XXXI. ☆ Los celos y las mentiras ☆

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Marco entonces pulió una sonrisa burlona, más directamente burlándose de mí, lo cual me ofendió y me dispuse a rodearlo y salir, mas su mano aprisionó de nuevo mi muñeca. De repente me dio vergüenza estar actuando así, pero el orgullo no me dejaba decirle "ah, está bien, entiendo". Elegí orgullo sobre dignidad, algo muy humano de mi parte.

—No te imaginas lo mucho que me sube la autoestima que una preciosidad como tú esté celosa por mi culpa.

Lo malmiré, pero él no pareció amilanarse en absoluto. Marco miró con rapidez a ambos lados del pasillo; dado que las clases en sí habían terminado hacía un buen rato no era mucha, por no decir nadie, la gente que pasaba por ahí. Preví su intención solo dos segundos antes de que pasara, pero a consciencia no hice nada para detenerlo. Marco me haló la mano que me sostenía y guiándome un poco hacia la pared, me robó un beso que me hizo cerrar los ojos y saborear el paraíso. Mis manos viajaron pronto a su cuello, pero no para acariciarlo, sino para sostenerlo ahí con firmeza, con mis uñas clavándose en su piel, casi queriendo cobrar el que me hiciera sentir así. De lejos de seguro parecía que lo ahorcaba, pero la presión no era realmente fuerte.

Marco se separó luego dedesordenarme toda y observó otra vez a lado y lado como si quisiera asegurarsede que nadie nos había visto. Su corazón galopaba con fuerza, pero su sonrisatraviesa y temeraria no flaqueaba, era más que nada adrenalina, pero me daba igual, megustaba. 

—No todo en la vida se soluciona con besos —reñí, intentando sonar firme pese a que mi aspecto gritaba que me estaba derritiendo en ese maldito pasillo.

—Pero los besos lo hacen más llevadero. Lamento romper la regla número 1. No me odies por eso... y no te pongas celosa. Soy amable con todos, pero mis ojos y el resto de mí solo tienen atención prioritaria para ti.

—Le sigues gustando a Helena.

—Lo que es sumamente triste porque no hay nada peor que un amor no correspondido. Pero yo no controlo eso.

Lo miré a los ojos por un par de segundos, yo misma sentía mi gesto receloso y quise reírme de eso, odiaba sentir celos y odiaba más que se me notaran, sobre todo cuando pensándolo con lógica no tenían sentido... aunque he de admitir que el beso de Marco me había aplacado un poco... un bastante.

—Me gusta tu uniforme —comenté, señalando su vestimenta. En realidad, lo que me gustaba eran sus brazos que dejaba a la vista; habiendo visto antes la mitad de su cuerpo desnudo, el observarle los brazos era como un pedacito de tentación—. Y no me gusta Helena.

—Te besaría por horas en este pasillo para que te sacaras ideas raras de la cabeza. Solo salimos a cine una vez y... —La sonrisa de Marco se disipó como si hubiera recordado algo de suma importancia, luego me miró, serio—. ¿Qué dijiste hace un rato?

—¿De qué?

—Sobre mi cita con Helena. Que yo había dicho que todo empezaba así...

—Con una cita incierta —completé—, sí, eso me dijiste.

La seriedad de Marco se acentuó en una arruga de su entrecejo; yo no comprendía.

—No, no te lo dije.

—Sí, me lo dijiste en tu...

Y me detuve, recapacitando lentamente en cómo había metido la pata.

Él me lo había dicho en su sueño, en su habitación... donde yo no debería estar.

—¿En mi qué? —replicó, claramente molesto.

Me quedé sin palabras, sintiendo que palidecía a cada segundo más. Tragué saliva, consciente de que no podía retractarme ni mentirle; no esperaba que el momento de decir la verdad llegara tan de repente, pero el que fuera por accidente podía tomarse como buen camino para soltarlo... debía tomarlo como buen camino porque ya estaba ahí y no podía devolver el tiempo.

Karma de Estrellas  •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora