Parte 14 -Padre Nuestro-

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Colgó el tubo del teléfono en cámara lenta, el solo hecho de pensar en ella, de recordarla, ya era en sí misma una actividad agotadora y drenante.

Lo que acababa de escuchar no podía ser cierto, tampoco sabía si deseaba que lo fuera. Ella estaba muerta, ya había llorado incontables lagrimas en los últimos diez años, no lo había aceptado porque perderla, a ella y a su madre, era algo que no aceptaría jamás. Pero se había vuelto un dolor menos vivo, como las cicatrices que le cubrían la espalda, eran piel sensible, delicada pero sana, tejido sobreviviente de la explosión en la que sus enemigos le dieron por muerto, tantos años atrás.

Repasó en su mente las ultimas palabras que dijo en el teléfono su agente en el campo, Clint Barton, sobre el ataque al Palacio Monaldeschi
—según Stark, su nombre es Natasha Romanova, esa perra asesinó a más de 10 agentes y se llevó a Zola.
Me enteré que rusos lo utilizaron para negociar la libertad de un ex espía, pero ahora que lo consultamos con contactos de la KGB, niegan tener conocimiento sobre el ataque o el secuestro del Dr Zola—

La primera oración resonaba en su cabeza como la pesada campana de una iglesia, haciendo vibrar a sus ideas, el resto de la información quedó en un sector mecánico de su cerebro que procesaba fríamente los datos apartándolos de su conciencia a modo de piloto automático: "Según Stark, su nombre es Natasha Romanova".

Ese nombre, en el verbo presente, era un sueño imposible, una blasfemia a la ilusión del luto, una anacronía cruel.

Natasha Romanova era el nombre de su hija, de la niña dulce con los ojos y la sonrisa de Alianova, que perdió en Sudamérica junto a su esposa, tantos años atrás. Perdió a su familia en manos de otra mujer que una vez amó equivocadamente. Una mujer llamada Ophelia Sarkissian que le arrebató todo y luego, aunque no por misericordia, intentó matarlo.

Él y Alianova se separaron en Brasil para poder poner a salvo a Natasha y lo próximo que supo era que Ophelia había asesinado a las dos.

Le llegaron los rumores por supuesto, de que luego de matar a su esposa Alianova, Sarkissian se llevó a la niña. Él no los creía, no porque no deseara que su hija hubiese sobrevivido sino porque conocía la naturaleza mortífera de su ex amante y sabía que ella no hubiese tenido la fortaleza para reprimir su sed de venganza, aún por una criatura indefensa.

También le dijeron una vez que Ophelia había tenido un hijo de él pero era algo que tampoco le parecía probable, si fuese cierto ella se lo hubiese hecho saber aunque sea para hacerle daño.

Ahora a la luz de esta nueva información, la idea era aún más terrible, si esa mujer no mató a su hija pero la crió ella misma para convertirla en una asesina sanguinolenta, entonces como podía alegrarse de saber que había sobrevivido en manos del demonio, posiblemente siendo torturada y maltratada.

Pero...y si no era así? Porque Natasha había entregado voluntariamente su nombre a Stark de esa forma? De repente en su mente germinó una idea, la ilusión de que quizás, debajo de esa capa de violencia, su hija seguía siendo su pequeña niña y solo estaba tratando de sobrevivir.

Quizás le dió su nombre a Stark como una pista, para que su padre supiese que estaba viva y pudiera salir a buscarla, como en el libro que le leía cuando era pequeña en donde las migajas de Hansel y Gretel, conducían a la cueva de la bruja que los había raptado.

Ordenó sus pensamientos, puso su dolor y el luto que llevaba en su alma a un lado, no era hora de lamentarse o entregarse a la melancolía ni al arrepentimiento, era hora de organizarse. Tomó la decisión en ese momento que debía rescatar a Natasha de las manos de Ophelia Sarkissian y que, por ahora, debía hacerlo sin que sus jefes en la Cia supiesen nada.

Black WidowWhere stories live. Discover now