10. JOEL y el sexo.

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"Señor mío, ¿Cómo he llegado a esto?".

A Joel le quedaba en la cartera un total de dos euros y cuarenta céntimos para subsistir en el preciso momento en el que ese chico atractivo se había agachado frente a él y le había propuesto dormir en su casa.

Llevaba más de tres semanas viviendo en la calle.

Había recurrido a todos sus familiares, que se habían negado a abrir las puertas de su hogar hasta que prometiera abandonar su "estilo de vida pecaminoso". Estaba hasta la polla de ese chantaje digno del medievo en el que le obligan a rechazar su verdadero yo para ocultarlo en una oscura caja de secretos familiares y fingir que no había pasado nada. La reputación de su familia no valía tanto.

Harto y cansado de aquella situación había gritado mandando a la mierda a todos y a todo, cosa que un mes anterior no había creído posible.

Gritándose a través de la línea telefónica le había dicho a su padre que si le avergonzaba tanto que su hijo chupase pollas se olvidase de que tenía uno porque él no iba a dejar de ser maricón por arte de magia.

Por primera vez en su vida, y pese haber mandado su comodidad y su futuro al carajo, se notaba tranquilo consigo mismo impulsándose con las alas de la libertad. Tenía muy claro que no pensaba volver, no. Vivía sin necesidad de ocultar lo que sentía, lo que era ( y no se trataba solo de su orientación sexual. No. Ojalá). Comparado con todo lo oscuro que notaba crecer en su interior, ser homosexual era el menor de sus conflictos.

Muchas noches se sentía levemente culpable por no sentirse tan triste como debería, actuaba con frialdad la mayoría del tiempo y cuando lloraba no era por echar de menos a su familia sino por los contratiempos que le ocurrían en su aventura callejera. Su cuerpo actuaba ante las putadas que le iban sucediendo creando emociones como la ira o la frustración y luego, cuando desaparecían... Nada, vacío, solo fría tranquilidad en su interior. Lo cierto era que no lamentaba haberles dejado, solo lamentaba que hubiese sido necesario.

Al quinto día le habían robado la maleta con su ropa, de modo que se podía decir que Joel en aquel momento solo poseía lo que llevaba puesto. Era oficialmente un vagabundo.

Al principio, las primeras noches, las había estado pasando durmiendo agazapado en iglesias que se mantenían abiertas. Se había intentando resguardar del frío en duros bancos de madera rodeado de crucifijos y santos que parecían juzgarle.

Pero habían acabado echándole diciendo que llamarían a la policía.

Comprendiendo que la casa de Dios no podía ser también la suya había dormido en portales, en la estación de autobuses y en el baño del metro.

Los últimos días simplemente se quedaba en bares esperando a que cualquier tonto le invitase a tres copas creyendo que estaba ligando. Se iba con ellos manipulándolos a su antojo para dormir en una cama cómoda y ducharse; y echar un polvo, que tampoco estaba de más.

Tras traspasar la línea en la que se acostó con esos desconocidos por una finalidad material y no por simple deseo, fue sencillo aceptar cualquier otro tipo de invitación.

Y cuando un hombre de mediana edad, no demasiado feo, le había propuesto dinero a cambio de una rápida mamada en el baño del metro donde estaba durmiendo... Joel no encontró razones para negarse.

Aceptó.

Con ese dinero compró una manta para taparse por la noche (que al día siguiente le había robado un sintecho) y un bocadillo de pollo.

Joel había acabado vendiendo su boca cuando su lista de amantes apenas se engrosaba a cinco personas, luego fue el resto del cuerpo. Desde su punto de vista frío y calculador no veía ninguna diferencia entre acostarse con ellos para aceptar su dinero, o hacerlo para aceptar su ayuda.

IF IT HADN'T BEEN FOR LOVEDove le storie prendono vita. Scoprilo ora