Parte 17 - The Peep Show

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7 años más tarde...

Ya llegaba el 20 de febrero y Clint Barton tenía un buen humor inconfundible. Todos en su oficina en Langley lo sabían, pero el único que conocía el verdadero motivo de la sonrisa boba con la que deambulaba por los pasillos de la Cia, era su jefe John Preston, así como Clint era el único que conocía los secretos de John a quien solo él podía llamar Ivan Petrovich, cuando nadie más los escuchaba.

Habían un par de apuestas dando vueltas entre los analistas de información financiera de la oficina de al lado y otras entre sus mismos compañeros de Contraespionaje.

Algunos decían que en esa época visitaba a un pariente lejano en la cárcel, otros que era su cumpleaños ya que nadie sabía realmente cuando Barton cumplía años, y los chicos de la mensajería tenían una teoría sobre una amante misteriosa que vivía en el extranjero y venía de visitas todos los años en la misma fecha.

No era exactamente así, pero los chicos de mensajería eran los que más se acercaban a la realidad ya que "ella" no era su amante ni viajaba una vez al año: el 20 de febrero era mucho menos que eso y a la vez mucho más, era la fecha en la que había acordado con Maria, la joven con amnesia, que se comunicarían para un reporte anual de seguimiento.

Era ese día del año en el que volvería a escuchar su voz por el teléfono con una línea segura que le proveía la agencia. Para utilizar la línea ella debía viajar a Buenos Aires y ponerse en contacto con el manejador de una Safe House cerca de la embajada estadounidense en aquel país.

Cada 20 de febrero ella le contaba todo sobre su trabajo en el Bar de la playa, sobre sus amigos, su perro y los cursos de teatro, cocina o cerámica que tomaba de vez en cuando para entretenerse.

Por supuesto que se suponía que debían hablar de cuestiones relativas a su seguridad, eso era lo primero, pero después de tanto tiempo, él ya se había convertido en tu confidente mucho más que en su guardián.

Esta vez, aunque todavía no lo supiera, el que tendría algo que decir era él.

Por lo general no podía hablar demasiado sobre su propia vida porque la mayor parte de su semana implicaba información estrictamente confidencial, pero habían cosas que podían compartir con ella, cosas que concernían a ambos.

Cuando hace siete años la descubrió escapando, ella le dijo que necesitaba desaparecer, no quería deberle su libertad a alguien más, y aunque él insistió en que tenía que permitirle protegerla, fue Ivan quien decidió que la dejarían ir.

—si tuviese que volver a empezar, si estuviese en tus zapatos, haría lo mismo— le dijo el Ruso a la joven, con la mirada melancólica y Barton sabía que pensaba en su hija. Ivan había ido allí sin el respaldo de la Cia o de Shield porque su intención era darle una vida normal a su hija, no quería ver a Natasha viviendo en la violencia de la vida de un espía o presa de un programa de protección a testigos con un trabajo que alguien más eligió para ella y sin amigos, solo por estar segura.

Si no podía darle esa libertad y esa vida normal a su hija Natasha, por lo menos se la daría a esa joven a quien llamaban Maria.

Fueron pocos los jóvenes que Shield logró rescatar de la Habitación Roja y todos fueron a parar a un programa de protección a testigos con contención psicológica de esa agencia, por lo que Barton no tenía acceso a la posibilidad de interrogarlos: todo aquello era parte de la estrategia de Nick Fury, para que a la larga confiasen en él y pudieras reclutarlos.

Otros habían escapado, como casi todas las muchachas, y entre los hombres estaban el tal Oleg Ivanovich que fue quien hizo el contacto con Shield en una misión en Italia junto a Natasha, y también Boris Turgenov, quien ahora se rumoreaba era contrabandista de armas en Europa del este.

Black WidowWhere stories live. Discover now