Puras mamadas

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Tres chicos se encontraban sentados en el sillón, el mayor de los tres se encontraba en una esquina cubriendo su rostro, habría dado su primer beso de no haber sido interrumpidos, además de que se maldecía a si mismo por haber llegado a este punto tan de la nada, el mexicano mayor por su parte se encontraba en medio de ambos chicos mirando incómodo primero al chino y luego a su mejor amigo, por último el mexicano menor quería golpear a su mejor amigo por arruinar el momento y además, estaba nervioso, básicamente Hiro le había dado una indirecta de que lo quería ¿no?, podría arriesgarse.

El ambiente era incómodo, con dos chicos en cada esquina pensando demasiadas cosas, un mexicano en medio con el corazón roto e incómodo por arruinar el momento de sus amigos.

—Nuevamente lo siento, ¿Quieren que me vaya un rato? —murmuró intentando recibir el perdón de sus amigos.

—Sabes que, chinga tu madre, esto no es un libro de amor así que —sin previo aviso el mexicano menor se levantó de su asiento acercándose a su chino "culo si no", retiró las manos del rostro del más bajo uniendo sus labios mientras le sujetaba las muñecas, por fin después de mucho, al fin lo había hecho, ¿Debía decir que era la sensación más increíble que el moreno había experimentado en toda su vida?

Le valía madres que su amigo estuviese ahí, era su chino, así que tomaría la libertad de besarle donde quisiera.

Pendejo... —la voz suave y apenada del japo-americano se escuchó mientras era escondido en los brazos del mexicano menor, su rostro rojo y los nervios a flor de piel.

—Ora, comiendo pan enfrente de los pobres —eso causó una risa en el moreno quien sólo acariciaba el cabello de su ahora e indudablemente chino, su Hiro—. Bueno, los dejo, me voy a mi cuarto —el mexicano mayor anunció y tal como lo mencionó se fue, tanto para darles espacio a ambos jóvenes como para desahogarse en su cuarto, por el momento necesitaba eso.

....
—Hiro, hay movimiento cerca de tu área, debes moverte, no puedes estar solo, además sigues herido— la voz alarmada de Honey Lemon hizo que el menor mirara todo su espacio.

—No se ve nada raro, pero descuida, tendré cuidado.

El menor iba distraído, claro que sí, hace unos minutos había recibido un beso por parte del mexicano que lo ponía todo raro y torpe, aunque la magia no duró mucho cuando sus amigos le avisaron de la emergencia, dejando al mexicano en su hogar y correr a vestirse y por Baymax.

—¿Puedes verlo Baymax? —preguntó a su amigo mientras buscaba concentrarse, debía dejar de pensar en Miguel y concentrarse en la emergencia, "¡Control, Hamada, Control!" era lo que repetía en su mente.

—Hiro, hay una fuente de calor cerca tuyo, de verdad aléjate de ahí —el menor sólo ignoro eso—.  ¡Hiro!

—Baymax, puño cohete —murmuró el más joven del grupo, primer estallido, habían dado en el blanco—. Chicos, los veo ahí, si no se sienten bien, prefiero que no lo hagan, no quiero que pase algo más.

Ante esa casi orden, el grupo de jóvenes llegó donde se veía el caos de la caída del tipo, ya no era más el ayudar a quien estuviese bajo esa armadura, se había vuelto muy personal y ahora los jóvenes buscarían la justicia de todos aquellos inocentes.

—¿No se cansan de seguir fracasando?, no pueden detenerme, sólo déjenme hacer mi trabajo, cuando ustedes caigan la ciudad será perfecta y no habrá más lastimados, uno por uno, quítense su casco, dejen que toda la ciudad de Sanfransokyo conozca a sus héroes y sepan a que tumba ir a rezar —el escalofrío de los jóvenes héroes fue notorio, tenían miedo, por supuesto que sí, más que en cualquiera de las otras veces, pero sólo caerían cuando ya no dieran para más.

—Terminemos esto, lejos de toda la ciudad, quieres eliminar a los grandes héroes, estas personas nada tienen que ver —la voz del joven salió fuerte y segura, aunque para sus adentros era totalmente lo contrario.

—Una pelea justa, manteniendo lejos a la ciudad, manteniendo la seguridad de las personas y de la misma, pongamos fin a esto—la coreana se colocó a lado del Hamada.

Ninguno estaba seguro de poder sobrevivir a lo que venía, pero habían decidió ser héroes no sólo para mantener con vida el legado de Tadashi, con el tiempo ayudar a las personas era también su motivación, iban a proteger a todas estas personas, ese era su trabajo.

—Bien, grandes héroes, ustedes digan el lugar, quiero ir idealizando dónde quedarán inertes los increíbles héroes de Sanfransokyo— su risa no fue nada amigable, aun siendo robótica era suficiente para que el miedo calara los huesos de los jóvenes genios—, A las ocho, ¿les gustaría el lunes? día aburrido, busquen el lugar, se cómo encontrarlos— nuevamente su humo dejando a los jóvenes sin aire, era un niño quien ahora estaba en el suelo, muerto con varias heridas y su rostro no parecía nada del de un niño, con todos esos golpes.

No sólo eso les heló la sangre a los jóvenes, el que el lograría encontrarlos ¿Sabía quiénes eran?

.....


—No, no, no, no, no, ni de pedo pendejos, ninguno va a ir a esa pelea— ahora Marco era el encargado de ayudarles a los jóvenes—, no mamen, esto es serio, podrían...

—Morir, lo sabemos, pero es nuestro deber, nosotros elegimos ser los superhéroes de esta ciudad, es nuestro deber protegerla y a su gente—el chico de cabello rebelde ahora era quien enfrentaba a el moreno, ambos estaban en una disputa.

—¡Chicos! —la voz de Wasabi interrumpió, las miradas se posaron en él, quien al tener su atención prosiguió—. Marco, gracias por preocuparte, pero iremos, como dice Hiro es nuestro deber, sólo te pedimos que nos cubras en ese pequeño momento, al saber de la lucha nadie debe salir de casa, cúbrenos con la señorita Cass, por favor.

—¡Y si no sobreviven, ¡¿qué?!, ¿Qué se supone que le voy a decir a mamá Cass o a Miguel?, ¿Creen que el tipo ese va a cumplir su palabra de ya no hacer daño si ustedes caen?, por mamá Imelda...—la voz de moreno se apagó mientras al parecer buscaba una solución, los chicos frente a él también lo hacían—. De acuerdo, pero si alguno sale herido de gravedad por más lastimado que estén ¡les voy a meter un putazo!—advirtió el joven mientras los demás buscaban una estrategia, de alguna manera sentían que sus días estaban contados y en parte podía ser así.

Tres días.

¡Que no soy chino! (Higuel)Where stories live. Discover now