Máquinas (Capítulo 8)

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- Hijo, ya hablamos de esto-

- Sí, mamá, ya hablamos. Y tú sabes tanto como yo lo que acordamos. Ni siquiera habíamos dicho que se quedaría el resto de la semana-

- Eso fue un imprevisto.

- ...y ahora esto. No pienso tolerarlo.

- Pues tendrás que hacerlo.

- ¿Es que no entiendes que este no es el hombre del que te enamoraste?

Su madre calló y lo miró, impasible.

- Es un monstruo – intentó hacerla entrar en razón –. Y nos está haciendo daño. A ti, a Ginny y a mí.

Se la quedó mirando. Vio cómo las lágrimas comenzaban a salir de los ojos de su madre a borbotones. No pudo seguir hablando más, así que terminó por acordar:

- No diré una palabra, pero vuelve a levantarte la mano o la voz siquiera, y ese hombre se va de la casa.

Pero el Viernes eso no sucedió.

Rubén llegó a su casa un poco más temprano de lo usual; saludó a su madre. La notó extraña. Iba a decirle algo pero la vio tan cansada que no quiso discutir con ella otra vez. Al entrar a su cuarto oyó los sollozos.

- ¿Ginny?

Su hermanita estaba acurrucada en una esquina de la habitación, abrazándose las rodillas y con el rostro escondido.

- Ginny – su hermano dejó la mochila en cualquier lado y corrió hacia ella. Se agachó a su lado, de cuclillas –. Ginny, ¿qué sucede? ¿Estás bien?

Esta levantó la cabeza, la cara bañada en lágrimas. Negó con la cabeza. Tenía las mejillas rojas, el cabello se le pegaba al rostro.

- ¿Qué pasó? ¿Qué te hizo?

Ginny volvió a negar, ocultando el rostro entre sus rodillas. Rubén la rodeó con sus brazos, acunándola contra él. Esta se dejó.

- Él me... me pegó. Yo solo defendí a mamá. A mamá también le pegó. Yo defendí a mamá. Tú siempre la defiendes. Yo solo quería ayudarla, Ruby.

Rubén nunca había sentido tanta desesperación y tanta impotencia al mismo tiempo. No sabía qué hacer. Tampoco sabía si había algo que hacer. Su mente estaba en blanco. Sentía que los sollozos de su hermana menor eran los suyos, que el nudo en la garganta que sentía no era de él, sino de ella. Que no era a ella a quien habían golpeado sino a él. Que no era Ginny quien tenía miedo. Ni su madre.

Era él.

Y no era una pesadilla. 

Era real.

Por primera vez, le tuvo miedo a su padre. Miedo de lo que podía hacerles. Porque ellos eran tres y Horace era uno. Porque el amor te hace débil y Rubén amaba a su familia. Tenía que haber alguna forma de protegerlas a ambas.

Besó la frente de su hermanita y corrió hacia la cocina. Su madre lavaba los platos con los ojos vacíos.

Como una máquina.

- Mamá – la llamó. Esta lo miró, agotada, con bolsas bajo los ojos y la boca torcida en una mueca de tristeza –. Mamá, ¿qué le pasó a Ginny?

- Oh, ¿a Ginny? – contestó Horace –. Solo un poco de disciplina. ¿Es que sigue llorando?

Rubén miró a su padre entrar por el umbral de la puerta. Lo observó sacarse el abrigo y dejarlo desinteresadamente sobre una silla, dejando la maleta en el piso.

- ¿Qué le haz hecho? – preguntó. Estaba temblando. Su voz tembló, sus manos cerradas en puños también lo hicieron, hasta sus piernas.

- Tiene que aprender a respetar a su padre. No puede andar por ahí metiéndose en lo que le concierne a los adultos – Horace se acercó a su hijo y le dijo, casi nariz con nariz -: ¿o sí?

- ¿Eres un adulto? – le preguntó, sin importarle el miedo que se dejaba entrever en su voz. sin importarle el pánico, el terror - ¿Eres un hombre? Pues bien. Compórtate como uno. Golpéame.

- ¡Ruby! – Ginny entró en la cocina y corrió hacia él, manteniéndose lo más lejos de su padre posible. Rodeó las piernas de Rubén y jaló de él hacia atrás. No consiguió moverlo ni un poco –. Ruby, no lo hagas. Por favor. Lo harás enojar.

- Ginny, quédate con mamá.

- Ruby-

- Ven, hija – la madre la tomó por los brazos y la abrazó –. Rubén, no hagas esto, por favor.

- Compórtate como un hombre. Y golpéame – le repitió a Horace, casi deseando que lo haga.

Horace retrocedió y se colocó a lado de la puerta de la cocina.

- Quiero que te vayas, Rubén.

Este lo miró sin entender.

- ¿Qué?

- Quiero que te vayas y no vuelvas por un tiempo. Atrévete a irte. Estarán mejor sin ti, créeme.

Rubén se volvió hacia ellas, sin asimilar la idea aún. 

Miró a su madre, que lloraba con impotencia, y a Ginny, que lo miraba con los ojos muy abiertos.

- No – decía ella –. No. No puedes irte. No puedes irte, lo prometiste – al ver que Rubén terminaba de entenderlo, comenzó a gritar -. ¡Me lo prometiste! ¡Dijiste que no te irías! ¡Dijiste que no nos dejarías! ¡No, Ruby! No. No – sollozó.

Rubén se agachó y la miró.

- Haz lo que papá diga, ¿vale? No quiero que te lastime – se acercó a su oído y le dijo -: no es cierto, Ginny. No me iré. Pero debes cuidar a mamá, ¿de acuerdo? Si no cuidas de mamá no podré volver.

Ginny asintió y no dijo nada. Él miró a su madre, que temblaba y lo observaba con impotencia.

- Haz lo que sea mejor para las dos. Cuida de Ginny. Volveré pronto – las abrazó –. Este imbécil no es nadie para separarme de mi familia – murmuró en voz baja.

Tomó los guantes de su habitación, un buzo y salió por la puerta.

DAMN. Perdón, este capítulo es un tanto corto, pero en el siguiente habrá el salseo de siempre :D Había decidido dejar la novela, pero de casualidad entré y ONLY SHIT 41 VISITAS D: No pude resistirme y la continué n.n Gracias <3

PD: AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA

Son solo tres Palabras (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora