Estos Celos~

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—Ya te dije que estoy bien— un suspiro de cansancio salió de los labios del más bajo de la habitación, nuevamente el moreno se había colado a su universidad, llevando algo para que "se mejoraran pronto" y para regañarles—. En serio, estamos bien y Marco, gracias por cubrirnos y ayudarnos al mantener a todos en calma.

—Eso es lo de menos pinche chino, no mamen, deben tener más cuidado y no atacar a lo pendejo, Hiro, tienes una herida muy cabrona en tu costado, un poco más y habrías muerto, lo mismo para ti china, tú rubiecita estás exageradamente lastimada, tú, chinos vergas casi mueres por esas descargas, tú quedaste inconsciente después de que te aventaran ese pedazo de concreto en la cabeza, que gracias a tu traje de lagarto o a la puta suerte no te descalabro y sigues con vida y ustedes dos, no pues de ustedes no tengo quejas —miró a ambos robots quienes estaban parpadeando cómo respuesta—, el punto es que ustedes deben estar a salvo, sólo respondan ¿cómo pretenden mantener a salvo una ciudad y a sus habitantes si no pueden mantenerse a salvo ustedes mismos?, si planean hacerlo a costa de su seguridad, si son unos genios, la ciudad perderá a sus héroes, familias perderán a sus hijos y la ciudad será un blanco fácil, ¡claro que están siendo inteligentes en esto!

El grupo de héroes sólo mantenían la cabeza baja tocando donde estaba la herida más grande en cada uno, era cierto lo que decía el mexicano, estaban llegando a un límite, tanto físico como mental, además de que estuvieron a nada de morir en el último encuentro.

Mientras cada uno estallaba internamente el mexicano se sujetaba el puente de su nariz y suspiraba, parecía que intentaba contar hasta calmarse, aunque sólo era cuestión de ver a los lastimados héroes para que se volviera a estresar y empezara nuevamente a contar.

—¿Cómo han...ya saben excusado sus heridas y el no ir a casa?, digo, para no cagarla—la voz ahora un poco más serena por parte del mexicano, causó que el grupo de genios suspirara.

—No tenemos excusa, solo desaparecemos, no respondemos el celular, la escuela venimos y nos vamos, al menos hasta que las heridas mejoren no podemos pasearnos con tanta tranquilidad.

—Haber cabrones, no pueden simplemente hacer esa mamada, por si lo olvidaste, tú —murmuró enojado nuevamente señalando al más bajo—, tienes una cita con Miguel hoy—eso causó que el menor sólo entrara en un pequeño ataque de pánico, claramente no podía verlo, menos en ese estado—, y ustedes tienen trabajo, ¿Acaso olvidaron que hoy tienen una junta con el cliente de seguridad? ¡No mamen!, mejor ya díganme que sea su secretario y les digo sus pendientes—el suspiro fue colectivo, ninguno sabía si hacer lo que ya tenían de plan o cancelar todo y no volver a salir de la base hasta que sus heridas hayan sanado la mayor parte. Todos se estaban inclinando a la segunda opción.

.....

—¡Hiro!, pensé que no vendrías—el moreno se acercó rápido abrazando al chino que tanto ansiaba ver, estaba preocupado desde lo último que había pasado, luego el no poderse comunicar con el mayor lo alteró—, ¿Estás bien? ¿Estás herido?— el menor sabiendo ya algunos trucos de su chino, empezó dando caricias por todo el rostro del menor, con sumo cuidado, notando como pequeñas muecas salían al presionar o rozar, al menos la mitad de la cara del menor estaba lastimada—, ¿puedes desmaquillarte? quiero ver los golpes Hiro, déjame verlos—el más bajo se alejó de inmediato mirando a otro lado, no, no iba a dejar que viera el desastre que ahora era—. Hiro Hamada, déjame ver tu cara, o yo mismo te voy a quitar esa madre que tienes en la cara, con saliva si es necesario.

El ambiente se volvió pesado, incómodo y muy, muy, pero muy difícil para el japo-americano quien tenía una batalla consigo mismo, por otra parte, el mexicano estaba rojo del enojo que ahora mismo sentía, en primera por ver al chico de sus ojos en ese estado, segunda porque él no confiaba en él y tercera por no haber estado ahí para protegerlo.

¡Que no soy chino! (Higuel)Where stories live. Discover now