó un poco para observar en el rostro del varón, no tenía duda en que él dejó encendidas las lámparas solo por ella. Acercó la nariz para aspirar el perfume del hombre, cerró los ojos rememorando lo acontecido hace poco. La boca de él era cálida, había cubierto su piel con movimientos seguros, con lento placer se movió por cada curva, luego estaban los besos llenos de ardor con los que se adueñó una vez más de su boca, saboreando su fragilidad humana, haciendo que el corazón de ella palpite desenfrenado conmovido por todo ese cuidado, había florecido una vez más en sus brazos perdiendo a momentos toda noción del tiempo y de su propia identidad. Ahora podía verlo en tal calma, en un abandono que solo podía lograrse después de obtener paz en su mente y en su cuerpo. Buscó la mano del saiyajin y entrelazó los dedos a los suyos. Esta escena se repetía, estaba segura, antes lo había observado dormir pesadamente, cuando llegó tan herido a su habitación del planeta Freezer, en esa ocasión atendió sus heridas cuanto pudo y besó cada marca, cada señal de violencia que quedó en su atractivo rostro, rozó sus labios temiendo despertarlo de su descanso tan necesario y lo abrazó para poder dormir a su lado. En esa época cuanto deseó ocupar un lugar privilegiado en el corazón que escuchaba palpitar, solo eso la haría una mujer dichosa. Cerró los ojos y apoyó con cuidado el oído contra el pecho masculino, escuchó sus latidos por varios minutos, ahora ese deseo era una realidad plena, de alguna manera lo sabía, cada sonido de ese corazón parecía murmurar su nombre. Abrazó con cuidado a su fuerte protector, a su guerrero. Tenía su amor y más, ahora podía vivir los días de dicha con los que soñó en el pasado.

En la mañana despertó más descansada. El saiyajin aparentaba estar dormido, sonriendo ella se acercó a besarlo, los labios retozaron en un juego ya familiar, besando Vegeta la sujetó con la fuerza justa y se colocó sobre ella. Bulma se sentía indefensa bajo el fornido cuerpo, bajo su completo control, pero quería ofrecer todo su cuerpo una vez más antes de salir de la cama que se había convertido en su cálido refugio, antes de enfrentar al mundo. Lo atrajo para besarlo nuevamente, con ardor, con fuerza dejando en claro sus intenciones, una sonrisa curvo sus labios sin interrumpir la danza de sus bocas al sentirlo tocar su cintura y sus caderas, el beso fue roto para que Vegeta pudiera recorrer todo el torso de ella en constantes bocados de placer. Bulma cerraba los ojos y sujetaba el negro cabello salvaje entre sus dedos, gemía con suavidad a cada caricia de esa boca y las manos repartían calor por su piel, se entregaba completa al disfrute del príncipe obteniendo para sí otro universo de sensaciones donde estrellas cruzaban su firmamento, soles nacían y hacían implosión a cada embestida, la galaxia era líquida como el mar, cada ola que retrocedía impactaba contra ella una y otra vez llenándola de calor y de humedad, de su boca salían jadeos incontables por tanta fuerza de la naturaleza manifestándose ahí, en su cama, en su vida, en su interior, junto a su gran amor que repetía su nombre contra su piel que enrojecía a cada minuto, el ritmo con el que giraba el mundo se incrementó, era veloz e intenso, Bulma se derretía cerrando los ojos y abriendo los labios gemía y suspiraba, susurraba y volvía a gemir el nombre que amaba a tiempo de arquear la espalda contra él, atraparlo para que la fundiera con su interminable entusiasmo, con su calor y el latir de sus corazones que parecían poder volver a tocar cuando la piel desaparecía y no quedaba nada más que la galaxia que exploraban en medio del gozo y de las respiraciones agitadas.

Recostados en la cama Vegeta mantenía un abrazo posesivo en la humana, sus dedos recorrían las cortas fibras del cabello de su esposa cual si fueran delgadas hebras de imanes, él como el acero no podía hacer más que acercarse sin poner resistencia. Desde que el príncipe recordara, desde que tuvo memoria había estado en batalla. Pero desde que conoció a Bulma aprendió que existían muchos tipos de batallas, muchas clases de guerras. Estaba seguro que ese abrazo de hace unos momentos marcaba una capitulación, la rendición de la humana que iba a dejar ir aquello que le molestaba desde que lo conoció en el pasado. Cómo lo sabía? No era la primera vez que Bulma se sometía de esa manera, desde la primera vez que ella se entregó de esa forma él supo que la situación sería diferente. Y lo fue. Ahora sin embargo una pequeña voz le gritaba desde alguna parte de su mente a mantenerse alerta, siempre lo había hecho, siempre debía ser cuidadoso. Sobre todo porque algo iba a cambiar, pero iba ser imposible saber qué hasta encontrarse frente a frente al futuro.

