XX. ☆ Karma hecha de impulsos ☆

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Pensé en la noche de su sueño en que me pidió hacerlo nada más se lo dije, recordé la sensación, la suavidad y el placer de tocarle el cabello e ir bajando por su piel. Una parte de mí esperaba que me repitiera la petición, pero en cambio, y como pensé, despierto era más decente:

—No es una indiscreción —respondió finalmente—. Y es algo raro, a decir verdad.

—¿Raro?, ¿te parece raro que considere tu cabello tentador?

—Me parece raro que consideres que no tienes pase libre para tocarlo.

Si es posible escuchar elmomento en que un corazón salta dentro del pecho, lo oí del mío cuando dijoaquello. La idea era intentar atraerlo, pero él era quien me atraía a mí; planeabadejarlo sin palabras y tontamente fui yo la que callé, aturdida. Tuve que tomarde mi botella de agua y respirar un par de veces fingiendo indiferencia antesde poder responder.

—Quizás algún día lo haga.

—¿Recuerdas que enumeraste mis debilidades en el parque la vez pasada? —Soltó. Asentí—. Pues la cuarta era "recibir un piropo de Karma". De ti, nunca será inapropiado.

Su mirada me tentó demasiado de soltarle algún comentario que sí sonara inapropiado o de pedirle que me besara o de exigirle que dejara de acelerar su corazón al hablarme. Me entraron las mariposas al cuerpo con tanta velocidad que casi me asfixio antes de que la última anidara; tuve la necesidad de alejarme de él antes de ser exageradamente evidente en lo mucho que me afectaba su presencia.

Me puse de pie y no pude mirarlo de nuevo, al contrario agaché el mentón hacia el suelo y sin despedirme, salí de la cafetería. Marco, casi retándome, vino tras de mí.

—¿A dónde vas? —preguntó, con su paso a la misma altura del mío—. Aún no acaba el receso.

—No quiero estar en la cafetería, ya me aburrí —respondí, intentando no trotar por los pasillos—. ¿Y tú, a dónde vas?

—No sé, contigo.

—¿Por qué?

—¿Por qué no?

—No te estoy negando nada.

Llegamos a mi casillero y usé la acción de abrirlo y guardar un par de cosas como buen uso de mi tiempo. Marco recargó su espalda en el casillero vecino y flexionó una de sus piernas para poner el pie contra la pared; no sé si lo pretendía, pero esa pose le dio un aire muy atractivo. Llevaba una camiseta negra con un león estampado y un simple jean, no era nada fuera de lo común, pero mi mente me trajo la imagen algo distorsionada de su pecho desnudo de unas noches atrás y no pude hacer sino sonreírle, como si él pudiera ser cómplice de ese recuerdo. 

—¿De qué te ríes, Karma de Estrellas?

—No me estoy riendo, solo sonrío.

—¿A qué le sonríes?

—A ti. No hay nadie más por acá hablando conmigo.

Marco me miró con seriedad por un par de segundos hasta que lentamente fue dibujando una sonrisa.

—¿Por qué me diste chocolates de alien? —soltó.

Sacudí la cabeza un segundo, confusa por su pregunta.

—¿Qué?

—¿Cómo sabías que esos chocolates me encantan?

—A todo el mundo le gusta el chocolate —resolví con simpleza.

—Sí, pero esos chocolates son especiales.

—Los vi muy comunes en la tienda.

Mi mano estaba adherida a la puerta del casillero que seguía abierta, como si nos creara una pequeña cortina del mundo al otro lado. Marco se incorporó y se ubicó casi frente a mí, más cerca de lo que había estado antes.

Karma de Estrellas  •TERMINADA•Where stories live. Discover now