La PTM

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Decir que el Hamada menor no era un zombie en vida sería una mentira, empezaba a usar maquillaje que Honey le había dado, aunque tonos más bajos al tono de ella.

Al menos físicamente podía ocultarse perfectamente, claro que sería raro para todos que de un día para otro las ojeras hubiesen desaparecido, pero no tenían opción, no podían permitirse el que sus familias estuvieran en peligro, pero tampoco iban a dejar la ciudad a su suerte.

Al inicio fue difícil y con muchos accidentes de maquillaje en el ojo del menor, pero al tercer día ya había logrado hacerlo correctamente.

Estaban cerca del viernes y su último examen, el mayor mantenía aún su salida con el mexicano menor, a pesar de que durante la semana se sintió tentado a cancelar para quedarse investigando, patrullando o tal vez sólo intentar dormir, pero ¡no!

No sólo debía y quería distraerse, también quería hacer que el mexicano no volviera a sentir lo de la última vez, ¿en serio? ¿celos de Kyle?, eso era gracioso para el menor. Aunque una parte del también quería cancelar para evitar poner en peligro al mexicano, si lo llegaban a descubrir tanto su tía como Miguel estarían en peligro.

Claramente haría lo que fuera para que eso no pasará, iba a protegerlos con su vida, si era necesario ese límite, sin pensarlo lo haría.

—¿Chino? tu tía me mandó a qué...—el mexicano se quedó en blanco al ver a su chinito a medio vestir, tal vez podrían decir que se sentía en el cielo al ver así al mayor pero en realidad se sentía enojado, las marcas de los golpes estaban desapareciendo en su cara pero no sabía que había también en su cuerpo—, ¿Fue el tipo?

El más bajo tenía el rostro rojo, rápidamente se colocó su playera y asentir.

—No mames Hiro, debiste decir..., maldición— el enojo en el mexicano si era notorio, lo único que se le ocurrió al más bajo fue abrazarlo.

—No te enojes..., ya sucedió, ahora estoy bien—intentó convencer al moreno, sin saber desde cuando quería proteger al mexicano molesto y ruidoso.

—Si me enojo Hiro, pudo pasar algo más serio— el más alto correspondió el abrazo buscando esconder al más bajo entre sus brazos— ¿Seguro que estas bien?

—Sí, ahora si —ambos estaban en su pequeño momento, ambos, sólo ellos dos y era lo que importaba, Hiro no era exactamente bueno en relacionarse, así que esta era una forma diferente de empezar una amistad ¿no?, mientras que, para Miguel, era una confusión en su cerebro, ¿Realmente quería sólo ser amigo del chinito que tenía en sus brazos dónde claramente encajaba tan bien?

—¿Aún quieres salir mañana?— la voz de moreno salió causando un escalofrío en el más bajo quien se aferró más al cuerpo del contrario.

—Quiero, ¿y tú? —se separó un poco mirando los ojos que lo hacían perderse, insistía que no iba a poder ignorar esa mirada, nunca.

—Quiero, quiero salir contigo chinito—la mano del moreno se posó en la mejilla del contrario empezando a tallar un poco donde deberían estar las ojeras del menor y retirar un poco del maquillaje—, no entiendo porque ahora las cubres, te vez adorable con o sin ellas, aunque me gustaría verte sin ellas, pero de forma natural.

—Tal vez...después —la voz del mayor de ambos fue suave mientras se recargaba en la cálida mano del moreno—, mientras, las maquillo por una razón importante —ambos seguían perdidos en los ojos del otro, era un ambiente reconfortante para ambos, algo que el corazón y mente de Hiro necesitaba y la señal que el mexicano necesitaba para darse cuenta de que su mejor amigo siempre tuvo la razón, ¿curioso no?, nunca pensó en decir eso.

—¡Chicos bajen! —la voz de la señorita Cass los hizo separarse de un pequeño brinco y las mejillas sonrojadas.

—Yo...ah... ¿Quieres que me adelante? —el moreno señaló la escalera y el más bajo asintió, quedando sólo con el rostro rojo y nervios en su estómago mientras maquillaba de nuevo donde fue desmaquillado por el menor.

Mientras tanto un nervioso y rojo mexicano bajaba las escaleras, no había duda, le empezaba a gustar el chino mamón, ojeroso carácter de la chingada y descuidado. Ahí mismo parado en las escaleras como idiota se comía sus palabras de antes, si le podía gustar alguien así, aunque en realidad era la única persona que le había gustado en sus diecisiete años de vida.

¡Que no soy chino! (Higuel)Where stories live. Discover now