XXVIII. ☆ El ático de Marco ☆

Start from the beginning
                                    

El ático era tal cuál se espera que sea un ático: algo oscuro, con una pequeña ventana circular a la calle, con el techo inclinado en un semi triángulo que le daba al lugar la sensación de ser más pequeño de lo que era y con las vigas del techo marcadas. La única diferencia con los áticos normales era que ese no se usaba de bodega de trastes viejos sino de sala de Marco.

El suelo estaba repleto de almohadas de colores creando un colchón que ocupaba casi el noventa por ciento del suelo; las paredes eran negras, adornadas con varios lienzos coloridos que retrataban distintos animales, lugares y formas. Había una mesa ratona sosteniendo varias cajas de películas, un reloj y una tacita con dos bolígrafos y una cuchara. En casi media pared había un televisor, y en uno de los laterales del techo había un tragaluz que de momento dejaba entrar sol a una sección pequeña del gran suelo almohadado.

Había dos fotos pegadas junto al televisor, una de él con quien asumí era su madre (por la forma de la cara y el color de cabello, muy parecido al de él), y otra de él con Grishaild. Ese era el lugar más personal de la casa, el resto de lo que había visto era tan serio que no parecía ser de nadie, en cambio allí, todo gritaba Marco.

Me era imposible estar de pie, el techo era muy bajo. Marco ya de por sí debía encorvarse, a mí me tocó doblar casi media espalda. Marco al verme se rió.

—Supongo que solo puedes estar sentada acá adentro.

Hice una mueca pero era razonable así que me agaché y gateé unos pocos pasos para acomodarme en una esquina de las almohadas, lejos de la luz del sol.

—Es bonito. Debe ser divertido mirar películas acá.

—Sí, me encanta hacerlo. Mi padre nunca ha subido porque dice que le duele la espalda pero solo son excusas, de hecho me dio esta habitación de abajo solo para no desperdiciar el ático pues estaba seguro de que él no lo usaría. Gris y el hermano de Diego son los únicos que han venido... y ahora tú.

—Pues te agradezco en que me dejaras entrar.

—¿Puedo hacer una pregunta algo grosera? —dijo, sonriendo con picardía infantil. Asentí, igual de sonriente—. ¿Cuánto mides? Lo siento, es que sé que hasta yo debo encorvarme acá, pero de repente me pareciste muchísimo más alta.

Solté una risa entre dientes.

—Mido metro setenta y nueve. Pero aún me queda un año de crecimiento, no se sabe a dónde llegaré.

—Nunca creí que una chica me haría sentir mal con mi uno setenta. Eres un caso raro.

Lo dijo muy en broma y soltó una carcajada burlona que rellenó el espacio entre nosotros. Me encantaba el sonido de su risa, y más cuando era tan natural. Cuando estábamos solos y reía así, yo sentía que era un momento privado único que solo nosotros compartíamos... era solo una ilusión, pero era una ilusión linda.

—Tienes la estatura perfecta, me gusta así.

—Tomaré el halago, gracias.

Marco llegó a las almohadas también (pues había estado conectando el televisor al enchufe de la pared) y se quitó su chaqueta, dejándola sin cuidado en una esquina. Encendió el televisor pero sin intención de mirar nada, creo que solo buscaba una manera de que yo no fuera lo único en lo que pudiera concentrarse. Noté con una mezcla de satisfacción y desagrado que tomó el lugar más alejado de mí, que no era mucho dado el espacio pero se entendía que deseaba estar distante.

—Y bien... ¿de qué quieres hablar? —pregunté.

—No estoy seguro. De momento solo quería que no te fueras. Podemos empezar por ahí... ¿por qué te quieres ir siempre?

Karma de Estrellas  •TERMINADA•Where stories live. Discover now