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Jungkook tomó su mochila, la colgó en su espalda y salió de su salón con pasos rápidos. Su mirada se movía nerviosa por todos lados y suspiró de alivio cuando estaba casi fuera de la escuela, justo en el pasillo donde habían jardineras con altos arbustos.

Su alivio se evaporó cuando tres niños bien conocidos se pararon frente a él, los tres bravucones que llevaban molestando en todo el mes. Sus rodillas comenzaron a temblar y su labio inferior salió para formar un puchero, mirándolos entre sus pestañas, siendo él más bajo que los tres mayores.

─¿Y nuestro dinero, marica?

Jungkook comenzó a mirar a todos lados, sin saber que responder, bajó la mirada al no ver a nadie, se resignó a pedir ayuda. Era su fin.

No había podido juntar el dinero en esa semana. Se supone debía pagarle a Eduardo y sus amigos cada tanto tiempo, todo comenzó cuando torpemente se tropezó y tiró leche de chocolate sobre el líder, lo que lo condenó fue recordarle al profesor sobre una tarea que él si había hecho; Eduardo no y estuvo castigado toda una semana sin dinero, ni salidas, ni videojuegos.

Había trabajado tan duro, ayudando a sus vecinos con los mandados y podando sus jardines -aunque casi no lo hacia porque el cuerpo le vibraba todo con la podadora y resistía muy poco llevándola-, pero no había podido juntar todo el dinero. Estaba en serios problemas.

─Te hablé, marica. ¿Donde está mi dinero?

─No lo conseguí todo, tengo una parte en mi mochila.

Uno de los bravucones le sacó la mochila de sus hombros, abriéndola y comenzando a revisarla, botando cosas fuera y encontrando una bolsa de plástico con monedas y billetes.

Eduardo tomó la bolsa con fastidio, miró a Jungkook y puso mala cara, sacó su dedo índice y comenzó a picar la frente del castaño.

─¿Me crees estúpido? ─dijo el mayor, continuando con su objetivo de picarle la frente ─. No es ni la mitad de lo que nos deben. ¿Estás imbécil?

─No, so-solo... Es que no-no pu-pude...

─Eish, tan marica. Deja de tartamudear.

La mano de Eduardo se levantó en el aire, Jungkook cerró los ojos esperando el golpe, un golpe que ya había sentido antes y no deseaba tenerlo ardiendo en su piel otra vez. Pero el golpe nunca llegó y sus ojos se abrieron.

─¡Eh! ─espetó Eduardo ─. ¿Quién demonios eres tú?

Jungkook observó una espalda frente a él, se asomó por el hombro del más alto frente a él y notó el perfil, el bello rostro y cabellos negros de su mejor amigo. ¡Había regresado!, y sostenía la mano de Eduardo con tanta determinación. Se veía tan grande a pesar de tener doce años.

Jimin movió su mirada a los bravucones, uno tenía la mochila de Jungkook, Eduardo aún tenía dinero, todos los miraban retadores. Luego movió su rostro levemente hacía a Jungkook, sin apartar la mirada de los niños menores que él.

─¿Están molestando a Jungkook?

─Metete en tus asuntos ─se soltó de su agarre e intentó empujarlo para atacar a Jungkook, pero fue agarrado de su camiseta y empujado contra los hombros de sus amigos ─. ¿Eres amigo del marica? ─retó Eduardo ─. ¿Quieres tener problema con nosotros?

Jimin les dio una sonrisa ladina.

─Ustedes dos, van a levantar las cosas de Jungkookie, me darán la mochila y el dinero, todo el dinero y luego saldrán corriendo antes de que estén llorando con sus mamís.

Los niños se miraron entre sí incrédulos, los tres sonriendo ladinamente y con expresiones molestas por la actitud del niño desconocido. En vez de cumplir las ordenes de Jimin, Eduardo tomó la mochila de Jungkook, tomándola de abajo para voltearla y que todo cayera al suelo, ladeando su cabeza para mirar a Jimin retadoramente y burlarse de su acción.

Power | JikookWhere stories live. Discover now