Capítulo 38: El vesitdo rojo parte 3

14.1K 825 12
                                    

—Mantente quieta o te mato aquí mismo—dijo una voz gruesa detrás de mí. Podía sentir como un objeto, que supuse que era un arma, se clavaba con fuerza detrás de mi espalda.

Me entró el pánico. El corazón me latía tan fuerte que podía jurar que se iba a escapar de mi pecho.

Utilicé lo único que había aprendido en la clase de defensa con Matthew y levanté mi mano hasta golpearle con fuerza la nuez a mi atacante produciendo que se quede sin aire. Aproveché los segundos que tenía a mi favor y comencé a correr.

Podía escuchar como los pasos rápidos me seguían el ritmo. Estaba asustada. Muy asustada.

Era completamente de noche, las calles estaban vacías y aunque me encontrase a alguien en el camino, estaba segura que no me ayudaría.

Corría con velocidad. Mis piernas se movían tan rápido que sentía que estaba flotando. Pero a pesar de eso, sentía que todo se movía en cámara lenta. Las lágrimas no paraban de bajar por mis mejillas. Me faltaba el aire, pero yo aún seguía corriendo. No podía detenerme. No en ese momento.

—¡Ya deja de correr! ¿No te das cuenta que al fin y al cabo te voy a alcanzar?—gritó él hombre. Cada vez lo sentía más cerca de mí.

Intenté acelerar los pasos, pero mis piernas ya no daban para más. Había estado corriendo a máxima velocidad por los últimos siete minutos. Y por una vez en la vida le agradecí a Sally, mi profesora de gimnasia por haberme formado tanto en atletismo.

Doblé en una esquina con el fin de perderlo, pero no tuve suerte. La calle estaba cerrada y ahora me encontraba en un callejón sin salida, acorralada. Si antes tenía miedo, ahora sentía terror.

No sabía que hacer. Comencé a llorar e intenté esconderme, pero no había nada que pudiese hacer.

Unos pasos resonaron en el silencio de la noche. Me deslicé hacia abajo, intentando hacerme lo más pequeña posible.

—Está aquí—dijo la voz mientras se acercaba. Segundos después, un auto derrapó en la entrada al callejón. Se escuchó una puerta cerrarse.

—Te hizo correr, ¿eh?—preguntó otra voz y ambos rieron al unísono.

—Vamos nena, sal de ahí. No me la hagas más difícil.

Suspiré. Recé. Intenté calmarme y salí de la oscuridad, haciéndome notar. En ese momento sentí que era la decisión más acertada que hubiese podido tomar. Me acomodé el vestido, que se me había subido debido al movimiento constante de mis piernas.

—Date la vuelta— dijo el hombre que me persiguió. Aun no podía ver su rostro.

Obedecí sin oponer resistencia. ¿Debería correr? ¿Gritar? ¿Luchar? Si me defendiera, ¿eso me salvaría, o tan solo empeoraría las cosas para mí?

No estaba segura sobre cómo debía actuar. Tan solo lo hacía sin pensarlo dos veces.

Me cubrieron el rostro con lo que supuse que era una bolsa. Ahora, ya no podía ver nada.

De espaldas a ellos y con los ojos vendados, decidí que ya era tiempo de averiguar qué era lo que querían de mí.

—¿Qué es lo que quieren? ¿Dinero? ¿Mi móvil? ¿O tan solo violarme y matarme como a tantas otras?—pregunté a los gritos.

Una risa maliciosa se oyó sobre mi hombro. Una mano se colocó en mi cintura y su cuerpo se acercó tanto al mío que podía sentir el latido de su corazón.

—Sólo tratamos de averiguar algo. Y de paso asustarte un poco— su voz sonó cerca de mi oído y su respiración me provocó escalofríos. Tragué saliva e intenté tranquilizarme.

—El jefe nos pidió que te hagamos un par de preguntas. No es una opción mentir, preciosa—habló el otro hombre por delante de mí.

