⛥Capitulo Tres⛥

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Aquella grandiosa e inmensa imagen quedó grabada con fuerza dentro de su subconsciente, el oscuro e interminable espacio era quien otorgaba un pequeño y minúsculo lugar para que orbitara este inmundo planeta que hacía varios años deseaba conquistar, sin embargo, ahora todo había cambiado. Los hechos que traen consigo consecuencias aún atormentaban al irken, el cual poco a poco movía con desconfianza sus brazos sintiendo brevemente un ligero dolor. ¿Cuánto tiempo transcurrió desde que su vida se arruino? Ni él mismo lo sabía, simplemente se encontraba ahí, sobre una camilla de metal, estático. Aún no lograba asimilar el duro y cruel cambio que debía afrontar.

Una pesadilla que era disfrazada por un devastador estado de coma, en donde sus mayores terrores y miedos fueron convertidos en catalizadores para ser plenamente devorado por la oscuridad, aunque fue en vano, ya que el ex-invasor pudo confrontar con cierta pizca de orgullo lo que lo atormentaba, consiguiendo escapar momentáneamente para nuevamente poder despertar. Como si esto no fuera el único tormento, le siguieron calamidades atroces, entre ellas la larga y difícil recuperación de su estado físico y mental.

Esto lo dividió en sí mismo, su cuerpo aun adolorido por las fuertes lesiones, superó con gravedad las mortificas y letales heridas que atravesó durante la batalla, no tenía ni la mas mínima idea que terminaría así, al momento en pleno combate no pudo sentir absolutamente nada, su fuerza de voluntad lo volvía inerte al dolor, aun así, este mismo no desapareció, solamente no se presentó. Para luego regresar con aún más fuerza en el momento final.

Un tratamiento largo y tortuoso comenzó desde ese día, nadie dijo que una recuperación fuera fácil, pero si algo debía de admitir, era que no lo podría haber logrado sin la ayuda incondicional de el vortiano, el cual sin ningún miedo o interés, ayudo en todo lo indispensable para que el irken reuniera lo que le faltaba de fuerza y reanude su carente voluntad, que con solo pensar en ello, era casi imposible.

Otro de los factores clave fue su pak, toda su energía, memoria, recuerdos y fuente principal de vida estaba casi completamente destruida, el daño fue ridículamente masivo, era claro que los meekrobs conocían demasiado bien a los irkens. Sin embargo, esto aunque significó una catástrofe, no lo fue. Sabiamente 777 reaccionó a tiempo para reparar la unidad lo mejor que pudo, claro era un genio sin igual para: crear, modificar y fabricar armas, por algo los vortianos eran quienes se encargaban del armamento irken, pero sobre el funcionamiento de un pak fue totalmente nuevo para el.

Igualmente todas esas vivencias viles, y crudas experiencias, eran algo que terminaban de afectar su frágil mentalidad, estando aún sumido en su culpabilidad, complicidad y su traición era algo que lo atormentaba diariamente sin falta. Todas esas palabras cargadas de odio, reproches por su inutilidad, sumado a un cruel repudio que en forma de gritos intangibles se apoderaban internamente del ex-invasor.

Buscando un refugio para detener ese mortífero suplicio, intento con desespero escapar a la actividad que con anterioridad se había burlado tantas veces: Dormir. Sin embargo esto no le trajo paz, ni mucho menos le dio el tan preciado descanso, sino todo lo contrario, se intensificaron con mayor fuerza dejándole bien en claro que no podía escapar de su castigo, ni mucho menos ser perdonado.

Culpable.

La culpa de ser el único y mayor responsable del exterminio.

Un pequeño ruido lo despertó repentinamente para traerlo nuevamente a la realidad, intentó regular su respiración para empezar a moverse con tranquilidad, para evitar que el dolor de aquellas cicatrices volviera a presentarse. Se bajó con facilidad de aquella fría y metálica camilla para encaminarse en la tenue oscuridad de lo que aún era su laboratorio, prácticamente regreso a la Tierra, en específico a su base que para su suerte, estaba completamente intacta.

Redención [ZaDr]Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt