44 "El precio de la sangre"

96 10 0
                                    

Vicenta
Los dos nos ponemos a correr hacia dónde están los juegos. Lo buscamos y no está. Esto no me gusta nada, siento un dolor en mi pecho

—Daniel ¿dónde está nuestro niño? ¿Dónde está? ¡Dime, Daniel!

¡Dime!-Digo sintiendo como el pánico se apodera de mí con cada segundo que paso sin ver a mi hijo.

—No-no sé pero ¡vamos a buscarlo por acá!—me toma de la mano y me dirige hacia la cocina, la cuál está vacía.

—No está, Vicenta ¡chingada madre!-Dice Daniel alterado, y con la respiración muy descontrolada.

—Yo sabía que no debía dejarlo ir ¡No no no no no! ¡No te puedo fallar de nuevo! ¡No les puedo fallar de nuevo!-Digo mientras doy vueltas en un mismo lugar e intentando calmar la desesperación que entra en mi.

—No, quien no les puede volver a fallar soy yo. Fuck! Regresé a sus vidas para cuidarlos y ahora... ahora... Shit!-Dice con su voz quebradiza, se siente culpable, cuando ninguno de los dos la tiene. Siento lágrimas salir de mis ojos y veo en sus ojos que también está llorando.

—No es tu culpa, Daniel.-Digo en voz baja intendo darla calma, pero ¿cómo lo hago? siento como pierdo los estribos.

—Mi amor, no llores. Ven, dame un abrazo.-dice Daniel viendome con lástima y culpa.

Daniel no me tengas lástima a mi, no sientas culpa, no sientas algo que no provocaste. Me Refugio en sus brazos por unos minutos. De momento, recuerdo algo.

—¡Daniel!-Digo exaltada lo cuál lo asusta a él también.

—¿Qué pasa?-Me dice preocupado.

—Cuando pasa esto, creo que el Gallo ordenó que cuando haya un atentado o algo así, los guaruras se lleven a los niños a un cuarto seguro.-Digo recordando una vieja conversación, a la cuál yo no le presté mucha atención por estar jugando con mi hijo.

—¿Dónde es eso?-Dice Daniel mientras inspecciona la zona.

—Sígueme.-Le digo mientras recuerdo el lugar.

Atravieso el palacio y llegó a una puerta blanca. Llamo a la puerta y se asoma Eduardo, uno de los guardias.

—Eduardo, hola ¿tienes a Danielito aquí?-Pregunto impaciente.

—Si, está adentro con el resto de los niños. Entren.-Dice mientras mira a mi alrededor.

—Gracias.Digo mientras entro con Daniel a lado mío.

—De nada. -Nos responde el guardia y cierra la puerta.

Entro al cuarto en donde están todos los niños de la familia y cuando me ven, corren a abrazarme.

—¡Tía!-Dicen mientras saltan emocionados, y yo los abrazo.

—Hola, mijos, tranquilos, ya les digo a sus papis que vengan por ustedes. Eso nos pasa por no ponerle atención al Gallo.

Me sueltan. Daniel y yo caminamos hasta que vemos a Danielito con su carita de susto al lado de un carro. Siento que mi esposo pasa su mano por mi hombro.

—Vamos, Vicenta.-Dice viéndome con una mirada baja.

—Vamos.-Le digo agarrando fuerzas.

Caminamos hasta él; como tiene sus ojitos cerrados, no nos ha visto así que lo llamo.

—Danielito, mi amor, hola.-Le digo mientras toco su hombro.

—¡Mami! ¡Papi! ¡Llegaron!-Me dice emocionado y nos abraza. Siento las lágrimas caer por mis mejillas y miro de reojo a Daniel, también está llorando. Escucho a mi pequeño decirme:

—Papis, tengo miedo.

—Shhh. Bebé, tranquilo, mami está aquí.-Le digo mientras me abraza, Daniel se pone detrás de él y le dice con dulce voz:

—Aquí te vamos a proteger, hijito, nada malo Te va a pasar, mi niño.

—Bueno, papi.

Me suelta y abraza a su papá. Yo me uno al abrazo y cuando nos soltamos, Daniel y yo nos paramos.

—No me haz fallado.

Entonces salimos con nuestro niño mientras que el resto de la familia viene por sus bebés. De repente, veo que los televisores se ponen en blanco. Daniel, por instinto, carga a nuestro bebé y toma mi mano. Entonces lo veo ¿el Teca Martínez? ¿No estaba muerto? ¿Chava no lo había matado?, no entiendo nada no puede aparecer un muerto en mi televisor así porque si, bueno uno no tan muerto según veo.

—Hola, chuladas ¡sorpresa! No estoy muerto. Estoy vivito y con ganas de vengarme—llegamos a la sala en donde está el resto de la familia—He venido a cobrar unas cuentas que tengo pendientes con los Acero. Salvador, hola ¡cuidadito no te me vayas con la huesuda del susto.-Dice y se pega una carcajada que me produce asco-Hierba mala, nunca muere.

—¿QUÉ HACE ESTE TIPO VIVO? ¿Ah? ¿QUÉ PASÓ? ¿QUÉ HACE VIVO EL ASESINO DE MI MAMÁ?-Dice Salvador gritando y muy asustado por ver a tal personaje en su televisor.

—Calma, morrito, que pronto te vas a reencontrar con ella. Hay cuentas que cobrar: ojo por ojo, pariente por pariente. Es decir, Salvador, estoy aquí para vengar a mi hijo, Julián Romero, de unos ojitos azules que fueron su muerte—siento que Daniel aprieta aún más fuerte mi mano y veo miedo en su rostro—No lo culpo, estás bien bonita, chulada pero ¡qué lástima que morirás! Porque la muerte de mi hijo no se va a quedar impune.-Dice viendo fijamente a la pantalla, en sus ojos se ve la rabia que guarda y la sed de venganza- La pagas con sangre, Vicenta Acero, pero de a poquito. Primero, te mato a tu morrito; si, ese que tiene el gringo desabrido ahí cargado. Está bonito, pero pronto no verás sus ojitos abrirse nunca más.

—¡CON MI HIJO NO TE METAS, CABRÓN! ¡CON ÉL NO! A MÍ, HAZME LO QUE SE TE PEGUE LA GANA, PERO ¡A ÉL DÉJALO AFUERA!-Le grito a un televisor, porque sé que me está escuchando.

—¡TÚ MATASTE A ROMERO!-Dice refutandome.

—Él se asesinó solito al no comprender que yo no lo quería. Se merecía lo que le pasó y más por todo lo que le hizo a mi familia-digo llena de rabia.

—Tú no eres quién para decirme qué hacer, coyote. Ahora estás feliz pero pronto desearás no haber nacido. -Dice muy tranquilo mientras se toma una copa en un sillón de cuero negro.

[1] Cenizas de un lazo de Acero [Señora Acero: la Coyote]Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt