Luego de un tiempo sobre el aire, divisó un pequeño bosque flotando en pleno cielo. Si bien el área era algo pequeña, cambiaría, pronto aquello cambiaría. Había trabajado mucho en aquella área, los arboles un día empezaron a salir y lo que fue en un comienzo una zona de tierra muerta... ahora contaba con vegetación y muy pronto con vida recorriendo sus zonas.

—Bienvenido—

Dijo colocando a aquel animal, el cual era una especie de cordera con dos cabezas sobre aquella zona.

—Eres el primero en la zona, pronto traeré a más— afirmó para luego dirigirse al borde de aquel terreno—...empezaré expandiendo por aquí—

Colocando ambas manos sobre la tierra empezo a conjurar mientras que poco a poco la tierra comenzaba a expandirse. Solo necesitaba unos años más y aquel pequeño bosque se convertiría en una isla, en una gran isla en el cielo.

El cordero permaneció cerca del rubio cenizo. Las horas pasaron, el sol empezó a descender hasta darle paso a la luna y con ello un día dio a su fin.

Con sudor escurriendo por su frente y cuerpo, dejo la labor debido al cansancio. Observo al cordero lamer su mano, la zona no contaba con una fuente de agua, debia de hacer alguna. Ya que él se alimemtaba de los nutrientes de la tierra no se preocupaba por alimentos, su cuerpo absorbía los nutrientes que necesitaba al caminar por el bosque.

—Traere agua— anuncio viendo al cordero asentir.

El animal se coloco al lado del rubio cenizo para luego dormir. El joven de piel oscura solo lo observo. No necesitaba dormir, velaria el sueño del pequeño animal hasta el alba.

.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.

Habían pasado algunos años, varios años a decir verdad. Sus dominios estaban terminados y desde hace cuatro años habia empezado a crear a su descendencia. Ya que en esa vida era una espécie de bestia, su descendencia también seria de ese tipo. Podría tener aspecto humano pero ser un humano...

Eso jamas lo seria, no queria ser uno de ellos.

Recorría las zonas que le correspondían, antes de seguir con sus planes personales, estaban sus deberes como señor de la montaña.

—Oh! Muy bien, eres sorprendente Midori-chan— felicito una anciana a una joven de cabello azabache —Sin duda alguna eres toda una prodigio—

El rubio cenizo observó la escena a la distancia. Aquella chica era una clérigo en potencia, era muy buena conjunrando y usando la magia. Cabello azabache, piel blanca, ojos verdes. Portaba una camisa verde junto a un pantalon negro. Sus rasgos eran finos, su cuerpo aun seguia creciendo, tal vez tendria alrededor de 13 años estaba seguro que dentro de unos años seria toda una belleza.

Aquella chica no era buena en la magia por azares del destino, no, aquella era....

—Oh! Pero si es el gran señor— dijo la anciana notando la presencia del cenizo —Es un placer verle—

La anciana junto a la azabache se inclinaron ante él. Ignorando el gesto el rubio cenizo solo siguio su camino siendo observado atentamente por la azabache. Se notaba que deseaba hablar con él y eso lo habia notado desde su primer encuentro hace dos años.

Aquella chica era la reencarnación de Zokrus, habia reencarnado como una humana.

Cuando se dio cuenta de tal cosa...   bueno, digamos que perdio un poco el control. Luego de pensarlo mejor y mantenerse en calma llego a una conclusión. Desde su vida numero 17 habia notado ciertos patrones raros en las reencarnaciones de su compañero. ¿cuáles?  Bueno, sus encuentros se habian detenido. Sus reencarnaciones podian coincidir en la misma epoca pero...   sus encuentros disminuían, ya no se encontraban y era difícil que pasara. Sabía que algo sucedía, algo sucedió en cierta vida pero lo desconocía.

Por un reencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora