De esas personas sensibles.

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Me gusta llorar, lo reconozco. Tal vez porque me siento fluyendo, de alguna forma. Tal vez me gusta llorar porque mis lágrimas se realizan. Porque las siento deslizarse suaves, acariciando las mejillas. O tal vez, porque siento que tengo algo de mí en el mar, que de mí salen pequeños ríos, juguetones, que llegarán a su lugar.

Y lloro.

Puedo emocionarme viendo la lluvia, puedo sentir nostalgia al ver caer el sol. Sí. Soy de esas personas sensibles que pueden quedarse durante horas de seguido escuchando la misma canción, una y otra vez, y cada vez sentir misma piel erizarse, y no ser capaz de pensar en absolutamente nada más. Soy de esas personas sensibles que se puede quedar una tarde entera mirando el cielo, o el techo de una habitación, en su defecto. Soy de esas personas que puede ver una flor y llorar por saber que se va a marchitar. Soy de esas personas que se angustia con mirar una pared en blanco.

Y me conmuevo con una flor o con un poema, como si fuera apenas una niña.   

En efecto, apenas soy eso. Una niña que mira al cielo y se conmueve, por haberlo encontrado encantador. O tal vez era ella, que estaba extrañamente sensible, y no era capaz de dejar de mirar el cielo, atontada.  Además, las flores magenta del árbol que estaba en encima de ella, contrastaban de una forma perfecta con las nubes grises.

Y no le importa lo patética que se vea con las goteras de lluvia sobre los lentes, y agarrándose los brazos porque se moría de frío. Las gotas suaves, irrigando su cara, le hace brotar una sonrisa inocente. A ella no le importa. Siente la lluvia como una bendición. Y se queda ahí, parada, sonriendo como si fuera la primera vez que mirara al cielo, la primera vez que sintiera llover. 

A ella aún le maravilla que aquello pueda ser real. Ha acabado de nacer, e incluso las sensaciones más insignificantes, como el aire frío en las mejillas, la emocionaban. 

No podría ser de otra forma. Si no fuera así, en primer lugar, no estaría por acá parada haciéndome un autorretrato sobre la vez que me mojé solo porque el cielo me había conmovido. 

Y mientras no puedo creer en las cosas más cotidianas, asumo sin mayor asombro los incidentes más extraños. A veces esa niña también se va. Y paso de sentir todo, a no sentir nada, a buscar desesperadamente algo que me pueda hacer reaccionar. 

2 de enero, 2018. 

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