IV. ☆ Enojos pasajeros ☆

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Luego de las cuatro de la tarde Gris me envió un escueto mensaje de que estaba bien y que hablaría conmigo al otro día; no dio ni un solo indicio de estar afectada por nada así que asumí que lo de la pelea con Diego no había ocurrido; en algo Karma tenía razón: si eso pasaba Gris vendría a mí antes que nada, eso no estaba puesto en duda.

Así pues, con la tranquilidad de que al menos no había sucedido algo terrible subí a mi habitación a terminar un trabajo de Historia que había retrasado por mucho tiempo... y que seguí retrasando un poco más porque ni media hora había pasado cuando vi que mi ventana con vida propia empezaba a abrirse lentamente.

Pensé con ironía que hace un par de meses eso me habría hecho salir corriendo de la casa y luego buscar una limpia con hierbas y rezos; eso me hizo sonreír, pero quité pronto el gesto al recordar que estaba enojado con Karma.

La ventana subió hasta estar completamente abierta, pero nada pasó pronto; me lamenté de la forma en que el corazón se me despertó, pero no me moví de mi silla pese a saber que Karma lo estaría escuchando con claridad. Aguardé unos minutos y entonces quien entró flotando fue Pelusa, la perrita de juguete de Karma. 

Admito que eso me dio un pequeño susto porque era un perro estático de quince centímetros de largo flotando y dando vueltas en el aire, entonces aterrizó en el suelo y dio dos volteretas moviendo su cola. El Secreto de la Felicidad surtió efecto y solté una corta carcajada a la vez que me cruzaba de brazos. A los pocos segundos entró una llamada a mi teléfono de parte de Karma.

¿Puedo subir un momento? Quiero recoger a Pelusa. Se me escapó y la necesito.

—¿El perro de juguete se te escapó y entró por mi ventana a dar volteretas por su cuenta?

Es un poco traviesa —replicó y pude adivinar una sonrisa del otro lado de la línea— y tiene fijación con las habitaciones de hombres jóvenes. No es mi culpa.

—¿Se te escapa demasiado?

De vez en cuando. Vamos, no me dejes afuera con la angustia por mi perrita Pelusa.

—Te la puedo lanzar por la ventana, o...

—Y vivo a más de media hora, estoy cansada por el viaje, déjame descansar un poco.

Encontré la situación divertida cuando no pude quitar la sonrisa por más que lo intenté. El que Gris ya se hubiera comunicado conmigo influyó bastante en que no pudiera decirle que no a Karma pues ya estaba tranquilo al respecto... o eso creo, a veces pienso que de todas maneras le habría dicho que sí.

—Puedes entrar un rato a descansar.

¿Me abres la puerta?

Entra como Pelusa.

Vine sola. No puedo subir a la ventana sin que Ray me ayude.

¿Y no puedes abrir la puerta igual a como abriste la ventana?

Sí puedo, pero eso es allanamiento ilegal si no me dan permiso.

Te doy permiso.

¡Genial!

La llamada se colgó y a los pocos segundos escuché la puerta de abajo abriéndose con tanta suavidad como si le hubieran metido la llave. Oí a Karma subiendo por los escalones, pensé que entraría así no más a mi habitación, pero al llegar tocó con sus nudillos. Blanqueé los ojos y apenas di la vuelta en mi silla sin levantarme para estirar la mano y abrir.

—Esa también la podías abrir, ¿sabes?

—Te propongo algo. De esta puerta hacia acá estás enojado por lo de Gris, pero de la puerta para adentro lo olvidas y estás feliz, ¿te parece?

Karma de Estrellas  •TERMINADA•Where stories live. Discover now