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Lean el mensaje del final, por favor.

...

Estaba más que entusiasmado, pero al mismo tiempo estresado, pues había una razón para cada emoción.

Había pasado una semana y media desde que su negocio de naranjas inició, era lo único que vendía con la excusa de que precisamente era lo poco que podía cargar aunque de sobra sabía que para él no era nada con tremendo poder. Sin embargo, necesitaba más semillas para cosechar, ya que naranjas producía en gran cantidad. Siendo lo único que vendía, lo único que comía y lo que más le duraría.

No estaba preocupado por ello, había obtenido mucho dinero, aquel que iba ahorrando poco a poco y gastando en lo necesario para poder arreglar su casa. Lo primero que planeaba tener era una cama o al menos un colchón, era demasiada incómoda la bolsa de dormir desgastada en la que dormía. Y cuando intentó ponerle ramas o algo por el estilo, encontró bichos y arañas tratando de comerlo vivo, al menos eso pensaba él.

Desde que la señora Wang le prestó la camioneta como mesa para colocar las naranjas era más visible, la gente comenzaba a conocerlo más y lo ubicaba fácilmente, encontraba nuevos clientes y comenzaba a preservar algunos.

Ya que, un delicioso jugo de naranja en el desayuno era genial.

Constantemente le hacían preguntas sobre su vida, ¿cómo te llamas?, ¿dónde están tus padres?, ¿dónde vives?, ¿por qué trabajas tú solo?, entre otro tipo de largas dudas que la gente tenía sobre él. Y respondiendo escasamente, se libró de seguir siendo cuestionado, aunque no podría evadir por siempre, en algún momento tendría que aclarar o la gente podría sospechar.

Hasta ahora, lo único que había respondido era que su apellido era Jeon, tal vez debía inventar un nombre, pero su apellido lo tendría siempre presente. También había dicho que sus padres no estaban con él, lo que era cierto pero nadie preguntaba si estaban de viaje o muertos puesto que era algo incómodo. Lo leyó muchas veces en las mentes de las personas. Lo siguiente que reveló, fue que vivía en el bosque, cerca del pueblo, lo que era un tanto cierto, pues vivía en el bosque pero no tan cerca.

Debía comenzar a crearse una historia para ser contada, necesitaba la confianza de la gente.

En un pueblo pequeño donde todos se conocían, no podía llegar chico extraño de aspecto deplorable a vender naranjas. Sin nombre, sin historia que contar, con la única imagen de salir a delante.

Tenía demasiada historia que contar, pero no planeaba hacerlo, no quería hacerlo. Posiblemente, nunca la revelaría a nadie, hasta el último de sus días en esa tierra, donde sus huesudas manos crearían la última planta de su cosecha y se desharía en un ultimó suspiro de una larga y tranquila vida viviendo en medio del bosque cerca de un pueblo donde se convirtió en el anciano misterioso que vendía fruta.

No era una mala vida, no como la que quería, no podía llegar a tener ese sueño nuevamente, donde sería un importante protector y defensor de los derechos de los mutantes, donde su palabra pesaría y la nueva raza contaría como parte de la sociedad. No como monstruos a los que debería temerse, de eso estaba absolutamente seguro. No podía seguir soñando con un futuro donde tenía un buen trabajo, un hermoso esposo, padres amorosos y un bello hijo que adorara su perro viejito.

un suspiro escapó de sus labios, moviendo sus pies sobre el agua del río que corría de prisa y sin medida. Su mirada recorrió las piedras, llegando hasta la tierra del otro lado del río, rodando sus ojos y negando con su cabeza. Ahí iba la razón de su estrés.

Cada día desde que comenzó a volar de nuevo, se tomaba el tiempo de unirse a las nubes y descargar un poco de todo el sentimiento que mantenía guardado dentro de si mismo, manteniendo en forma su cuerpo y en equilibrio sus poderes. Sin embargo, no había podido estar solo como habría querido, pues constantemente encontraba en si la sensación de que era observado o seguido. Y, efectivamente, había encontrado al causante de esa incomoda sensación rodeandole con frecuencia, permaneciendo cerca.

Power | JikookWhere stories live. Discover now