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Jimin estaba sentado en el jardín del lugar, era una gran clínica compartida con un espacio para enfermos mentales y habíamos muchas áreas buenas, alejadas y seguras para él. Seguras para todos.

Había aprendido a disfrutar de su soledad, siempre estaba con Jungkook y cuando no era así estaba solo, no tenía el más mínimo interés por hacer más amigos por más que las personas le perseguirán, incluso antes del cambio, Jungkook fue una gran excepción. De alguna manera fue bueno, porque así fue más fácil asimilar que no le haría daño a nadie, sus poderes se descontrolaban en cualquier momento y eran peligrosos.

Excepto con Jungkook.

Jungkook lo mantenía en calma, lo mantenía en control, le ayudaba a mantenerse equilibrado. Con su sonrisa, con su voz, con sus juegos, los besos, caricias, tan solo con estar cerca de él. Por eso sabía, que nunca le haría ningún daño con su poder, porque era su ancla, quien lo mantenía en tierra, en un solo lugar. Jungkook lograba que la tormenta en su mar no le causara daños.

Y estar lejos de él era jodiamente difícil, como justo en ese momento. Estaba en modo fantasma y no podía cambiar, quería sus ojos miel, su cabello negro, su color natural de piel, lo necesitaba. Pero no podía conseguirlo, estaba siendo, simplemente imposible.

Aunque estaba ahí, sentado, con los ojos cerrados, concentrándose, no podía sentir el cambio, no estaba ese cosquilleo que le aseguraba la transformación de su anatomía. Entonces, el sol cálido de la tarde en su piel fue retirado de un momento a otro, abrió los ojos encontrando un hombre.

Era un muchacho tenía la piel muy pálida, en demasía, sus ojos eran esmeralda, el cabello lo tenía corto, las orejas largas terminando en punta, el rostro huesudo ya que era delgado, bastante y muy alto. Intuía que estaba en sus veinticinco años de edad, vistiendo una camisa blanca, con un pantalón de vestir azul marino y una corbata a juego. El chico le recordaba a un Ken o algo así como el Cameron o Dylan de las Bratz, programa que veía porque a Jungkook le entretenía, aunque ahora se negana a admitir. Pero, no importaba nada de eso, porque el chico tenía unas grandes, enormes, alas; eran lo suficientemente grandes para arrastrar en el suelo y ser más altas que su cabeza, el plumaje era azulado con verde como el de un periquito australiano.

─Tu cabello está cool.

─Gracias ─volvió a cerrar sus ojos, tratando de ignorar al chico. Pensó en su transformación.

─¿Estás haciendo yoga? ─mencionó el chico, volviendo a interrumpir.

─No.

Hubo silencio en el aire, unos momentos en donde trataba de recobrar su postura, pero ahí estaba, la sensación incomoda de que alguien lo estaba observando. Abrió los ojos con exasperación.

─¿No tienes cosas que hacer en alguna parte lejos de aquí?

─Ahora no. ¿Cómo te llamas?

─Que te importa.

Jimin volvió a cerrar los ojos, decidiendo ignorar de verdad al chico, sintió como el tipo se sentaba justo frente a él, sus rodillas se rozaron.

─¿Bueno a ti que te pasa? ─cuestionó con algo de agresividad.

─Eres muy gruñón para ser tan joven.

Power | JikookWhere stories live. Discover now