T e r m i n u s

901 50 2
                                    

ALEX
—¡Hey, cabeza de zanahoria detén el camión!.—le grité pero solo me hizo una seña obsena—Imbecil.—murmuré—¿Qué haces?.—le pregunté a Tara; ese era su nombre.
—Anotando por donde pasamos.—Glenn empezó a moverse.
—¡Glenn!.—él se exaltó, me acerqué mucho a él y no creo que mi cara sea lo más bonito de este mundo para ser lo primero que veas cuando abres los ojos.
—¿Dónde estamos?.
—No te levantes.—le dije.
—Toma algo de agua.—dijo Tara.
—Te desmayaste luego de atacar a los caminantes, les pedí a esos idiotas que se detuvieran cuando pasamos por el camión escolar pero no me hicieron caso.—le decía preocupada—pero ella anotó los lugares por los que pasamos.
—Detén el camión.—dijo un Glenn ya de pie, bastante enojado golpeando la ventana pero al igual que a mi solo le levantó el dedo de en medio. Comenzó a golpearla con el arma y el camión se detuvo. Glenn nos indicó que bajáramos.
—¿Qué es lo qué pasa?.—preguntó el pelirrojo ya afuera.
Tomamos nuestras cosas y empezamos a caminar.
—Hey, no sé qué les haya dicho su amiga pero vamos muy retrasados y no tenemos tiempo para esto.
—Tenemos que irnos.—habló Glenn.
—Y ella no es nuestra amiga.—aclare yo.
—Tendré que insistir en que se queden, lo crean o no esto depende de la raza humana.—yo solté una risa burlona y seguí caminando con Glenn pero él se interpuso—Entre más seamos, es mejor. No sobrevivirías solo.
—No está solo.—le dije.
—Ja, una niñita ruda va hacer la diferencia.—iba a defenderme pero siguió hablando—Tenemos la cura para esto.
—¿Quienes son?.—preguntó Glenn, pues al igual que a mi sus palabras me intrigaron.
—El sargento Abraham Ford y mis compañeros Rosita Espinoza y el doctor Eugene Porter. Vamos camino a Washington, él es científico y sabe exactamente porqué ocurrió este desastre.
—Lo siento.—Glenn me hizo una seña para seguir y eso hice.
—Tara nos contó lo qué pasó. No hay posibilidad de que su grupo esté vivo, ni de que encuentres a tu esposa.—nos detuvimos, sus palabras nos dañaron—Cuando alguien de los que amamos estira la...—lo miré mal—Fallece.—corrigió—No podemos irnos también nosotros. Así que devuelvan el trasero al camión y hagan algo bueno con su vida.—Glenn soltó la mochila e inesperadamente golpeó a Abraham en el rostro haciendo que este cayera. Como si nada tomo la mochila y volvimos a caminar.
—Hijo de perra.—él pelirrojo lo agarro por la espalda y se lanzó contra él.
—¡Suéltalo!.—le dije intentando quitarlo, pero carajo, el hombre era soldado.
—¡Abraham, no hagas esto!.—le gritaba Rosita.
Me lancé sobre él pero me hizo a un lado bruscamente y me tiró al suelo al igual que a Tara, me levanté toda adolorida y seguí intentando alejarlo de él junto con las otras dos pero era inútil.
—¡Ya suéltalo, imbecil!.—le seguía gritando.
Se empezaron a escuchar disparos y fue la única forma en que el ex militar soltó a Glenn.
—¿Estas bien?.—y lo ayude a levantarse.
—Si.—me respondió.
Empezamos a dispararle a los caminantes antes de que terminaran comiéndonos.

—¿Cómo fue que pudiste hacer esto?.—le preguntó Abraham sorprendido a Eugene, pues él le había disparado al camión y ahora ya no servía.
—Debido a mi falta de conocimiento y temor hacia las armas.—dijo de forma robotizada.
Genial, nos topamos con un trío de locos.

—Nos guiaremos con lo que ella anotó, quizá la encontremos, y también al resto.—dije nostálgica y tratando de levantar nuestros ánimos.
—Lo haremos, Alex.—me dijo Glenn.
Íbamos caminando con el trío de locos; como yo los llamaba, detrás de nosotros.

—Hay que reconocer que ese hijo de perra es perseverante.—me dijo Abraham pero yo lo ignoré—Entiendo porque lo sigues, eres leal. Eres buena persona. Eso me gusta.
—Creí que solo era una niñita ruda.
—También lo eres. Pero dime qué harán después; si es que lo hacen, de encontrar a su esposa.
—Seguir buscando al resto.
—¿En serio cree...
—No nos conoces, no conoces a nuestro grupo. No me digas que soy buena persona, no sabes las cosas que hemos hecho. No me hables, golpeaste a mi amigo y querías obligarnos a quedarnos a seguir tu estupido y demente plan.
—Eres buena persona.—me dijo ignorando lo último que le había dicho—Solo digo que; no tengo otra forma de decirlo, salvar al mundo es más importante.
—¿Y tu por qué los llevas?. Esa es la verdadera pregunta, soldado—dije.—Eugene es obvio que tiene que ir; él es el genio, Rosita te ama y te seguiría a todas partes, ¿Y tu por que lo haces?.
—¿Crees que no quiero salvar el mundo?.
—Si claro, porque eres buena persona ¿no?. Eso ya no importa en este mundo de mierda. No hay cura para esto.—me alejé.
—¿Cómo estás tan segura?.—me dijo algo alto.
—Porque de ser así ya la hubieran encontrado y todo volvería a ser como antes.

TWD-Carl Grimes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora