Capítulo 90: Hemos llegado

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No me negué cuando, sin decir nada, Travis colocó una capucha sobre mi rostro. Tampoco intenté escapar cuando me dirigió fuera de la habitación, casi arrastrándome por lo débil que se encontraba mi cuerpo.

Caminamos durante un par de minutos. No lograba ver ni oír absolutamente nada. Pude memorizar el trayecto a la vez que contaba los pasos que habíamos dado.

Quince pasos a la derecha. Nueve hacia adelante. Trece pasos hacia la izquierda. Cinco hacia atrás.

El chirrido de una puerta oxidada me hizo sobresaltar. Él empujó mi cuerpo hacia adentro, para luego obligarme a sentarme sobre algo parecido a una cama.

—En silencio todo es mejor, ¿no crees?— preguntó, quitándome la venda para utilizarla como mordaza.

Eché un vistazo rápido a mi alrededor. La habitación era muy parecida a la anterior, a diferencia que esta no se encontraba del todo vacía.

Las paredes de ladrillo estaban decoradas con cuadros abstractos, la cama se encontraba centrada entre las cuatro paredes y había algunos archiveros a los lados.

No pude seguir observando. Travis empujó mi cuerpo hacia atrás con brusquedad y se posicionó sobre mí. Rebuscó entre los bolsillos de su pantalón hasta dejar en evidencia otra de sus inyecciones.

Intenté resistirme. Realmente no quería esa drogas en mi cuerpo, no otra vez. Lancé algunas patadas, con la intención de alejarlo de mi cuerpo. Pero como era de esperarse, ninguno de mis débiles esfuerzos logró impedir que clavara la aguja sobre la parte inferior de mi cuello.

Quise gritar de dolor al sentir el líquido atravesar mis venas. Con el corazón más acelerado, y el miedo a flor de piel, empezaba a creer que la muerte ya no era una buena opción. No al menos si venía incluida con una dosis de tortura previa.

—Tranquila, esa era la última que tenía— susurró. Acercó su cuerpo al mío y sostuvo mis dos manos con firmeza. Con un movimiento rápido, las ató al barandal de la cama—. Es hora de comenzar.

Empecé a sentir como la visión se iba distorsionando. Scott quitó el cinturón de su pantalón y lo dobló a la mitad. Me regalo una mirada alarmante junto a una sonrisa perversa.

Golpeó mi cuerpo una vez. Intenté gritar pero la mordaza me impedía hacerlo. Volvió a golpearme, esta vez en mis costillas, haciéndome soltar un par de lágrimas. Acercó sus manos hacia mi pecho y terminó de romper lo que antes era mi blusa favorita. Me dejó semidesnuda ante él.

La tortura no duró poco. Travis parecía no aburrirse de verme sufrir. Al contrario, cada vez lo disfrutaba más.

Dejó cada centímetro de mi cuerpo golpeado. Para ese entonces, estaba empezando a perder el conocimiento. Todo se sentía en cámara lenta, al igual que la primera vez. Sus manos calientes y repletas de mi sangre, se dedicaron a acariciar cada parte de mi piel, haciéndome sentir completamente horrible.

Intenté resistirme con las pocas fuerzas que me quedaban cuando lo observé quitarse la ropa interior. Arrancó la mía de un tirón y con fuerza me dio la vuelta, haciéndome quedar pegada al colchón.

Lloré en silencio, porque creí que ya nada podía detenerlo. Que había conseguido lo que estaba buscando. Que de una vez por todas, ya no quedaba absolutamente nada para destruir.

Lo había destrozado todo.

El movimiento que sentía con cada penetración era lo único que me mantenía despierta. Los ojos se me cerraban a cada segundo y mi cuerpo aún no dejaba de doler.

—¡Mierda!— gritó Travis cuando un estruendo se oyó a lo lejos. Sentí como salía de mi y sin decir absolutamente nada, salió corriendo del cuarto.

Mi corazón se aceleró e inmediatamente me mantuve alerta. Intenté levantarme, o al menos moverme, pero además de estar atada, mi cuerpo no me respondía.

Logré oír gritos y más estruendos, que parecían ser disparos, pero todo se sentía tan lejano que ponía en duda si era real.

Parpadeé y sin darme cuenta, mis ojos quedaron completamente cerrados. Ya no encontraba la forma de volverlos a abrir.

No fui capaz de reconocer cuánto tiempo había pasado. Pero cuando volví a abrir los ojos, pude caer en cuenta que finalmente todo había terminado.

Cuando reconocí el rostro de Matthew entre tanta distorsión, pude darme cuenta que por fin había llegado al cielo.

Que de una vez por todas, mi vida había terminado.

Y se sentía extrañamente asombroso.



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Nos leemos pronto😋

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