Capítulo 85: Príncipes y reinos

8.6K 533 5
                                    

Desperté de repente, sintiéndome un poco abrumada por lo que estaba soñando. Aunque al momento de abrir los ojos, ya lo había olvidado.

Estiré mi mano intentando encontrar el cuerpo de Matthew a mi lado, pero no lo hice. Solté un suspiro y estiré mis extremidades. No pude evitar sentirme algo diferente. Por fin había llegado el día que tanto había esperado durante el último año. Pero aún así después de tanta espera, ya no quería irme. O más específicamente, no quería alejarme de su lado.

Todavía algo dormida, caminé a paso lento hasta llegar al baño, en donde tomé una ducha rápida e hice mis necesidades. Cambié mi pijama, que no era más ni nada menos que un sostén y unos bóxers de Matthew, por una falda floreada suelta y un crop top blanco.

Bajé las escaleras a paso atolondrado. Los ruidos en la parte inferior de la casa me hacían saber que ya todos se habían levantado. Con algo de vergüenza, llegué a la sala de estar en donde me encontré con Black Soul sentado en el sofá. Llevaba las piernas estiradas sobre la mesa y una caja de cereales entre sus brazos.

—Oh, buenos días bella durmiente— saludó con algo de desinterés. No quitó la mirada de la televisión y llevó un puñado de cereales hasta su boca.

No pude evitar sentirme desilusionada. La realidad era que Matthew no sabía la fecha exacta de mi cumpleaños y nunca la había preguntado. Pero no podía negar que me hubiese gustado que me sorprendiera. En ese momento, decidí no decir nada. Hacer como si fuese un día completamente normal.

—¿Qué hora es?— pregunté acercándome hacia su regazo. Me envolvió entre sus brazos y apoyó su mano derecha en mi cintura.

—Las once. Te has perdido el desayuno. Pero no faltará mucho tiempo hasta que almorcemos— respondió él, dejándome un beso mojado en la mejilla.

Me ofreció cereales y los acepté con gusto. Nos quedamos un par de minutos en esa posición; sentada encima de él con sus brazos envolviendo todo mi cuerpo.

—¡Mía!— apareció Jamie corriendo con un disfraz de princesa puesto. Llegó hasta mis brazos y con un gran impulso, saltó hacia mi. Los tres reímos y perdimos el equilibro hasta derrumbar nuestra torre humana.

—¡Que lindo vestido!— exclamé, alagando su tutú rosa pastel.

—Es muy bonito— respondió ella con las mejillas algo sonrojadas—. Me lo hizo mi mami. ¡Tengo uno para ti también!

Jamie tomó mi mano y me arrastró por las escaleras hasta llegar a su cuarto. Allí me enseñó el vestido que había mencionado. Constaba de una falda color lila de tul, larga hasta el piso y un corset blanco con flores de purpurina. Abrí la boca imitando una cara de sorpresa.

—Oh, ¡wow! Que precioso es, Jamie.

—¡Te lo tienes que poner!—soltó un grito de emoción, mientras aplaudía y saltaba en el aire.

Después de que Jamie me insistiera una vez más, acepté y me coloqué el vestido de princesa. Cuando salí del baño ya disfrazada, pude observar en cámara lenta como se transformaba su expresión hasta convertirse en algo inexplicable. Llevaba sus cejas curvadas hacia arriba, la boca bien abierta y sus pequeños ojos habían comenzado a brillar.

—¿Te gusta?— le pregunté, haciendo una reverencia.

—¡Si!— contestó alargando la i.

Volvió a tomarme la mano y tuve que correr para seguirle el ritmo. Reí en el camino de su habitación hasta la sala, en donde nos detuvimos al escuchar una música instrumental con aires alegres.

Jamie dió un par de vueltas hasta llegar al centro, donde comenzó a bailar con energía y al ritmo de la música. No pude evitar soltar una risa tierna. Pronto, terminé uniéndome a su baile, disfrutando de cada segundo que pasaba.

Estiré mi pierna derecha y me incliné hacia adelante. Tomé algo de impulso y giré sobre mi propio eje hasta marearme. Jamie intentó imitarme, pero enredó sus pies y terminó cayéndose sobre el sofá. Aunque realmente pareció no importarle, porque segundos después estaba de vuelta en la pista bailando.

Me detuve algunos segundos después al verla quieta observando un punto fijo. Miré a través de mi hombro y en ese momento, no podía creer lo que estaba viendo.

Matthew llevaba una especie de esmoquin blanco, adornado con un moño negro en su cuello. Venía caminando rápido, siguiendo el ritmo de la canción en cada paso. Jamie soltó una risa y no pude evitar contagiarme. Llevé mis manos hacia mi boca ahogando un grito cuando noté que llevaba puesta una corona dorada. A pesar de que una sonrisa intentaba asomarse, estaba completamente serio. Pero no podía dejar de pensar en que se veía jodidamente adorable. Después de unos segundos, nos encontramos cara a cara.

—¿Me concedes esta pieza?— preguntó. Me tendió la mano y la acepté con gusto.

—Por supuesto.

De repente, me encontraba girando sobre mis propios pies a un ritmo inimaginable. Apoyó sus manos en mi cintura y bailamos el vals que resonaba por toda la sala. No podía quitar la estúpida sonrisa de mi rostro. Pero aún así, no entendía a qué venía tanto show.

Cuando la canción terminó nos detuvimos, intentando pausar nuestras respiraciones agitadas. Por fin, sus labios se curvaron ligeramente hacia arriba y me sorprendió con un rápido beso en la mejilla. ¡Oh por Dios Mía! Intenta no derretirte de amor.

—Jamie— llamó Matt a su hermana y estiró el brazo. Ella no tardó en aparecer, entregándole una corona idéntica a la que llevaba puesta.

Volví a sonreír y sentí como mi rostro ya se cansaba de tanto hacerlo. Mordí mi labio cuando lo vi arrodillarse frente a mí.

—¿Qué opinas de convertirte en mi reina, eh?—preguntó sosteniendo la tiara frente a mí.

—Mm... creo que acepto— respondí, siguiéndole el juego.

Matthew volvió a levantarse y con delicadeza colocó la corona dorada sobre mi cabeza. Jamie aplaudió con emoción. Matt me miró y una vez que conecté con sus ojos, ya no podía voltear la mirada. Allí podía encontrar todos sus pensamientos, sus miedos y deseos. Podía ver todo de él. Y se sentía tan increíble, porque después de tanto tiempo pude sentir cada una de nuestras piezas encajando. Pude sentir cómo nos encontrábamos en la misma sintonía.

Recordé la primera vez que nos miramos. Cuando lo encontré saliendo de su casa, abriendo la puerta a la par mía. Recuerdo haber visto sus ojos, pero se veían tan diferentes ahora. Ya no me sentía intrigada por esa mirada como lo había hecho la primera vez. En ese momento, con su cara a centímetros de la mía, nuestras manos entrelazadas y el enlace de miradas que no quería romperse, supe que había terminado de resolver el misterio de Black Soul. Pude sentir que ya lo conocía absolutamente todo.

—Feliz cumpleaños, princesa.

Y con una lágrima fundiéndose en mi mejilla, lo atrapé entre mis brazos lamentándome de que todo se convirtiera en, nada más, que un recuerdo.

Black Soul   |Completa|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora