Capítulo 83: Volver a encontrarnos

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Las olas subían y bajaban acariciando gran parte del horizonte. La arena comenzó a enfriarse después de que el sol bajara. Las pocas personas que había en la playa, no tardaron en alejarse cuando el show del atardecer terminó.

Cuando todo se volvió más oscuro y frío, solamente quedábamos nosotros. Como había ocurrido en un principio.

Sentí la brisa correr por mi rostro, llevándose consigo algunos granitos de arena. Comencé a recoger nuestras cosas, aunque realmente no quería irme.

¿Por qué el tiempo se hace tan pequeño cuando estamos juntos?

Me pregunté, deseando encontrar la solución para evitar sentir esa desilusión del pasar de las horas como si fuesen segundos. Me costaba poder encontrar la respuesta.

—¡Ey!— solté un grito ahogado cuando unas manos frías y mojadas se posaron sobre la piel de mis caderas.

—¿Por qué no vienes, eh? ¡Las olas están espléndidas!— exclamó él, agitando su pelo que se encontraba empapado por el agua de mar.

—¡Ya se hizo de noche, Matt! Tal vez será mejor que volvamos— respondí, un tanto abrumada por el cansancio.

—Ven. Quedémonos un rato más— insistió él, tomando mis manos y haciéndome caminar hacia la orilla.

—¿Crees que sea una buena idea?— cuestioné en un susurro una vez que estuvimos de frente al océano.

—¿Darnos un baño?— preguntó él, aunque por dentro sabía que no me refería a eso.

—Nosotros, Matt. ¿Crees que vale la pena?

Muy en el fondo, sabía con certeza la respuesta a esa pregunta. Pero las dudas e inseguridades se arraigaban cada vez más a mi mente, sin dejarme compensar la parte buena.

—Mía— comenzó Matthew, serio. Tomó mis manos y me miró de frente—. Sé que nuestra historia no es la mejor, ni mucho menos que durará para siempre. No voy a mentirte, inventarte un perfecto cuento de hadas con un "y vivieron felices por siempre". Tú y yo sabemos que no será así.

"Pero, tampoco puedo permitir que no continuemos con esto. Que dejemos que se esfume hasta que ya no quede nada. Te amo, por sobre todas las cosas. Me traes loco y, no hay un segundo en el día en el que no deje de pensar en ti. En la forma que me miras, en tus labios, en tu perfume. Sé que eso no se desaparecerá de un día para el otro. Y sé que tendré que vivir con tu recuerdo por el resto de mi vida. Tú y yo sabemos que el final está cerca. Qué hay una fecha límite aproximándose. Pero, en el fondo, también sabemos que volveremos a encontrarnos. Y cuando eso pase, pelirroja, te juro que no voy a dejarte ir."

No dije ni una palabra. No porque no quisiera, sino porque el nudo que atravesaba mi garganta se hacía tan grande que sentía que no podía siquiera respirar.

Con mi cabeza apoyada sobre su hombro y la inmensidad del océano frente a nosotros, dejamos que nuestros latidos siguieran exactamente el mismo ritmo, hasta casi convertirse en uno solo.

*

—¡Es hora de despertar!—murmuró Matthew sobre mi oído, provocando que se me erizaran todos los vellos de la zona.

Me estiré con pereza aún con los ojos cerrados. Intenté que los rayos de sol que caían sobre mi rostro no me molestaran. Pero ya no había forma de volver a dormirme.

A pesar de haber dormido unas largas horas, aún seguía cansada. Sonreí al notar una bandeja repleta de comida sobre la cama.

—Gracias— agradecí, con una sonrisa de oreja a oreja que tensaba mi piel.

—No hay de qué— respondió él, abriendo por completo las cortinas.

Admiré la vista desde mi parte de la cama. A través del enorme ventanal, se podía observar cómo las olas chocaban contra la arena una y otra vez. Las hojas de las palmeras se movían suavemente a causa de la brisa. Pero el sonido del océano era lo que más me fascinaba. Con tan solo escucharlo, una paz increíble se encargaba de inundar cada parte de mí.

Tomamos juntos el desayuno con la vista clavada en la playa. Bromeamos y reímos por tonterías. También, nos regalamos un par de besos.

No pasó mucho tiempo hasta que el intercambio de pequeños y tiernos besos se convirtió en algo más subido de tono.

Acaricié su piel bronceada con delicadeza, como si quisiera tomarme el tiempo de recorrer cada centímetro de ella. Matthew me invitó a sentarme sobre su regazo. Pasó sus manos por mis piernas, hasta llegar a mi trasero, donde lo apretó varias veces. Nos besamos con suavidad, no era algo acelerado como tantas otras ocasiones.  No teníamos apuro. Podíamos quedarnos de esa manera todo el tiempo del mundo.

La espalda de Matt tocó el colchón, haciéndome quedar completamente arriba suyo. Seguíamos besándonos, acariciando cada parte de nuestros cuerpos con la intención de dejarlas grabadas en nuestra mente para siempre. La respiración de ambos iba aumentando, haciéndose cada vez más densa. Cuando sentí sus dedos recorrer parte de mi zona íntima, toda mi piel se erizó por completo.

Gemí ante él mientras me ocupaba de dejar algunos besos mojados sobre su cuello. Sentí el placer recorrer cada parte de mí. Oh Dios mío, esto se siente increíble. Pensé.

Una vez que Matthew terminó su trabajo, las pocas prendas que llevábamos puestas comenzaron a desaparecer. Primero fue su remera, luego mis shorts de pijama y por último nuestra ropa interior. Aunque estábamos prendidos fuego por dentro, el clima seguía sintiéndose suave y romántico. No teníamos intención de terminar con ello pronto.

—¡Mierda, Mía!— escuché maldecir a Matthew en un murmullo, aunque eso no me impidió continuar con lo que estaba haciendo. Por el contrario, aceleré el ritmo mientras clavaba mi mirada en sus ojos.

Observé cómo apretaba con fuerza las sábanas segundos antes de correrse. Dejé que una sonrisa se escapara de mis labios al notar que había cumplido mi trabajo. Otra vez, volvimos a unir nuestros labios, pero de a poco fuimos acelerando el ritmo.

Volví a sentarme en su regazo y me monté sobre él. Juntamos nuestras frentes haciendo que nuestro sudor se mezclara. Acarició mi espalda de arriba a abajo y me sentí temblar. Arañé su nuca al sentir que aumentaba el ritmo. Yo también lo hice, moví mis caderas con rapidez hasta lograr alcanzarlo.

—Pelirroja...— susurró Matthew después de unos minutos mientras mordía su labio.

—Sh...— lo silencié con un beso.

Tiempo después, los dos soltamos un gemido cuando notamos que habíamos llegado al climax. Con las respiraciones agitadas y el corazón latiendo a grandes ritmos, nos quedamos abrazados por un largo tiempo sin decir ni una palabra.

—Te amo— dije rompiendo el silencio.

Supe que lo había sorprendido porque pude distinguir como, en una milésima de segundo, su corazón se detenía.

Después de mucho tiempo, había vuelto a decir esas palabras que significaban todo. Pero la realidad era que, no había dejado de sentirlas ni por un segundo.

Nunca había dejado de amarlo. Y temía nunca dejar de hacerlo.



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Nuevo capítulo!😱 Déjenme saber qué les pareció en los comentarios👇🏼❤️

Cada vez un paso más cerca del final. ¿Cómo creen que terminará la historia de Matt y Mía?

Nos leemos pronto!🥰

Black Soul   |Completa|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora