18. Nuestra primera vez

Start from the beginning
                                    

—No irás en serio... Tío, hoy no, que estoy muy arriba...

—Ten cuidado, a ver si vas a superar a Españita—bromea—. Tú tenías que madrugar mañana, ¿no? Pues a dormir.

—A ti te pasa algo. Estás muy raro—le digo sin que nadie nos escuche, y él lo niega. Sigue mintiendo. A mí este no me engaña. Entre lo de mandarme a la cama y ese chistecito forzado... Pa' mí que hay gato encerrado.

—Mañana te lo cuento—me dice sonriente. Muy sonriente. Sospechosamente sonriente.

Pues si lo que le pasa es algo bueno, perfecto. Aunque una cosa os voy a decir, mamarrachas... me jode bastante que precisamente esta noche decida poner un toque de queda. Coño, que necesito bajar un poquito esta euforia de manera progresiva... Seguro que esto es porque tiene algún ligue por ahí... Pillín.

—Bueno, Gabi caído, ¿alguien se apunta?

—No, tronca... yo estoy reventado.

—Yo también. Prefiero celebrarlo durmiendo.

—Yo tiro para el hotel. No doy para más. Lo siento, Nat.

Me cago en la leche. ¿Por qué todo el mundo me deja tirada hoy? ¡¿Hoy?! El día que más contenta estoy, el día que me he desinflado en el escenario. El día que he podido tocar con todas las piezas de mi motor. Mi Alba, joder, qué guapa que estaba en mi cabeza mientras yo acariciaba esas teclas... ¿Y vosotras, mamarrachas? ¿Me acompañáis al bar...? Igual surge un flashback, o... ¿¡Cómo que tampoco?!

Que os den por culo. A vosotras, a mi banda, a Gabi y al puto mundo. Ale, se acabó el capítulo.


***


No puede ser.

He pasado por esta rotonda tres veces.

Es que sabía que me iba a perder. Si es que no sé para qué le hago caso a Julia. Si es que no tengo orientación ninguna. Ni maps, ni carteles, ni nada.

No, albayas, no me miréis así. ¿Qué hago? Estoy nerviosa. No, no quiero llamar a Gabi, qué vergüenza. Mierda, me tiembla el pie izquierdo de tanto pisar el embrague. Qué angustia. No sé para que hago estas cosas... Yo no valgo para esto.

—¿Cómo vas, cariño? ¿Has llegado ya? —me pregunta Julia por el manos libre. Su voz aterciopelada me calma un poco, pero mi pierna sigue tiritando. Y mis manos.

—Me he perdido, tía, no tengo ni idea de dónde estoy...

—Alba, ¿estás llorando?

—A punto estoy.

—A ver, párate en algún sitio, no te agobies. Estoy aquí contigo y te voy a ayudar, ¿vale? —me pide con mucha paciencia, y eso me hace soltar mi angustia en un largo suspiro—. Con lo fuerte que tú eres, Albita... No vas a dejar que te gane una ciudad tan pequeña, ¿verdad?

Aparco en un lateral de una avenida muy larga. Julia me hace quitar el móvil del soporte para examinar bien el mapa. Lo estudio con tranquilidad, estirando las piernas y crujiéndome los nudillos.

—Creo que voy a ir andando—decido de pronto, sacando la llave y quitándome el cinturón—. Son quince minutos, tampoco es tanto.

—Vale, venga. Yo me quedo hablando contigo.

Atravieso varias calles y el contador de minutos de mi GPS se va reduciendo para mi alivio. Estoy más cerca, estoy llegando. Y entre vistazo y vistazo al mapa, Julia me va contando cómo están mis niñas. Han cenado pizza y ahora están viendo la primera peli de la noche: Inside Out. Me gusta la elección. Me gusta mucho. ¿La habéis visto, mamarrachas?

Ohana - (1001 Cuentos de Albalia)Where stories live. Discover now