18. Nuestra primera vez

Magsimula sa umpisa
                                    

—Ay, llegué—suspiro al encontrar la entrada del hotel.

No me creo que esté aquí. No me creo lo que estoy haciendo.

Joder, estoy de los nervios.

He tenido casi dos malditas horas de camino y no me ha dado por pensar en lo que voy a decirle. Mierda, mierda. ¿Sorpresa? Pf, qué sosa. Si es que no sé qué hago aquí, no sé para qué hago estas cosas... Albayas, ayudadme.

Me planto frente a la 502. Su habitación.

Mi pulso se acelera. Estoy deseando ver su cara...

Doy un toque a la puerta. No oigo nada. Vuelvo a darle.

¿Y si no ha llegado todavía? ¿Y si ha salido? Joder, es que estas cosas se avisan, se planean... No se hacen así, a lo loco... Esperad. La puerta se abre.

Es Natalia. Natalia en un albornoz blanco que le llega hasta las rodillas y le deja el pecho al aire formando una sensual V. Tiene el pelo empapado, y por su piel aún quedan gotitas de agua.

Es preciosa.

—A...eh...

De su boca se escapan sonidos. De sus ojos, emoción y desconcierto. De sus labios, una sonrisa intermitente que no para de estirarse y encogerse.

—Bienvenida al alucinante show de Alba Reche...

Una carcajada de felicidad y sorpresa nace de su garganta. Creo que he acertado con la frase.

No sé qué hacer, solo sé que no soporto más los dos pasos que hay entre nosotras. Me lanzo a su cuerpo para abrazarla y ella cierra la puerta antes de envolverme en su húmedo y cálido regazo.

—Estoy... pf, Alba. Me has dejado... Coño, no sé qué decir—se queja. Cómo odia quedarse en blanco. Que yo la deje en blanco.

Pero a mí me encanta. Me encanta verla así. Me recuerda al segundo día que nos vimos. A esa canción de Coldplay que se quedó en el aire. Y me encantan sus manos retirando mi mochila de la espalda para dejarla caer y poder atraparme por completo. Para poder abrazarme sin nada de por medio.

—Tampoco es nuevo que te quedes en blanco... —me regodeo nerviosa y ella se ríe, deja un beso en mi cabeza y me aprieta con más fuerza.

—¿Qué haces aquí? ¿Cómo has venido? ¿Cuándo? —consigue vocalizar con la voz temblorosa, acariciando todo mi cuerpo hasta llegar a mi cara. Sus grandes manos me hacen levantarla, provocándome un aterrizaje forzoso en sus brillantes y acuosos ojos.

—En el coche... ahora mismo.

—Pero... pero... ¿Con Julia y las...? —pregunta confusa, atrapada por la emoción. Yo niego antes de que termine su fallida apuesta—. ¿¡Tú sola!?

—Sí... Julia se ha quedado de niñera—río ante su impresión. Y es que ella conoce todos los miedos que he tenido que sortear para llegar hasta ella.

—Madre mía, Alba... Joder—chasquea la lengua porque no encuentra palabras, agachándose para poder posar su cabeza en mi hombro. Me pongo de puntillas para ayudarla, y acaricio su pelo mojado—. Es que no sé qué decirte, me siento muy tonta...

—Pues eso es lo que me pasa a mí cuando te da por... Hacerte con el control de la megafonía del Mercadona, por ejemplo.

—Pero que me sale solo, que yo... —se atraganta con una risilla adorable, pequeñísima. Esa que le sale cuando a mí me da por sorprenderla.

No es que sea ella, no es que tenga su habilidad para montar shows dejándose llevar por sus impulsos creativos y su manera de sentir y vivir. Yo no soy Natalia Lacunza, el ser especial e inadaptado que revoluciona un mundo para seres corrientes como yo...

Ohana - (1001 Cuentos de Albalia)Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon