VII. ☆ Sueños y futuro ☆

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—¿Usas lentillas?

—No.

El gesto de sonrisa bobalicona mientras me hablaba no se me borró hasta que de repente, todo le hizo mucha gracia. Hubo un instante en que el gesto precioso de sonreír le salió al mirarme fijamente a los ojos y no hay manera de explicar lo bonito que se sintió.

—Pudiste mentirme, ¿sabes? —comenté—. Te habría creído lo de las lentillas.

—Soy un hombre honesto, lo siento.

En la cancha, obviamente, el equipo se fue a pique de nuevo sin mi viento artificial y esta vez en entrenador gruñía, pero de disgusto.

—Y... perdieron —murmuré al darse todo por acabado—. Tu balonazo fue de mala suerte.

—No lo digas en voz alta, te pueden creer y me culparán de todo. De todas maneras ya estamos acostumbrados, ¿ves? —Señaló a sus espaldas a donde se encontraban todos los espectadores y en el rostro de ninguno había decepción—. Ya nadie espera nada de nosotros.

—Eso es demasiado triste.

—No, es mejor, así no decepcionamos a nadie.

—Excepto al maestro —objeté, y señalé al otro lado, donde el entrenador tenía sus manos en la cintura y el gesto indignado mientras gritaba que estuvieron muy cerca pero que no fue suficiente—. ¿No deberías estar ahí en esa reunión?

—¿Para qué? Hasta acá se escucha su regaño.

—Entonces vámonos —propuse.

—¿A dónde?

—De momento, fuera del gimnasio.

—¡Si ven que son capaces pero no ganaron es porque no le ponen empeño nunca! —El bramido del hombre furioso fue fastidioso y su efecto cansino se reflejó en los ojos de Marco; se levantó conmigo para caminar hacia la salida. El sermón se detuvo y el maestro nos habló—. ¡Williams! ¿A dónde crees que va?

—Eh...

—Está mareado —apunté con un gesto falsamente preocupado. Lo tomé del brazo y le di un ligero pellizco para que me siguiera la corriente—. Iremos a la enfermería, le acaban de dar un balonazo, de por Dios.

El maestro no quitó su gesto furioso, pero se quedó en silencio unos segundos sopesando el motivo y con el mismo temple de odio nos dio la espalda; tomé eso como un permiso así que salimos. Una vez afuera, lo solté y le sonreí cómplice.

—Aparte de dibujar de maravilla, también actúas. ¿Qué otro talento ocultas?

Sonreí divertida.

—Puedo volar, hacer magia con las manos y cantar. Y por la noche... —Me acerqué casi hasta su oído y susurré de forma confidencial— soy Batman.

Marco se rio audiblemente mientras recorríamos los pasillos hasta su casillero; había pocas personas porque las clases habían terminado cerca de una hora antes y todos los buses ya se habían ido.

—Yo quisiera ser Batman, pero estoy seguro de que el batimóvil se me dañaría al primer uso. 

—¿Así como juegas eres para todo?

—Más o menos —admitió risueño.

Suspiré por lo bien que me sentía bromeando con él. Era divertido.

—¿Te quitas el uniforme o te vas así a casa? —pregunté y señalé su pantaloneta, enarcando una ceja.

—¿Estás demasiado elegante para un pobre deportista como yo? —ironizó.

Karma de Estrellas  •TERMINADA•Where stories live. Discover now