⛥Capitulo Dos⛥

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"Zim, fuiste tu el responsable de salvar el futuro de mis hijos, no sabes cuando te lo agradezco. Es por eso, "viejo amigo" voy a devolverte el favor. Tu, Zim, el único sobreviviente irken... Vivirás."

Aquella palabras que denotaban un agradecimiento sincero, casi al borde de una promesa externa era lo que en su interior sentía el vortiano, que miraba fijamente al de piel verde cuidándolo, y escuchando con atención su respiración, aun abrumado en un desesperado deseo que el irken despertara, comenzó a hablar, sin poder detenerse las palabras por sí solas escapaban de sus labios, acompañadas en un tono bajo e inestable.

Ningún tema del que hablaba era interesante, la verdad, solo empezó a contar todo lo que se le cruzaba por su mente en ese momento, desde anécdotas triviales hasta recuerdos profundos.

En algún punto de esa inexistente conversación, el de cuernos recordó cuando el invasor "secuestró" a sus hijos, para luego ser chantajeado con la abominable excusa de provocarle un inmenso sufrimiento si no cedía a sus caprichos e inútiles exigencias, suspiro profundamente dando paso a una sonrisa amarga, no pudo entenderlo en ese momento, pero el pequeño irken le estaba haciéndole un favor, rescatando indirectamente a sus retoños de las crueles garras de los soldados irken.

Al ser conquistado e invadido su planeta natal, las especies extraterrestres eran eliminadas, en mejores circunstancias se veían forzados a trabajar sin descanso para ellos, un claro reflejo del esclavismo. En otros casos eran llevados como prisioneros para luego ser torturados y ser objeto del más absurdo entretenimientos. O sino eran desechados como basura, arrojados sin piedad alguna al vacío e interminable del espacio.

Sin embargo nadie sabía con exactitud qué atrocidades retorcidas que eran capaces aquella inmunda y cruel raza, que ahora fue erradicada de la existencia, aunque aborrecía la guerra por sus vivencias pasadas debía admitir que se sentía satisfecho por la caída del imperio irken, desde luego levantó su vista al de piel verde mientras que un pinchazo de culpa se instaló en su espalda.

Jamás culpo a Zim por nada, era una mezcla de razones variadas, la que más detonaba era la inocencia, porque si lo veías de un punto de vista más objetivo, aquel invasor no era malvado, solo jugaba para sí mismo a que lo era. Un títere roto y defectuoso que sin alguno tipo de uso, lo desecharon a su suerte en un planeta que lo acogió sin juzgar. Definitivamente Zim no merecía morir así.

- ...Zim... -

Aclarando aquellos remotos pensamientos, con mucho cuidado, empezó a aplicar nuevamente ese tratamiento. Esperando que pronto todos sus esfuerzos, harían efecto.

 Esperando que pronto todos sus esfuerzos, harían efecto

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Oscuridad, extensa y profunda oscuridad.

Un manto frío y oscuro cubría toda la visibilidad que podría tener el irken, estaba sentado casi en cuclillas con una mirada atrofiada observando a la nada, sus antenas caídas a centímetros de lo que se supone que era el piso, y utilizando sus brazos como escudo para defenderse de lo que se esconde más allá de la tenebrosa pero a la vez temerosa oscuridad. Estaba más que consciente de esa zona en la que se encontraba atrapado no era su propia realidad.

La noción del tiempo era algo imposible en ese estado, simplemente sus ojos magenta se encontraban completamente vacíos: Apagados y sin vida. Su respiración era algo lenta y profunda, entre unos tenues suspiros era el complejo de olvidar todo esa culpabilidad que recorría su squeedly spooch, sabía muy bien que había fallado deliberadamente en su misión de conquistar la Tierra, entendió rápidamente que entregó la victoria a su enemigo, y escucho muchas veces que no era un verdadero invasor.

Nadie conocía las duras y mortales pruebas para capacitar, entrenar y superarse frente a la dificultad de la adversidad. Nadie jamás supo cuánto esfuerzo, dedicación y valor le dio a cada una de sus misiones. Ni siquiera nadie quiso creer en sus buenas facultades o en sus ideales alcanzables. Nunca nadie confió en el. No era NADA. No era NADIE.

"¿Qué sucede?"

"¿Soy el único aquí que ve al extraterrestre sentado en el salón?"

¿Cuantas veces lo negó? Jamás quiso creer en las palabras de su antigua "amiga" Tak, cuya relación fue abruptamente rota al comenzar su entrenamiento militar, era muy consciente de que su "Grandeza" era una total farsa. Sucias mentiras, que salieron desde dentro de su interior que solo después de un breve periodo tiempo, comenzó a creerlas, solo provoco aun mas dolor.

"Por fin, una forma de probar que estoy... que estoy..."

"¡Que estoy loco!"

Ha ha ha ha. Risas estruendosas risas, que eran envueltas rápidamente en gritos llenos de rabia y enojo, apuntado con culpabilidad al invasor que sin reparo cubrió con temor su rostro entre sus piernas y rodeándolas entre sus brazos, tratando inútilmente de ocultar e ignorar todas esas falsas acusaciones por las que era injustamente acusado.

Todo a su alrededor se reducía poco a poco, las sombras lo envolvían para quitarle el poco oxígeno que le quedaba, mientras que el pequeño cuerpo del irken involuntariamente temblaba, era sumamente vulnerable.

"Ningún invasor había sido tan pequeño. Eres diminuto Zim."

"Eres microscópico."

Ya no lo soportaba mas, colapso su punto de quiebre a raíz de que unas pequeñas e imperceptibles lágrimas salieran de sus ojos que estaban fuertemente cerrados, se sentía completamente exhausto, nunca se imagino de que existían devastadoras maneras para hacerle sentir de esa forma, mas tratándose de uno de su especie, su cuerpo lo traicionó y su mente se rindió, ya nada tenía algún sentido.

Aun manteniendo algo de su orgullo, casi inexistente, se liberó de su resguardo y confronto su malestar, si debía ser consumido por la oscuridad, lo haría con una pose firme y orgullosa. Moriría enfrentando toda adversidad como lo haría un invasor de verdad.

"No puedes ocultarte siempre, y si pudiera te esperaría siempre."

Unos murmullos se filtraban corrompiendo a las sombras, una pequeña grieta era el detonante para una pequeña explosión que aturdió al irken, pero prosiguió con cierta dificultad, se encaminó sin temor hasta dónde venía todo ese repentino brillo casi se juzgaba como una burlesca luz que le daba una verdadera curiosidad.

Sin pensarlo dos veces se adentro a lo que tenía enfrente, sin importarle nada más, ya no podía ver completamente nada, entrecerró sus ojos con una sensación de superioridad y algo de confort, no lo dudo mas, algo lo atrapó para llevarlo nuevamente a la realidad.

"Pero volveré, hasta que sea el fin del mundo Zim."

"Desde la montaña más alta, hasta el mar más profundo..."

"Te seguiré por siempre."

Y fue en ese momento, en el que despertó.

Su cruel pesadilla terminó.

Su cruel pesadilla terminó

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Redención [ZaDr]Where stories live. Discover now