Casi lanza una maldición, se había puesto muy duro.

—¿Crees que sería un buen lugar para ponerlo? —la voz de Mikoto sonaba como la miel, era dulce, limpia y estaba poniéndolo en llamas.

—¿Cómo? —preguntó, después de un momento de silencio. Mikoto se dio la vuelta y le miró, completamente ignorante de lo que pasaba por la mente de Mars.

—El tatuaje, escuché que ahí duele mucho —él parecía preocupado, como si estuviera contemplando seriamente el tatuarse. Mars se acomodó en la silla, tratando de no delatarse.

—No lo sé, depende de la persona —explicó, tratando de hilar pensamientos coherentes después del embarazoso momento. Estaba rezando porque Mikoto no se diera cuenta de nada, sobre todo porque seguramente terminaría por echarlo de la casa si lo notaba—. Yo tengo uno en el ante brazo, me dolió hasta el alma, pero mi hermana se tatuó conmigo y estaba como si nada —explicó. El recuerdo de su hermana hizo que se le bajara de golpe. Estaba frío de nuevo.

—¿En serio? ¿Puedes enseñármelo? —Mikoto se le acercó un poco, por lo general era el tipo de persona que rehuía al contacto físico, pero Mars tenía la teoría de que la verdadera personalidad de Mikoto era extremadamente cariñosa.

—Por supuesto —Mars se jaló la manga de la camisa y le mostró un elaborado diseño con un pez koi. En ese momento el pez estaba un poco desteñido porque hacía tiempo que no lo retocaba, pero de todas formas Mikoto parecía fascinado.

—Qué bonito —dijo, tomándolo del brazo con un toque suave. El chico se inclinó hacia él para admirar con más detalles la imagen, sus ojos brillaban observando el dibujo y Mars hacía lo posible por no aspirar la loción cítrica que emanaba al moverse.

—Puedo llevarte con mi amigo si quieres que te haga uno, solo avísame —comentó mientras hacía una nota mental, recordándose que necesitaba tener sexo pronto.

—Oh, no, está bien, deben ser caros, además, no me atrevería a hacerme uno —comentó, pensando en lo tremendo que sería para su familia si se enteraban que estaba tatuado. Iban a gritarle hasta el próximo año.

—Avísame si cambias de opinión —dijo con una sonrisa divertida, mientras examinaba el rostro de Mikoto. Definitivamente era adorable, pero no era su tipo, estaba casi seguro de eso, sin embargo, entre más lo observaba los pensamientos sucios comenzaban a desbordarse dentro de él. Mikoto también era encantador y Mars se consideraba un hombre saludable y vigoroso que solía escuchar a su cuerpo cuando este tenía necesidades.

Haciendo cuentas notó que en serio hacía bastante tiempo desde que no había tenido sexo, al menos, bastante tiempo para alguien que solía tener aventuras frecuentes. Una de las cosas que le gustaba de la idea de tener una pareja fija era poder estar con alguien con quien fuese compatible en la cama, pero desde que las cosas salieron mal con Chris la suerte se le fue y las parejas eventuales solían implicarse rápidamente.

Mars disfrutaba de las relaciones libres mientras las dos personas estaban de acuerdo, él no era de los que prometían amor para obtener sexo, siempre fue claro con sus compañeros y en su mayoría, sabían atenerse a las consecuencias de la implicación emocional, pero mirando a Mikoto no se lo imaginaba manteniendo el corazón fuera de la cama.

Mikoto era una persona de pareja, por lo que Mars se dijo a si mismo que por muy caliente que le pusiera, sería mejor evitar aquella clase de conversación, porque, aunque tuviera necesidades carnales, se había dado cuenta que Mikoto mitigaba otro tipo de deseos: los de compañía y comodidad.

—Te quedaste pensativo —Mikoto lo observaba con la expresión en blanco, probablemente estaba tratando de encontrar una razón para el comportamiento de Mars.

El instante más hermoso de la vidaWhere stories live. Discover now