Oda al furor

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 De repente poseída por un funesto presentimiento de un viento negro que impide respirar, busqué el recuerdo de alguna alegría que me sirviera de escudo, o de arma de defensa, o aún de ataque. [...] Busqué en todas mis memorias y nada, nada debajo de la aurora de dedos negros.
Alejandra Pizarnik.

¿Por qué no aferrarse un momento de euforia, aunque sea artificial? ¿Quién no lo haría?

Me engaño, me invento entonces alguna alegría pasional, histérica, inútil, alguna meta arbitraria que pueda devolverme el ímpetu de nuevo. Invoco toda la filosofía más vital, invoco los impulsos más instintivos, las metas más ambiciosas. 

Me dirás, es apenas una una vana decoración, una pasión animal. Bajo tal fachada tan abigarrada solo podría reinar un abismo, o nada de eso sería necesario. Pero ya llegará el momento de llorar, y de hundirnos en el abismo de la existencia. Por ahora, déjame vivir. Las alegrías animales al menos son fuertes y bochornosas, lo suficiente para arrastrarme cuando mis músculos no puedan. Yo decido dejarme arrebatar ante cada momento de euforia, por fugaz. Me muevo entre ellos, saltando de piedra en piedra. No evitaré caer a pasos en falso. No evitaré salir empapada, si es que salgo. Pero saltar de piedra en piedra por este río será la única forma de avanzar, de euforia en euforia, esa será mi falsa estabilidad. Me rindo. Deja que me entregue por completo a las emociones salvajes. Que la furia pasional me mueva de un lado a otro, me salpique, me lleve por completo. 

Y vivo así, de a fogonazos. No importa que tan viva haya sido la llama, en algún momento se apagará, y yo me volveré a perder. No importa cuán fuerte haya el impulso vital, la inercia nunca puede ser eterna, por su misma naturaleza condenada. También se cansarán. Y me dejarán tirada en la arena, aún más lejos, más desorientada. Me habrán hecho olvidar de mi nombre como lo haría en toda fiesta a Dioniso.

¿Y qué me puede devolver ahora? Máscaras anónimas, pero con el nombre de multitudes, me gritan metas. ¿Vivir para el placer? ¿Para la felicidad? Todas son motivaciones efímeras, inestables. Ni las razones superficiales ni las profundas parecen satisfacerme demasiado. Tal vez ninguna razón pueda encajar nunca, tal vez nada pueda darle sustento a la vida más que ella misma. Quizá solo la muerte.

Pero no se vive con sentimientos aguados, sino con las esencias más fuertes. Solo el fuego hace mover. Si no piensas vivir con furor, ¿entonces con qué pretendes hacerlo? Los sabores ligeros me hastían. Deseo, en cambio, embriagarme de emociones, que arrojen mi ser lejos de sí.

¿Qué otra cosa podría buscar? Yo no quiero una mezcla insípida, y tal vez solamente la quieran los que tienen miedo de dejarse arrojar por completo a lo que llevan dentro de sí, a los que prefieren la estabilidad de su calma, la serenidad ilusoria que yo ya aniquilé.

Renuncio a la tranquilidad.

Diciembre 19 de 2019.

EsquirlasWhere stories live. Discover now