Capítulo 5. Un atardecer juntos

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Serena

Estoy sentada en las gradas, escribiendo un poema para la clase de literatura. Una de mis materias favoritas desde que inicié la universidad a inicios de Agosto. Me di cuenta de que al chico al suelo verlo entrenar para su partido. Ambos estudiamos en la misma facultad, pero distintos años.

Alcé mi vista, ya que fui interrumpida por la porra, tengo entendido que esté viernes habrá un partido.

—¡Debes estar ocupada, mi acosadora! —zanjó y luego le dio un trago a su bebida.

—Si, bueno algo. Dentro de dos meses la profesora Lauren quiere la tesis —dije al cerrar mi cuaderno de forma brusca.

—¿Recuerdas? —arqueó una ceja —. Hoy es miércoles, pero el viernes tenemos una cita. Por favor no rechaces está quinta cita, te ayudaré a terminar la tesis—suplicó. Su aliento huele a dulce, sus suspiros hacen que me invadan las fosas nasales.

—No la voy a rechazar —respondí —. Es más mi jefe hoy me dio el día libre.

Suspiro —¡Por fin! Ya recapacito ese hombre, le debe quedar claro que no puede dejarte salir sin tarde. Sin peros, yo iré por ti todas las noches.

Sonreí.

—Debemos irnos —tomó mi mano.

Bajé rápido de las gradas.

Corrimos como un par de adolescentes siendo perseguidos por un oficial, tipo After cuando Tessa entra a librería con Hardín. No volteamos haber atrás.

—Dariennn —grito una chica a nuestras espaldas.

—No te detengas, solo corre.

Salimos, pero nos tuvimos que meter en uno de los tubos chuecos con un hueco.

Puse mi mano sobre mi pecho, me incline poniendo la otra mano sobre mi rodilla por falta de aire.

Bufó —: Algunas chicas me botan por hacer esto, pero es que a veces es aburrido mantener una disciplina, sabes.

Me quedé callada ante lo que había dicho. Camine a la barda de cemento, apoye mi pie sosteniendo el peso de mi mochila, guarde el cuaderno y por último tuve que caminar a paso largo, ya que él es mucho más grande de estatura.

Mire su playera color bordeaux, tiene el número 1 en color blanco y grande, aunque tiene glitter.

—Luce mejor en ti la sudadera —bramo al ponerse de mi lado y tomar mi paso.

—Gracias.

El atardecer recién comienza, el cielo se ve naranja y esta barrido con las nubes. Aquí es cuando comienzan los atardeceres combinados, la noche con la tarde o la noche con la mañana, ¿Es fantástico, no?. La verdad eso de mirar arriba me provoca cierto cosquilleo en la boca del estómago, si, como si el mirar al cielo se te caerá encima.

—¿Quieres un helado? —interrumpió mis pensamientos.

—Sip.

Nos acercamos al puesto de helados, el refrigerador está repleto de paletas de agua.

—¿El de limón está bien? —cuestioné al ver que se veía indeciso de cual escoger.

Asintió con una sonrisa.

Durante el camino no hablamos de algo en específico, ni siquiera de nuestros gustos, de esas típicas cosas que se hablan cuando empiezas a conocer a alguien, tal vez todo ahora sea distinto. Me recargué en la barda. El cielo se refleja en el lago.

—Tokyo es grande, pero viéndolo en el mapa es una isla pequeña —dijo con un leve carraspeo. Su voz, es gruesa no al cien que digas huye. No, es... —. ¿Seguirás mirándome, rubia peculiar? —hizo los ojos pequeños, si se alzó los lentes metálicos que lo hacen ver como arcoíris de metal. Sus pecas.

Mi Chico MillonarioWhere stories live. Discover now