Capítulo 42: Sorpréndeme

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Matthew

Bajé luego de preguntarle a la pelirroja en dónde podía encontrar una toalla. Ambos estábamos empapados de la cabeza a los pies y por supuesto, tiritando de frío.

Enfrenté a la cajonera y comencé a buscar cajón por cajón. Hasta que por fin encontré, en uno de los últimos, una toalla blanca adornada con flores bordadas. La cogí y al hacerlo, algo cayó al piso.

No, no, ¡no! Fue lo primero que pensé al notar que el plástico blanco y alargado que había caído era una prueba de embarazo. Con mucha valentía la tomé del suelo y antes de voltearlo suspiré profundamente.

¡Maldición!

Era positiva.

¡Esto no puede estar sucediéndome a mí! Pensé agarrándome el cabello con fuerza. Apreté los puños y suspiré una vez más.

No era la primera vez que esto me ocurría. Que la mayoría de las chicas con las que me acostaba me dijeran que estaban embarazadas era algo que sucedía con más frecuencia de la que deseaba. Sin embargo, nunca llegaba a preocuparme en su totalidad ya que era muy prolijo y minucioso a la hora de cuidarme. Y me aseguraba que ellas tomaran las pastillas anticonceptivas con regularidad. Además podía garantizar que habían estado con tantos otros hombres que las posibilidades de que esos bebés fuesen míos era del 1%.

Pero esta vez era diferente.

Con Mía nos habíamos cuidado todas las veces que estuvimos juntos, o por lo menos eso recordaba. Nunca le había preguntado si tomaba las pastillas. Según suponía ella había dormido con nadie más en los últimos tiempos. Y si lo hubiese hecho podía garantizar que Mía no era como tantas otras que utilizaban el hijo de otro hombre para intentar engatusármelo.

Dejé de dar vueltas con mi mente y decidí enfrentar la realidad. Subí con paso decidido y siendo demasiado directo pregunté:

—Mía...— hice una pausa— ¿estás embarazada?

Inmediatamente dejó todo lo que estaba haciendo y me miró con sorpresa.

—¡No!—contestó nerviosa.

—¡No me mientas! Es positivo— dije alzando un poco la voz—. ¡Deberías habérmelo dicho antes! ¡Maldición!

—¡No es mío!—habló ella alzando también la voz.

—¡Já! ¿Y de quién es? ¿De la Virgen María?— pregunté incrédulo. Lancé la toalla al sofá.

—¡Pues allá tú si no me crees!

Se produjo un silencio incómodo por algunos segundos. ¡Esto no puede estar sucediéndome! ¿Realmente pretende que crea esa mentira? "No es mío", ¿y entonces, de quién es? No tiene amigas aquí, ni hermanas, ni abuelas, ni ninguna mujer que pudiera estar embarazada. ¿Por qué simplemente no me dice la verdad?

—¿Tienes miedo?—le pregunté un poco más calmado. Ella seguía del otro lado de la sala en ropa interior, con las mejillas coloradas.

—¡No! ¡Estoy enojada!—suspiró molesta y se cruzó de brazos— Esa prueba no es mía.

—¿Entonces, de quién es?

Collins se quedó completamente muda ante mi pregunta. Era más que obvio lo que estaba escondiendo. Y me enfurecía la capacidad que tenía de mentirme en la cara.

—Búscame cuando decidas decir la verdad—atravesé la sala y di un portazo.

*

Pasaron algunas semanas más. Luego de esa discusión, una de las primeras que tuvimos, no nos vimos durante un par de días. En ese tiempo pude deducir que Collins era una persona bastante orgullosa, y yo también lo era.

Sin embargo fui yo quien dio el primer paso. Y después de una larga conversación, pudimos aclarar las cosas.

Sophie era como las otras. Se acostaba con muchos hombres, entre ellos incluidos el padre de la pelirroja y yo. Y sin siquiera recurrir a una prueba de ADN, decidió que yo debía ser el padre de su hijo.

Discutimos mucho por esa razón. Ella estaba "segura" de que el bebé era mío. Pero yo ponía las manos en el fuego. Esas semanas ni siquiera nos habíamos visto. Le di dinero para que vaya a hacerse los estudios que necesitaba y luego no supe nada más acerca de ella. Hasta que la pelirroja me confesó que el padre del niño era el mismísimo señor Collins. Y yo no podía creerlo.

Después de haber oído la historia de Ethan, podía comprender cómo Collins se sentía al respecto. Iba a tener otro hermano que probablemente nunca llegara a conocer. Y eso era una verdadera mierda.

—¡Voy!— escuché gritar a la pelirroja por detrás de la puerta.

Era veinticuatro de diciembre por la tarde y yo tenía una gran sorpresa preparada para ella.

—Matt, ¿qué haces aquí? ¡Llegarás tarde a la cena!— dijo invitándome a pasar. Llevaba puesto un delantal de cocina y dos colitas en el cabello. Parecía una niña.

—Vístete. Vienes conmigo.

Grabé su cara de sorpresa en mi memoria. Se veía tan tierna y adorable.

—¿Cómo dices?

—Iremos a mi casa a celebrar la Navidad. Al menos que prefieras quedarte aquí a festejar con tu padre— rematé. Creo que ella aún no lo podía creer.

—No sé que decirte—habló preocupada.

—Nada. Tan solo vístete— contesté. Mía me hizo caso y arrojó el delantal en cualquier lado de la sala.

Unos minutos después regreso a la sala con un vestido blanco que combinaba a la perfección con la Navidad. Llevaba una ligera capa de maquillaje y los labios pintados de un rojo carmesí.

—¿Lista?

—Lista.

Black Soul   |Completa|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora