La Otra Japón

396 29 4
                                    

Harrold no podía dormir. Aún sentía la presencia de fuegos fatuos danzando a su alrededor, susurrando mágicas palabras que le recordaban lo sucedido durante el día, manteniéndolo despierto en la oscuridad de la noche. Se daba cuenta de que a veces se pellizcaba para saber si en realidad el sueño había sido el partido y no lo que estaba intentando atraer para si en la cama. No lo parecía pues nunca se despertaba.

Los últimos tres días habían sido bastante extraños para el delantero reconvertido en defensa. Pasó de estar molesto con Travis a respetarlo profundamente, de meterse con Biel continuamente a acabar partiéndole la cabeza sin querer con su supertécnica, para luego convertirse en uno de sus mejores amigos junto a Wanli ChangCheng. De menospreciarlo a aceptar que, como decía el entrenador, tiene potencial. De tener a todos sus compañeros en contra a que Alessandro confiara en él y lograra marcar el gol decisivo que les daba el pase a la final de la fase asiática, mejorando además su supertécnica de disparo en el camino, consiguiendo de esta manera el respeto y perdón de la mayoría de sus compañeros, excluyendo a Riccardo, quién aún seguía molesto por su comportamiento. «No se lo recrimino, me comporté fatal, pero creo que ya va siendo hora de que me perdone. Si el propio Biel fue el primero en aceptar mis disculpas», pensaba para sus adentros.




Tras una noche analizando al rival de Japón en la final, se fue a la cama. Por lo que había podido observar, la final no iba a ser un partido de lo más difícil, sería duro, pero no representaría un gran desafío.

Le costó un poco conciliar el sueño, como siempre. Su cabeza no paraba de diseñar posibles entrenamientos para Inazuma Japón; le encantaba hacer ese trabajo y pensar en diferentes estrategias tras haber visto el estilo de juego del equipo rival. Recordó lo feliz que se puso cuando Hillman y Travis fueron a verle para proponerle ser el segundo entrenador del nuevo Inazuma Japón.

Revivió sus partidos como jugador del Inazuma, hacía ya diez años. No pudo evitar soltar alguna lágrima de la nostalgia.

A menudo, en mitad de un partido o de un entrenamiento de sus chicos, sentía ganas de unirse a ellos y jugar, pero no podía hacerlo. Un mundial se tenía que tomar en serio, lo sabía muy bien. Era hora de dejar paso a las nuevas generaciones. «Además, no juegan nada mal...». 

Poco después, se durmió.

Hubo unos golpecitos a su puerta, como de costumbre. Jude se despertó con estos ruidos y avisó de que ya no hacía falta dar más toques.

Jude se vistió con su traje, su corbata y unos pantalones tejanos, y, para acabar, y lo que era para él lo más importante: sus gafas verdes. Esas gafas ya eran parte de él mismo; aún recordaba cómo llegaron hasta él, fueron el último regalo que Ray Dark le hizo a través de su testamento. Se hizo un juramento de nunca perderlas y llevarlas siempre cerca de él, una promesa que aún no había incumplido.

Cuando terminó de vestirse, salió. Fuera estaba el causante de los golpecitos en su puerta, Percival Travis. Juntos, se dirigieron al comedor, un lugar tranquilo donde solían planificar meticulosamente cada detalle antes de que los demás chicos despertaran, una hora después.

—¿Qué, has descubierto alguna cosa? —le preguntó el entrenador, su manera de hablar era fría y seca, pero sentía que solo él conseguía que Inazuma Japón tuviera posibilidades de coronarse campeona del mundo, ya que debajo de su "máscara" de duro y exigente se escondía un hombre que se preocupaba por todos y cuyos movimientos y decisiones tenían siempre una razón de peso.

—Bueno, por lo que he podido averiguar nuestro rival no es un equipo poderoso en sí mismo. Lo que pasa es que es un equipo muy defensivo, y no precisamente por sus defensas. Según lo que he podido documentarme, es su portero el encargado de detener todos los disparos. Personalmente, los veo como un equipo inferior a China, y creo que nuestros jugadores no tendrán tantos problemas en la final como los que han tenido en la semifinal.

Inazuma Eleven Go: ¡Mundial, allá vamos!Where stories live. Discover now