Sea don o desgracia

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Siento el estremecimiento en el paladar apenas con pensar en el café amargo. El vértigo, apenas con mirar desde la ventana hacia al cielo. La euforia, con imaginarme capaz. La calidez, apenas con pensarte. El encierro, con saber que regresaré a casa. La tristeza, con imaginarme incapaz.

Siento mi pelo escurrir solamente con ver las nubes del horizonte tornándose grises. La impotencia, con mirar a una pared que sabré que no podré atravesar.

La imaginación, sea don o desgracia, me lleva a estos riscos. Nunca sé si sueño o si simplemente estoy teniendo unas imaginaciones demasiado vívidas sobre lo que me hubiera gustado soñar.

Pero entiendo por fin por qué la sed que nunca insaciable. Entiendo por qué debo mantener siempre una botella de agua al lado para no quejarme cada par de minutos cuando la sed me ataca. La sed de soñar tanto.

Y era entonces cuando fluía, era río sin necesidad de lluvia que me alimentara. Ahora lo único que sé hacer es leer los diarios de una mujer en la misma aridez, siguiendo sus pasos sin darme cuenta.

Ahora no me pregunto por qué no me llegaba la inspiración, si no conocía el mundo más que a través de letras. ¿Pero se podría conocer de otra forma? Tengo que salir a la calle, tratar con personas. No sé escribir algo que no sea lo mismo que ya he escrito durante toda mi vida. 

Creo que uno no puede vivir en paz en este mundo. No se podría ni siquiera morir en paz. Nada en paz. No existe. Quiero, de repente, renunciar a todo. Pero eso es precisamente lo que he estado haciendo. Ángela, sientes que no te puedes escribir. Que las palabras no te pueden llenar. Que pueden expresar todo, menos a ti. Lo que te falta es saber del mundo. No puedes sacar universos enteros únicamente de ti misma. 

Podría hacer muchas cosas, pero sería solamente cubrir el vacío con un velo muy bonito y muy falso. Lo único que quiero es organizar un cuadro decente hecho de todo este caos, esta maraña. Tu ambiente refleja tu interior, dice mi madre. Y entonces entiendo por qué no logro hacer nada que tenga orden y sentido. Humo encima de mí y de las cosas, y del mundo en general: eso son las palabras que digo. 

Son eso, digo, porque me separan de las cosas. Una vez he nombrado algo, lo aíslo. Lo vuelvo un objeto de estudio, extraño a mí y extraño a las demás cosas. Y si he escrito tanto, si esculpo tanto en palabras, ¿qué me quedará? Me queda lo que no he nombrado, lo mismo que nunca sabré nombrar. La esencia que se me escapa. Cuando la nombre, no tendré más que decir. Me daré por terminada en este mundo. 

Miro las palabras desde arriba. Veo un abismo. Miedo, vértigo, de que las palabras puedan aplastarme, o yo caerme en ellas, mares enteros. Se han desbordado tanto de mí que ya me sobrepasan, sus corrientes arrastran, asfixian incluso. Creía que era solamente el mundo. Pero también lo hacen las letras. Y también ellas son un mundo. Pero no sé ni siquiera cuál de los dos es más mío. Ninguno puedo controlar; soy demasiado débil incluso para mis propias creaciones. Se me sale todo de las manos.

Escribo porque no puedo gritar. Imagino porque no puedo actuar. Pienso porque no puedo ser. Humo sobre las cosas, eso soy.

16 de marzo. 2019. El piano suena más fuerte que el tráfico.

EsquirlasWhere stories live. Discover now