34. Consejeros matrimoniales

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Francisco es un buen tío. Especialito, sosaina, pero buen tío. Cuesta cogerle el punto, también os digo.

Recuerdo el día en que lo conocí. Y en lo primero que se me pasó por la mente: este tío folla con calcetines.

No he podido comprobar mi teoría (Alba me tiene esa pregunta prohibida), pero he recibido algunos indicios: no se los quita ni para ir en chanclas. Sí, como los guiris. A veces pienso que lo hace para camuflarse entre ellos, pero no tiene sentido cuando también los lleva dentro de casa. ¿En la playa? También. Solo se los quita para bañarse. Tendríais que verlo después de darse un chapuzón lavándose los piececitos en la ducha para colocarse sus calcetinicos blancos con dos rayitas negras (son todos así). Es un caso.

Vaya que si recuerdo el día en que lo conocí. Como para olvidarlo. No todos los viernes noche te topas con un personaje así... Venid, anda. Vamos a darnos un paseíto por 2008.

Marina había organizado una cita de parejas doble en su nuevo pisito: Francisco y ella, Alba y yo.

Debo reconocer que el plan me hacía mucha ilusión. Sabéis que Marina y yo no empezamos nuestra relación con buen pie que digamos... Así que esa iniciativa me tuvo sonriente toda la semana. Significaba que me tenía en cuenta, que me integraba, que me invitaba a su casa, que me presentaba a su novio. Joder, era un puto avance de cojones.

—Estás nerviosa—se mofó Alba cuando subíamos por el ascensor.

—Mentira—me encogí de hombros. A ella no se le borró la sonrisa—. Bueno, vale, un poco, pero tú también te pusiste nerviosa cuando te presenté a mi familia.

—Tú ya conoces a Marina.

—Pero no... Formalmente—fruncí el ceño.

Lo que quería decir esa Natalia nerviosilla es que hasta entonces Marina y ella solo habían compartido ratitos obligados, esporádicos. No me recordéis la noche de la borrachera, madre mía, me quiso matar. Además, esos encuentros pertenecían a otro tiempo, a otra Marina, a otra Natalia. Ella cubría a su hermana a regañadientes. Seamos sinceras: no quería hacerlo. Ni le gustaba que su hermana estuviera con una chica, ni le gustaba yo. Pensaba que era un caprichito. Algo que duraría entre poco y nada, que solo era para llamar la atención. Pero las circunstancias habían cambiado muchísimo...

Fijaos si habían cambiado, que hasta me invitaba a su piso. Organizaba un plan con nosotras. La hostia. Nos estaba tomando en serio.

—Qué pronto habéis llegado—abrazó a Alba en cuanto abrió la puerta. A mí me dio dos besos—. ¡Pero si traes la guitarra y todo!

—Sí, es que vengo directa del estudio.

—¿Fran no está todavía? —preguntó mi novia al encontrarse con la soledad del salón.

—Qué va. Dijimos a y media—sonrió su hermana—. Ven, Natalia, que te voy a enseñar el pisito. No es muy grande, pero bueno.

—Más pequeño que mi caravana no va a ser—bromeé. Ella carcajeó, colgándose de mi brazo. ¿Contacto físico? Seguíamos con los avances.

Mantuvimos una conversación muy típica. De esas que se tienen cuando tu cuñada te muestra su nueva casa. La casa donde vivirá tu novia cuando te vayas de Sevilla. Dejó de agarrarme cuando llegamos a la última habitación. Se puso seria, de frente a mí. Yo me tensé inmediatamente.

—¿Vas a pellizcarme porque me voy a Madrid...? —titubeé.

—No, no—rio con nerviosismo—. Quería darte las gracias por haberte portado tan bien con mi hermana. Y a tu familia. Sé que ha estado muy a gusto con vosotros en un momento tan difícil como... el que nos ha tocado vivir—logró decir con esfuerzo. Creo que hasta se le escapó un poquito de sudor. Marina la orgullosa.

Ohana - (1001 Cuentos de Albalia)Where stories live. Discover now