❁ Capítulo 34: Tesoro

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JiMin

— ¡Mierda, necesito una silla de ruedas! — la señora Min ya se había encargado de limpiar mis lágrimas varias veces, pero estas aún seguían deslizándose por mis mejillas y no había nada que pudiera hacer para detenerlo, al igual que tampoco podía detener el dolor.

— ¡Una silla de ruedas, traigan una silla de ruedas! — nunca imaginé que mi suegra perdiera los papeles, pero lo hizo en cuanto me bajaron de la ambulancia en la camilla y me adentraron a emergencias.

Veía todo borroso a causa de las lágrimas, pero eso no impidió que escuchara como algunos paramédicos iban de aquí para allá en busca de una maldita silla de ruedas, pues tenía que subir al sexto piso y la camilla, al parecer, no podía utilizarla todo el tiempo.

No sentía que el tiempo estuviera avanzando como debía, pero cuando me cargaron y depositaron en la silla de ruedas sentí que había pasado, por lo mínimo, más de media hora. La señora Min junto a una enfermera se encargaron de subirme hasta el sexto piso, mientras esta última iba apuntando todos mis datos. La ambulancia me había traído a la clínica más cercana, pues según escuché a algunos paramédicos estaba listo para dar a luz y ellos no tenían los implementos necesarios para recibir a un bebé, por lo que me hallaba muy lejos del doctor que estaba a cargo de llevar mi embarazo.

— ¡Wow, al parecer todos los bebés quieren nacer hoy! — la recepcionista nos recibió con un chiste que a decir verdad no me causaba tanta gracia. — ¡Oiga, a usted también lo conozco! — me dijo una vez que recibió los documentos de la enfermera. — ¡Usted es el entrenador de famosos! Gracias a usted bajé más de cinco kilos después de mi tercer embarazo. — la señora se veía muy amable, incluso nos acompañó en todo el trayecto hacia la habitación, narrándome todos los acontecimientos de su día, empezando por un loco que parecía querer matar a su esposo y luego sobre otra pareja famosa a la cual se le había adelantado el parto. — Está es su habitación, llamaré al doctor para que se acerque lo más rápido posible, pero coloquese la bata.

Asentí y aunque no quería, tuve que recibir ayuda de la señora Min, pues ni siquiera podía sacarme la camiseta y mucho menos los pantalones.

Como dijo la recepcionista, un doctor apareció a los pocos minutos que terminé de cambiarme en compañía de un enfermera. El doctor era joven y parecía inexperto, a diferencia de mi doctor personal, pero no tuve ninguna queja cuando comenzó a hablar, a revisar la pequeña historia que había realizado la enfermera hace unos minutos y posteriormente me pidió que abriera las piernas, colocándolas encima del soporte de rodillas.

— Está totalmente dilatado y listo para dar a luz. — dijo el hombre, vi de inmediato a mi suegra, quien parecía entre emocionada y asustada. — Tiene que pujar señor Park, así que le ruego que en cuanto le indique, lo haga con todas sus fuerzas y si no puede aguantar puede agarrarse de los apoyabrazos.

La camilla era de aquellas que se hacían especialmente para partos verticales, por lo que me encontraba medio sentado, con las piernas separadas y apoyadas en los soportes para rodillas, y con dos personas totalmente desconocidas viendo por debajo de mi bata. Definitivamente necesitaba de YoonGi, pero sabía que no podía estar a mi lado ahora, por lo que solo asentí con temor ante las palabras del doctor, mientras la señora Min me trataba de tranquilizar, limpiando mi frente llena de sudor y diciéndome que dentro de unos meses no recordaría el dolor, pero definitivamente sí lo haría.

Pujé con todas mis fuerzas cuando el doctor lo indicó y este comenzó a incitarme a intentarlo de nuevo. Me agarré muy fuerte del apoyabrazos y volví a pujar, recibiendo más gritos de parte del doctor.

No sé cuántos minutos estuvimos de esa manera, pero luego de rendirme y echarme para atrás, la señora Min me insistió en que lo hiciera de nuevo, que yo podía. Le sonreí a medias y negué, comenzando a llorar.

— ¡Vamos señor, Park, solo una vez más! — el doctor insistía, como si la cabeza de la bebé ya hubiera salido.

Me volví a agarrar del apoyabrazos y pujé con todo lo que me quedaba de fuerzas, para luego volver a rendirme.

— Veo la cabeza, solo tiene que hacerlo unas dos veces más, señor Park.

El doctor hablaba como si dar a luz fuera fácil y aunque no quería hacerlo, la señora Min me seguía animando. Pujé una vez más y el doctor sonrió, animándome a hacerlo una vez más, por lo que lo hice de nuevo, escuchando al instante el llanto de un bebé.

La señora Min se acercó al doctor, quien estaba arropando a la bebé en una manta rosada.

— Es una linda y fuerte niña. — fue lo último que dijo antes de entregársela a mi suegra. La señora Min estaba totalmente sorprendida y hasta cierto punto parecía a punto de llorar.

— Lo hiciste bien, cariño. — susurró ella, acercándome a la bebé. La cargué como pude y sonreí, viendo cómo su carita se ponía roja de tanto llorar. Había heredado la piel de YoonGi y tenía sus ojitos. Sin embargo, su nariz y labios eran muy parecidos a los míos; era tan preciosa, tierna y delicada, un completo tesoro, por lo que tenía mucho miedo de hacerle daño al abrazarla contra mi pecho. — Llamaré a YoonGi. — me susurró, para luego alejarse y buscar su teléfono.

Me alejé un poco de mi hija para verla mejor y comencé a llorar. Ella se detuvo por un momento y me miró, parecía reconocerme, al igual que yo lo estaba haciendo con ella.

— Hola mi amor... soy yo, tu papi... — sorbí mis mocos y acaricié su pequeña mejilla. Era tan hermosa, realmente era el regalo más precioso que la vida me pudo haber dado y ahora mismo no importaba qué tanto había sufrido para tenerla en mis brazos, porque sabía que lo volvería hacer con tal de tenerla siempre a mi lado.

 Era tan hermosa, realmente era el regalo más precioso que la vida me pudo haber dado y ahora mismo no importaba qué tanto había sufrido para tenerla en mis brazos, porque sabía que lo volvería hacer con tal de tenerla siempre a mi lado

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