CAPÍTULO 33

995 150 16
                                    

En un solo día, trataron de atropellarme, me dispararon, tuve que tirarme al agua helada para ayudar a la familia DelValle y estuve a punto de morir ahogado. Ahora, una lunática despechada me apunta con un arma porque Blanca le robó el novio hace cuarenta años, pero sobre todo porque quiere que la lerda de su hija sea la única heredera del vasto patrimonio de su padre biológico para disponer de él a su antojo. No pude salvar a Roberto. Además, estoy helado, y para colmo, Verónica sigue sin aparecer. Me gustaría pensar que las cosas ya no pueden empeorar más, pero sé que me equivocaría completamente porque esa lancha que se aproxima a la playa no augura nada bueno. Creo que debería hacer algo antes de que aparezca el psicópata número dos en escena, pero el problema es que aún no tengo muy claro el qué.

—Habéis llevado a Roberto a un lugar seguro, ¿verdad? —me susurra Blanca. Bajo la cabeza, desolado. ¿Cómo le explico que su marido está muerto y que tuvimos que abandonar el cuerpo para poder sobrevivir? La verdad es que no creo que exista una forma fácil o correcta de expresarlo—. Seguro que él se da cuenta de que sucede algo raro y llama a la policía. —No sé a quién trata de convencer, si a mí o a sí misma, pero por el tono nervioso de su voz, intuyo que no está nada segura de lo que dice.

—Lo lamento mucho, Blanca, pero no pudimos hacer nada por él. —Ella llora en silencio, camuflando sus emociones con obstinado orgullo.

En este momento, reina una calma aparente. No se oye más que el graznido de las gaviotas y el llanto ahogado de Tatiana. Merche también permanece en silencio, dedicándonos una mirada feroz y apuntándonos con el arma, mientras espera a su cómplice. Luce nerviosa y alterada. Las cosas no han salido precisamente como ella esperaba y con cada minuto que pasa aumenta su riesgo a ser descubierta. Aunque esta sea una cala solitaria y de difícil acceso, oculta tras una frondosa arboleda, nos encontramos a plena luz del día. En el improbable caso de que alguien estuviese paseando cerca de aquí, podría vernos. Ella lo sabe y por eso quiere terminar con esto cuanto antes.

Mi ropa está mojada y un viento helado me cala hasta los huesos. Diego sigue abrazándome, pero la cercanía de su cuerpo apenas logra mitigar el horrible frio que siento. Los demás también están tiritando. Si no nos matan las balas o lo que sea que Merche tenga planeado para nosotros, lo hará una hipotermia.

Todo sucede muy deprisa y de un modo casi irreal. Observo, paralizado, como Jaime intenta abalanzarse sobre Merche para quitarle el arma. Quiero ayudarle o pedirle que se detenga, pero de pronto soy incapaz de moverme o articular palabra. Oigo un ruido fuerte que me resulta extrañamente familiar y Jaime se desploma sobre la arena mientras un chorro de sangre brota abundantemente de su herida. Los demás gritan y Merche los amenaza para que se callen. Tatiana ignora sus furibundas advertencias y se arrodilla junto a su esposo para tratar de parar la hemorragia con sus propias manos. No sé cuánto tiempo pasa hasta que consigo asimilar lo que acaba de suceder frente a mis ojos: Merche ha disparado a Jaime y éste se está desangrando en el suelo. Después, una lancha se detiene en la orilla. ¡Ya es demasiado tarde!

Veo a la persona que salta de la pequeña embarcación para encontrarse con Merche y no doy crédito. Después de todo lo que me ha sucedido hoy, pensaba que ya nada podría sorprenderme o extrañarme, pero estaba totalmente equivocado. Esto no sólo me parece inesperado, también me resulta muy doloroso. No puedo creer que Ruth, la mujer que yo consideraba mi amiga, sea la misma persona que conspiró con Merche para asesinar a Verónica y a toda su familia. Jamás lo habría pensado de ella. Creí que era una chica dulce y amable, pero los hechos me están demostrando que nada es realmente lo que parece en toda esta historia.

No lo entiendo. Pero si fue precisamente Ruth quien me contó lo del video, me llevó al polígono industrial y me ayudó a encontrar la carta de Sandra. Esto no tiene ningún sentido. La única explicación que se me ocurre es que sólo estaba fingiendo que me ayudaba para recuperar los informes de la autopsia y de paso averiguar si yo sospechaba algo de ellas, pero... ¿Entonces por qué no me mató cuando estábamos en la nave? Allí tenía la ocasión perfecta y no la aprovechó. Aunque sinceramente tampoco creo que fuese Ruth la que me atacó en la calle. Después de ver como Merche disparaba a Jaime, a sangre fría y sin ningún escrúpulo, estoy convencido de que fue ella la que mató a Sandra, las dos veces.

Asuntos pendientes (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora