II. ☆ Pintura corporal ☆

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Estaba medio de espaldas a mí... quitándose la blusa. Mi primer reflejo fue quitar la mirada, pero el instinto me obligó a no moverme de mi sitio. El largo cabello plateado le tocó la cintura desnuda cuando giró su cabeza y con unos ojos de picardía, me sonrió de lado. 

—Tengo más espacio en la espalda.

La vi llevar las manos al broche de su sujetador y tragué saliva cuando lo desató. Percibí un calor incómodo en el rostro ante su descaro; juro por cada dios que existe que no esperaba algo así cuando le pedí ayuda con mi pintura, yo solo quería inocentemente su brazo. Yo me tomaba muy en serio lo de llevar todo con calma porque sentía que, de presionar solo un poco, Karma se alejaría de mí, se arrepentiría de estar —en ese extraño pero cómodo acuerdo— conmigo y todo se iría al traste. No quería eso.

Pero ahora la tenía en frente, sin blusa y usando ese tono cruel con que sabía que podía idiotizarme. Me quedé tanto rato mirándola —a los ojos ladeados, por fortuna— que Karma soltó una risa burlona.

—El... el... el brazo era... era suficiente —balbuceé.

Me sentí tan idiota de prácticamente tartamudear, que desvié la mirada a mi escritorio de nuevo para recobrar la concentración. Su voz atravesó la habitación:

—Podrías hacer algo más bello en mi espalda. Quiero que ganes ese concurso... —Hizo una pausa hasta que volteé a observarla—. En serio quiero, quiero que ganes, Marco.

Me mentalicé a gritos "Un dibujo. Pintura. Algo bonito. Luego le tomo foto para el concurso, ella se quita la pintura, se viste y ya está" y con eso quise que mis nervios se fueran.

No funcionó.

Vi embelesado a Karma caminar hacia mi cama solo unos pasos más allá, cruzando uno de sus brazos sobre su pecho, cubriéndose. Se recostó boca abajo, moviendo todo su cabello a un lado para dejar su espalda despejada. Me quedé paralizado junto a mi escritorio, con los brazos llenos de tarritos, pidiendo al cielo que el corazón volviera a su pulso normal o me daría un ataque dañino.

—¿Y? —interrogó—. No tengo mucho afán, pero tampoco todo el día.

Me grité de nuevo "solo es una pintura, solo es una pintura" y lo repetí como un mantra a medida que me acercaba y ponía los frascos de pintura en mi mesita de noche justo junto a la cama.

Una parte de mi cabeza decidió recordar que Karma era capaz de escucharme el corazón a muchos metros de distancia, así que el cálculo de cómo lo escuchaba en ese momento estando tan cerca, me avergonzó. No quería que pensara que tenía otra intención aparte de pintarla; me había tomado desprevenido, pero aún así ella solo esperaba ayudarme con lo del concurso, así que eso debía hacer.

Pero Dios, hasta yo escuchaba a gritos mi latido; qué vergüenza con ella.

Tomé la botella de agua y empapé uno de los trapos blancos. Aclaré la garganta.

—Te pasaré primero este pañito, ¿de acuerdo? Es para dejar la piel lista para la pintura.

Al primer toque, Karma se enderezó un poco en su lugar, alegando que estaba frío. Le pasé otro paño seco para quitar la humedad y entonces me dispuse a destapar los tarritos de pintura.

Procuré poner cualquier cosa en mi mente que me alejara de pensamientos obscenos que la incluyeran, en serio no quería que ella pensara que me aprovechaba o que era uno de esos idiotas que no se controlan con una mujer como ella... aunque lo más seguro fuera que ya lo pensara.

Con poca porción de mi cerebro funcionando en lo que necesitaba, empecé a acariciarle la piel con el pincel. Al primer contacto se estremeció, riendo.

Karma de Estrellas  •TERMINADA•Where stories live. Discover now