—Has pasado muchos días junto a Scott y ya has tenido tiempo de sobra para averiguar las cosas que te pedimos, ¿verdad?— sentí sus manos subir por mi torso hasta llegar a mi cuello. De pronto, sentí como un objeto punzante rasgaba superficialmente mi piel produciendo que esta pierda algo de sangre. Con mucha voluntad me tragué mis maldiciones—. Pero sin embargo no hemos recibido ninguna información al respecto. Y por el contrario, algunas cosas empeoraron en el negocio.

—Sólo queríamos asegurarnos de que sepas que estás metida muy hondo, cariño. Y que te ahogaras al saber que has elegido el bando incorrecto.

Ambos volvieron a reír al unísono. No entendía a qué querían llegar. ¿Acaso estaban sospechando que yo le daba información a Travis? ¿Que era una doble espía?

Un dolor profundo me sacó de mis pensamientos. Luego otro, y otro. Me ardía el cuerpo y podía sentir como la sangre chorreaba a través de mi piel.

—¡Yo no hice nada! Lo juro. Si no sé nada sobre las cosas en las que andan metidos, ¡¿cómo pretenden que se las diga a Travis?!

—El jefe ha perdido la confianza en ti, princesa. Agradece que no te mata por una sola razón.

—A pesar de eso, no te salvas de responder una sola cosa y será mejor que no nos hagas perder el tiempo con tus mentiras—hizo una pausa. Las lágrimas no dejaban de correr por mis mejillas.

—Sólo tienes que decirnos donde guardan Los Mobsters su cargamento más grande.

—No lo sé—contesté siendo sincera—. Ni siquiera sé a qué cargamento se refieren.

—Ay princesa, al parecer te las estas rebuscando—dijo el primer hombre y volví a sentir como me cortaban, esta vez justo en la clavícula.

—Vamos, no seas tímida. Es una pregunta muy simple.

—¡No lo sé! Solamente déjenme ir.

—¿Hueles eso?—preguntó. Inmediatamente un olor a quemado invadió mis fosas nasales—Ten suerte de no terminar así.

No entendí a lo que se refería hasta que sentí como un líquido se deslizaba desde mi cabeza hasta las puntas de mis pies. De inmediato todas las heridas comenzaron a arderme y provocaron que grite con todas mis fuerzas.

Luego, un olor invasivo me hizo reconocerlo. Combustible. Eso era.

—¡Buena suerte, preciosa!—gritó esa voz que tanta repugnancia me daba. Sentí el motor del auto encenderse y luego arrancar a toda velocidad.

La temperatura había aumentado, ya no tenía frío, ahora hacía calor. Una vez que me cercioré de que se habían ido, me quité la bolsa que cubría mi rostro. Y solo pude ver fuego.

Estaba bañada en combustible y las llamas cada vez se acercaban más a mí. No tardé en reaccionar y en volver a salir corriendo intentando recordar el camino a casa.

Corrí en círculos sin notarlo durante mucho tiempo. Mi cuerpo ya no aguantaba más. Me había secado de tanto llorar.

Cuando finalmente me di por vencida, reconocí un puesto de revistas por el que siempre pasaba para ir al trabajo. Por suerte, estaba cerca.

Recordé el camino y llegué a casa. Mis pies estaban hinchados y cortados por haber corrido descalza. Mis piernas, junto a mis brazos, estaban inundados de sangre seca debido a todos los cortes que me habían hecho. El vestido rojo que llevaba puesto, se había roto y ahora estaba pintado de un bordó más oscuro. Mi cabello estaba mojado y desprendía un olor desagradable. Mi maquillaje probablemente se encontraba corrido, gracias a todas las lágrimas que había derramado. Y por otra parte, mi corazón aún no volvía a su lugar y mis pulmones seguían pidiendo a gritos un poco de aire.

Toqué una, dos y tres veces la puerta. Cuando había perdido ya todas mis esperanzas, se encendió una luz y se abrió la puerta.

—Pelirroja.

Black Soul   |Completa|Where stories live. Discover now