⛥Capitulo Dieciocho⛥

1.1K 179 83
                                    

Un pequeño robot estaba fielmente al lado de su amo, mirándolo con una expresión ingenua e indecisa, tratando de adivinar qué es lo que debería hacer o cómo tenía que actuar, ante esta situación. Ya había transcurrido alrededor de una hora, cuando su maestro llegó de sus intachables y laboriosas obligaciones humanas, a lo que al solo poner un pie en su base, se recostó inmediatamente en el pequeño sofá de la sala principal, quedándose profundamente dormido. El sirviente robot hizo caso omiso, a la presencia del irken, a lo que abandonó desinteresadamente esa habitación, para ir a destruir e incendiar la cocina, claro, solo para matar el tiempo, pero esto lamentablemente quedó en segundo plano, cuando empezó a transmitirse su programa favorito "El mono enojado".

Aun con todos esos lloriqueos desesperados y carcajadas escandalosas, su amo en ningún momento hablo, grito o regaño, básicamente ni siquiera se inmuto, esto fue sumamente extraño para su asistente metálico, ya que se esperaba su cotidiano chillido o gritos para que apagara esa infernal máquina televisiva, pero no fue así, no cabía la menor duda, su maestro estaba en un claro estado de letargo. Totalmente aburrido por la falta de atención del ex-invasor, el pequeño robot decidió simplemente marcharse de la base, no si antes, robarle de su muñeca, el pequeño artefacto de camuflaje que utilizaba diariamente su amo, usándolo torpemente para sí mismo.

No tardó demasiado en hacer efecto, dándole la perfecta apariencia de un pequeño niño, la ilusión se basaba en un infante de cabello color negro, algo despeinado junto a unos grandes visores en su cabeza, sus ojos ligeramente similares a un lavanda, vistiendo unas ropas coloridas, pero bien llamativas, simplemente imitando a la perfección, a un idiota, hiperactivo y patético niño humano.

Gratamente feliz y contento, soltó una ruidosa carcajada, para luego, azotar con fuerza la puerta, trayendo como consecuencia, que finalmente el irken despertara. Algo atontado por el repentino sonido, movió con cuidado su cabeza, sintiendo algo de pesadez por la ruptura del sueño, a la vez que abría con dificultad sus ojos, acostumbrándose con lentitud a la luz del lugar, cayendo en cuenta de su propia realidad, se había quedado profundamente dormido, luego de una salida con el humano, que al parecer, se extendió un poco más de lo provisto. Su cuerpo se lo agradeció, sintiéndose mejor y más reconfortado, por lo que abandonó su actual pero cómoda posición, para sentarse firmemente en su sitio, miró a su alrededor, notando su única presencia en la sala, por lo que decidió estirarse un poco.

Totalmente pensativo, se hundió en su mente, aún tenía varias cosas por hacer, pero la más urgente, era comunicarse con su amigo vortiano, para así poder conversar y perdonarlo, después de todo seguía vivo gracias a él, eso sin duda era un logro pero a la vez un castigo, que sin importar por donde se mire, ya era lo suficientemente malo. Finalmente se levantó del sofá, dando unos cuantos pasos al interior del cuarto, para encaminarse directamente hasta su laboratorio, sin embargo, esto fue interrumpido por unos fuertes y desesperados toquidos en la entrada principal, por lo que solo se dio media vuelta, volviendo entre sus pasos, con el objetivo de encarar a cualquier persona que estuviera detrás de la puerta, molestando.

No tardó demasiado en girar la perilla, y abrir por fin la puerta, descubriendo anonadado de quien se trataba, al ver con sus propios ojos magenta a ese humano cabezón que tanto aborrecía, lo detestaba casi con su propia vida.

- ¿Dib?

El amante de lo paranormal no contesto, solo se limito a ver por unos breves segundos a su antiguo némesis, para acto seguido, empujarlo hacia dentro de la propiedad, entrando el mismo de manera forzada justo detrás de él, esto molestó bastante al irken, que se repuso rápidamente de la sorpresiva visita, en unos pocos instantes, se abalanzó contra el terrícola, para así iniciar una pequeña pelea, lo que provocó que ambos cayeran con dureza al piso, empujándose y golpeándose mutuamente, mientras que rodaban tontamente por toda la sala de estar. Simplemente era algo cómico e irónico de ver, estaban imitándose a sí mismos, pero de niños, como en los inicios de sus patéticas e infantiles peleas, recreando viejas escenas de cuando eran unos simples "enemigos", con su mutua e absurda rivalidad, sobre quién haría su vida peor o mas miserable.

Redención [ZaDr]Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon