Parte 19 - La Chica del Bar

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Clint despertó con el sonido del radio reloj en la mesa de luz, que se encendió a la
Hora de siempre, y tardó unos minutos en darse cuenta de que las imágenes que venían a su mente de a poco, no provenían de un sueño o de una pesadilla.

Estaba seguro, físicamente seguro, de que había tenido sexo la noche anterior. A pesar de la culpa que lo atropelló con la violencia de una ola helada, también estaba seguro de haberlo disfrutado en algún nivel y eso era lo peor.

Se sentía sucio y no era roña que pudiese quitar con jabón. Tampoco era algo que pudiese compartir con nadie por infinitas razones: era un agente de la Cia, había sido drogado y abusado por una mujer, cosa que jamás imagino que podía sucederle a alguien con su entrenamiento. Fue sometido por un enemigo y encima de todo eso, otorgó información clasificada a una espía.

Lo correrían de su trabajo, se burlarían de él, lo humillarían por débil y poco profesional y perdería una de las cosas más valiosas en su vida, el respeto de su mentor Ivan Petrovich, quien por su culpa podría volver a perder a su hija.

Las imágenes y palabras que aparecían en su mente no tenían mucho sentido. Recordó algo sobre unas hermanas, pero no sabía de que se trataba.

Hizo el esfuerzo mental de tratar de recrear la conversación con Melina, pero las imágenes de su cuerpo, de su rostro tan similar al de Natasha, a sus movimientos ondulados, posesivos y dominantes que lo llevaron hasta el extasis, volvían a despertar impulsos en su entre pierna que no podía controlar.

Se levantó y se dio una ducha de agua fría.

Debía pasar por la clínica a ver a Ivan. Se preguntó inmediatamente si es que existía la posibilidad de que le haya confesado a Melina que Ivan seguía con vida pero estaba casi seguro de que el tema nunca se desvió en ese sentido.

En cambio la ubicación de Natasha había quedado comprometida, le habló del bar en el que trabajaba y debía apresurarse a llegar hasta donde ella se encontraba, antes de que pudiesen encontrarla Melina o Sarkissian.

Pensó de nuevo en Ivan mientras tomaba la maleta pequeña desde dentro de su closet y la llenaba con algunas mudas de ropa. Quizás sería mejor dejarlo descansar, después de todo no tendría tiempo de explicarle nada de lo sucedido antes de partir.

Debía limpiar su propio desastre y tratar de hacer control de daños.

Tomaría el primer avión a Argentina, debía llegar a ella. No podía llamarla, era 20 de febrero y en ese momento ella ya estaría viajando a Buenos Aires para comunicarse con él en su videoconferencia anual.

Llamó a la oficina y dejo instrucciones para ella con un agente de confianza, instrucciones de que su vida estaba en peligro y que debía encontrarse con él en la Casa Segura que le había indicado en caso de emergencias.

Después de años de conversaciones en una sala de conferencias, volvería a tenerla en frente y se odiaba a sí mismo por sentir la alegría que esa idea le traía. La culpa y el miedo por su seguridad, no lograban ganarle a esas cosquillas en la panza, no llegaban a apagar la sonrisa incipiente que la idea de volverla a ver le despertaba.

~

Correr descalza por la playa a las 7 de la mañana, con el océano atlántico rugiendo a su izquierda y el viento húmedo refrescando su piel bronceada, la hacía sentir como una persona bendecida cada día.

A su derecha la acompañaba Thor, trotando pesadamente, con la cabellera dorada totalmente empapada y repleta de arena ya que, cada 100 metros, religiosamente, se revolcaba en las olas y luego volvía a la carrera sacudiendose y con cara de feliz cumpleaños.

Black WidowWhere stories live. Discover now