Bulma recibió más tarde su desayuno en la cama. Vegeta se negó a despertarla y le trajo una bandeja llena de delicias, él le impidió levantarse, qué sentido tenía el tener tantas posesiones terrestres si no podía quedarse tranquilamente en su cama para desayunar. La ojiazul tuvo que darle toda la razón. Comía con gusto unas tostadas cuando recibió la llamada de Milk, conversó con ella de buen humor, la pelinegra se quejaba de la actitud de su obstinado Gokú, a pesar de vivir toda su vida en la tierra no tenía ni la más mínima idea de cómo comportarse como un padre responsable llevando siempre al pequeño Goten de pesca o a entrenar. Bulma bebía su café y Milk continuaba relatando sus dificultades, la científica se levantó y se colocó su bata para acercarse a la ventana, en el jardín Trunks trataba de seguir las instrucciones de su nuevo entrenamiento, Vegeta mientras tenía en brazos a Bra vigilando con severidad a su primogénito para conseguir los avances que como guerrero esperaba ver en su hijo, sin tener que verlos sabía que sus padres se encontraban comiendo algún pastel asombrados por lo lindos que eran sus nietos. Finalmente Milk terminó con sus argumentos de lo difícil que era convivir con un saiyajin, Bulma se rió alegre, por supuesto que debía ser difícil, todavía mirando por la ventana con las persianas a medio abrir aconsejó a su amiga tener un poco de paciencia con Gokú, seguro que él tenía esas actitudes con su hijo no por negligencia sino porque era lo único que verdaderamente conocía y no podía enseñarle de lo que no conocía. Después de todo su existencia en un ambiente civilizado se inició desde que la misma Milk decidió unirse a él y eso significaba mucho, un muchacho acostumbrado a vagar por el mundo según su necesidad se lo dictara se asentó en un hogar de la noche a la mañana, un hogar al que siempre retornaba, hasta de la muerte.

Milk asintió escuchando el consejo. Bulma tenía razón, si Goku quería podía no retornar jamás. Pero estaba en el campo tratando de complacerla sembrando vegetales con el estómago vacío por un castigo de ayuno que su propia esposa de dio por interrumpir los estudios de su hijo menor. Milk agradeció a la científica por su tiempo y prometió llamarla más tarde, no quería estar disgustada por siempre. Como atraído por la charla donde era el protagonista Gokú se apareció por la puerta, sucio por la tierra exclamó que su vehículo estaba dañado y que lo llevaría a la corporación Cápsula para pedirle de favor a Bulma o a su papá que le revisaran el coche. La pelinegra se le acercó y le limpió el rostro con un pañuelo. Era evidente que el pobre había intentado dar con la solución él solo y se llenó de mugre en su intento fallido. Primero lo envió a asearse, luego le ofreció un plato lleno de bolas de arroz. La alegría natural del varón lo hizo sonreír y alabar con franqueza la buena sazón de su esposa. Milk tomó asiento a su lado y apoyó su cuerpo al de Gokú. Sorprendido el saiyajin dejó de devorar el arroz mientras Milk le pedía que ya no se marchara más.

Un pedido similar escuchó de su hijo menor el día anterior, Gokú le contestó la misma respuesta que le brindó al pequeño: no buscaría otro entrenamiento en un lugar lejano, solo se alejaría si una batalla inminente lo necesitaba, solo por eso y nada más lo alejaría de la tierra.

En la corporación Cápsula el príncipe tenía su atención dividida, por un lado vigilaba a Trunks, pero por otro su mirada iba continuamente a la ventana de su habitación, un ligero nerviosismo lo recorría. Una pequeña duda que aguijoneaba una vez más en sus pensamientos.

Qué iba a cambiar desde ese día?

LA VERDAD DE MI PASADOWhere stories live. Discover now