33. Como dos hermanas

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—Por las dos cosas, enana. Es lo más coherente. Vamos, no seas cabezona. Sabes que es lo mejor.

Agaché la cabeza. Tenía razón. Y lo peor es que ya lo sabía. Le había dado ya muchas vueltas a esa opción durante las navidades... Pero dado mi estado de ánimo, y las cosas que estaba viviendo con Nat, pues como que el lado corazón tiraba más que el racional.

—Además, así os cogéis con más ganas cuando os veáis—bromeó.

—Pero Damion, ¿tú crees que Marina querrá vivir conmigo? No hemos parado de...

—Ella también te necesita a ti—me cortó—. Las dos os necesitáis, hermanita. Lo que pasa es que no sois capaces de decíroslo la una a la otra. ¿Y qué pasa? Os gritáis como locas.

—¿Qué dices?

—Pues que a los Reche nos cuesta pedir ayuda, enana. Creemos que solos podemos con todo, y no. Nos necesitamos los unos a los otros. ¿Por qué sino os seguís llamando? Sois más cabezonas que papá.

—Así que su forma de pedirme ayuda es diciéndome cosas que me hacen daño.

—Tú también le has dicho cosas que sé que no piensas.

—¿Yo?

—Más me duele a mí sentir que unos desconocidos me quieren más que mi propia familia.

—No lo dije por vosotros... —tragué saliva avergonzada.

—Ya lo sé, pero Marina no lo sintió así. Estoy harto de que os tiréis mierda, Alba. No me hagáis coger un vuelo, joder. Quiero que os unáis. Que cuidéis la una de la otra. Suficiente tenemos ya con los viejos.

—Lo volveré a intentar—suspiré—. Igual si nos vemos en persona...

—Buena idea.

—Vale. Iré a verla luego.

—Está pensando en volver con Francisco—confesó. Sí, albayas, Francisco, su actual marido.

—¿Qué? ¿En serio?

—Sí. Digamos que se ha refugiado en él.

—No me ha contado nada.

Marina es de esas personas solitarias... Bueno, solitaria quizás no es la mejor palabra. Perdón, a veces describir a alguien se me hace muy difícil. Os lo pondré con un ejemplo. Si mi hermana tiene un problema, intenta por todos los medios resolverlo ella sola. No le gusta implicar a los demás. Ni familia, ni mucho menos amigos. Ahí es un poco como yo. Prefiere reventar a pedir ayuda. Después es la que peor lo ha pasado en el mundo, y qué sola ha estado... La mártir. Ella es así.

Lidiar con mis padres y con sus sentimientos por su ex era demasiado para ella. En ese momento entendí toda la rabia innecesaria que descargaba contra mí. No, no la estoy justificando, pero gracias a mi hermano vi por qué se comportaba así.

Había estado con Francisco dos años, luego lo dejaron. Era un tipo raro. Sigue siéndolo. Misterioso, maniático, perfeccionista, siempre en su mundo. Muy serio, correcto, seguro. A Marina le atraía su inteligencia, su físico, su particular filosofía de vida, su entereza. Estaba loca por él cuando empezaron. Después la cosa se torció. No se implicaba tanto como mi hermana esperaba. Era bastante pasota. Y tanta sobriedad la acabó confundiendo. Decía que no confiaba en ella, que no se abría. Decidió poner punto y final a la relación.

A mí no me caía mal del todo. A Damion nunca le dio buena espina. Decía que las personas así de extrañas escondían cosas turbias. De ahí que insistiera tanto en que cuidase de mi hermana ahora que parecía estar volviendo a sus brazos.

Ohana - (1001 Cuentos de Albalia)Where stories live. Discover now