⛥Capitulo Siete⛥

1.5K 193 73
                                    

La intensa e interminable lluvia, parecía haberse acabado. El cielo que era envuelto por unas gruesas nubes negras, poco a poco se disiparon, hasta ser atravesadas por un débil sol, que apenas anunciaba su llegada para apaciguar completamente la tormenta. Caminando a paso lento, sin ninguna especie de apuro en ellos, simplemente recorrían por una resbalosa y húmeda acera, sumidos en una conversación amena, acortando deliberadamente, un largo camino. Entre ellos se encontraban un joven humano, de cabello castaño claramente desordenado, con unos ojos azules envueltos en pequeñas ojeras, por lo que eran adornados con una amigable sonrisa, contando todo tipo de hechos y pruebas sobre la existencia de fantasmas caníbales, que habitaban más allá del plano terrenal.

Por otro lado, un pequeño irken, ahora bien disfrazado, actuando como cualquier otro sucio humano, caminaba a su lado mientras escuchaba la voz de su nuevo "amigo", sin prestarle la debida atención, se encontraba sumido en un bucle de aburrimiento absoluto. Su extraño acompañante, no dejaba de hablar desde varios minutos atrás, antes de que los abandonara la dichosa tormenta, aceptaron mutuamente formar oficialmente un lazo de "amistad", por lo cual creyó poderse aprovechar para su propio beneficio personal, por lo que en el interior de su cabeza, esperaba no arrepentirse, aún más.

La plática que se dio entre ellos fue de manera fluida y constante, sin importar lo tan poblada que estuviera la Tierra, el extraterrestre empezaba a sospechar que siempre en su camino se entrometían asquerosos humanos con tendencias raras, y gustos completamente extraños. Sonrió un poco, al recordar algunos acontecimientos previamente experimentados, en su estadía en ese planeta.

A estas alturas, era algo inútil tan solo mantener la idea, de que alguna vez regresaría a su misión de conquistar, por lo que sólo abandonó temporalmente sus ideas, optando por volver a empezar, y el primer paso que se impuso a sí mismo era: Proteger al planeta. Era absurdo creer que lo haría por sus mediocres habitantes, que sin darse cuenta destruían y acortaban su propia estadía en ella. Decidió por sí mismo hacerlo, simplemente porque fue esa bola de tierra, quien le brindó protección y el derecho indiscutible de permanecer ahí mismo, junto a ella.

- ¡No podía creer que fuera real, Zim! ¡Creí que iban a devorarme! -exclamó moviendo sus manos rápidamente- ¡Fue totalmente increíble verlos con mis propios ojos! -sonrió emocionado- Aunque luego hayan desaparecido... ¡No cerré mis ojos en toda la noche!

- Aja. -asintió fingiendo atención- Humano-Louie, seguramente los volverás a ver. -mintió rodando sus ojos- Donde quieran que hayan ido.

- ¡Pienso lo mismo! -expreso observando a su acompañante- ¿Y sabes? estoy mas que seguro que vienen del espacio. -deducio ladeando su cabeza- ¡Imaginas lo asombroso que sería, que fueran una raza extraterrestre!

- Ah.. Si.. -fijo su vista al frente- ¿Te gusta el espacio, larva revoltosa?

- ¡Me encanta! -contestó con suma emoción- Algo que suelo hacer es escabullirme de mi cuarto, para subir al techo de la casa y observar las estrellas... -

"¡Fenómeno verde! ¡Hay una enorme cantidad de constelaciones en el espacio! 

¡Cuando logre derrotarte, iré a verlas todas!"

No pudo continuar escuchando, la entusiasta voz del de ojos azules fue totalmente opacada por aquella voz que conocía tan bien, era algo que realmente le molestaba, no quería acostumbrarse a eso. En alguna parte remota de su existencia, sentía que le clavaban una fuerte punzada, cargada de odio, resentimiento, y una serie de emociones encontradas. Ya era más que suficiente.

Redención [ZaDr]Where stories live. Discover now