capítulo 62

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"La transparencia total no existe" le había dicho el propio psicólogo a Bulma cuando ella todavía estaba molesta. "Conocerse tanto puede ser perjudicial para una relación sana" le había señalado de muchas maneras en casi todas sus sesiones. Ella misma lo había entendido a fuerza de la experiencia, hay asuntos que es preferible no contar. Valía la pena todo el sufrimiento por el que pasaron? no era el momento de hacer esa pregunta, podía haber puesto un límite sano en su privacidad. Pero ahora ella llevaba la contraria a esas palabras otra vez, acababa de decirle todo a su esposo, todo cuanto había guardado en su memoria y en su corazón. El gesto de asombro en el rostro de su saiyajin la estaba matando, su falta de respuesta también la mataba. Entonces Vegeta le dedicó una mirada que ella nunca había visto, más nerviosa se acercó para disculparse, quería decirle cuanto lamentaba su proceder pero los brazos del príncipe se lo impidieron, la sujetaron por los hombros con firmeza. Bulma creyó que el hombre iba a rechazarla, no esperaba que él la mirara fijamente.

–Creí que nunca lo dirías.

La ojiazul quedó pasmada, sus ojos se abrieron desmesuradamente ante esa corta frase, su voz no pudo emitir un solo sonido y bajo la mirada sin saber qué hacer. La mano varonil le sujetó el mentón e hizo subir otra vez la mirada. Vegeta no estaba molesto. Pero eso era justamente lo que la mujer no entendía, por qué no estaba enojado? –Vegeta... – fue todo cuanto pudo pronunciar.

–Tanto te sorprende? Lo supe todo el tiempo. Cada salida, cada entrevista que tuviste con él a escondidas la conozco, volvías y tu perfume estaba contaminado ligeramente por la horrible colonia de Yamcha. Pude suponer cuantas veces soportaste tu peso contra su hombro, y cuanto te abrazó en sus despedidas hasta la siguiente cita. No podías engañarme simplemente manteniéndote fuera de mi vista Bulma, ni en ese entonces era tan ingenuo.

El corazón de Bulma latía a mil lastimando a la humana, era tan tonta que había creído que podía mentir con sus actos a ese hombre, era tan tonta que pensó haberlo engañado con su torpe comedia de venganza.

–Por qué Vegeta, lo supiste y callaste por años...

La ojiazul limpió con la mano un rastro de lágrimas, no iba a ponerse a llorar. Vegeta se alejó un poco para darle espacio, para que ella pudiera calmarse. Bulma lo observó sonreír levemente con tristeza, aquellos días del pasado traían memorias no gratas al príncipe.

Vegeta se alejó unos pasos para cerrar las persianas de las ventanas, las líneas de luz enmarcaban con más énfasis la oscura mirada para luego cerrarse y dejar solo sombras, el saiyajin necesitaba toda la privacidad posible y también necesitaba esos instantes para ordenar sus ideas. Iluminados apenas por dos lámparas el hombre se volvió a Bulma y con voz clara le respondió.

–entiendo que te cuestiones mi silencio. Por supuesto que debes necesitar una respuesta, decir que soy reservado en mis opiniones no basta, mucho menos si se trata de ti, que convives conmigo desde hace años. Bien sabes que soy orgulloso, en esos días no era diferente, era un orgulloso príncipe, al menos en apariencia. Sería más correcto afirmar que antes de habitar en tu casa fui orgulloso príncipe, porque a mí llegada a esta casa era un príncipe cubierto de cenizas. Mi tan soñada venganza era polvo, otros guerreros hicieron suya la victoria dejándome el pobre sabor de la muerte de Freezer en manos del linaje saiyajin para intentar conformarme. No pude concretar esa venganza, ni tampoco pude derrotar a mi nuevo enemigo. La siguiente noticia para elevar mis ánimos era la predicción de mi muerte cercana, en menos de tres años daría mi batalla final, una que perdería. La ceniza me cubría, los restos de aquel que una vez fue denominado un prodigio de su raza, junto a estos las cenizas de mis antepasados se perdían en un viento de cambio que amenazaba con sepultarme en el olvido. Los vestigios de mi orgullo ardían mostrando sus últimos destellos. Me encontraba en mi límite y ahí estabas tú, la mujer de las promesas de un futuro desperdiciando tus horas con un insecto. Lo único que podía hacer era irme con los vestigios de mi orgullo, porque no podía obligarte a nada, no podía forzarte a dar aquello que no ibas a entregar por voluntad propia. Debía irme y reinar en los restos de un reino de un solo hombre, un solo soldado que peleara en nombre del rey, un solo testigo de la antigua ley y un solo príncipe en un palacio hecho de mi memoria. Podía irme o soportar el trato que me dabas, había tolerado por años un trato mucho peor sirviendo a una lagartija. Podía irme y entregarte a un insecto, o podía quedarme y hacerte entender de una vez por todas que tú eras mi mujer, mi esclava, mi debilidad y mi fortaleza encarnada. Así que me quedé para reclamar todo cuanto me dijiste una vez que yo reclamé de ti.

LA VERDAD DE MI PASADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora