Parte 6 -Las Zapatillas Rojas-

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Boris Turgenov, el chico que conseguía cosas cuando los reclutas se cansaban de pedirle favores a Niko Constantin, tenía gustos peculiares.

Niko usualmente pedía besos a cambio de sus favores, tanto a las viudas negras como a los Wolf Spiders. A quienes no accedían, a veces solo les pedía en pago otro favor.

Por ejemplo, a Natasha una vez le pidió que posara para él ya que le gustaba dibujar y contaba con un trazo muy competente para ello. La dibujó como si fuese una sirena de hielo en un lago congelado, a ella le gustó la imagen y él se la regaló.

Pero a Boris, en cambio, le gustaba jugar, y nunca como una recompensa por lo que lograba conseguir, sino como una prueba para poder tenerlo.

Pocas personas lo sabían, no eran muchos los que se animaban a hablar con él.

Era un muchacho oscuro, de mirada escalofriante, pupilas negras y muertas como en las imágenes de los tiburones que Melina había visto en la colección de enciclopedias de la biblioteca de la Academia, cuando buscaba información sobre depredadores.

No obstante, ella relacionaba más a Boris con los insectos que con los peces.

La vez que le pidió que le consiguiera una caja de cigarrillos, tuvo que dejarse picar la mano por una araña frente a él. Por alguna razón, era algo que el excéntrico chico pagaría por ver.

Sin embargo la última vez que necesito aspirinas, le pidió a cambio que ella le trajera la basura del profesor Barnes. Melina no entendía cual era el propósito o la perversión que lo impulsaba a necesitar una cosa como esa, pero le parecía divertido el desafío de conseguirlo.

Hacía un tiempo que se sentí aburrida, nada la estimulaba, le enseñaron a controlar sus emociones demasiado bien, al punto en que a veces ni siquiera sabía si las tenía, pero Boris la sorprendía. Era una de las pocas personas que lograba interesarla.

Solo que cada vez iba más lejos y esta vez en lugar de entretenerla, comenzaba a sentirse irritada.

—Mr. que?—

—Mosquito, Mr. Mosquito— repitió el nombre del juego con el que se ganaría las botellas de vodka que le había encargado.

—que nombre estúpido—

—ok, si quieres dejarte manosear por Constantin otra vez, es tu problema—

—no dije que no, solo dije que era un nombre estúpido— Entre las Viudas Negras del grupo B, había una chica que también conseguía alcohol y cigarrillos, entre otras cosas pero Melina una vez le quebró el brazo en una clase de Jiu-jitsu, así que ir con ella no sería una opción.

—está bien, aquí tienes— él le entregó jeringa y aguja.

—si me descubren estoy muerta— le dijo apuntándolo con la aguja que acababa de recibir.

—eres la mejor en tácticas furtivas, si alguien puede hacerlo esa eres tu. No intentes darme de tú sangre porque voy a saberlo y no tomes las escaleras o te descubrirán—

Melina exhaló audiblemente tratando de exagerar una exasperación que en realidad no sentía, le parecía estimulante: se suponía que debía infiltrarse en la habitación de la Directora Sarkissian y robar unos cuantos mililitros de su sangre con esa aguja mientras la Directora dormía...como lo hace un mosquito.

—que nombre estúpido— repitió pero con expresión sardónica —...y para que necesitas la sangre de Sarkissian?—

—para muchas cosas, usa tu imaginación. Puede ser evidencia—

—evidencia de que? piensas incriminar a la Directora en algún crimen?— lo dijo en tono de broma pero no era ningún chiste.

Boris sonrió y pudo ver unos dientes torcidos abrierse camino sobre sus finos labios como si los mordiera

Black WidowWhere stories live. Discover now